'Hoy tengo algo que hacer' invita a la pausa desnudando la tiranía del 'tengo que' propia de la sociedad contemporánea en una bella crítica ... plagada de ironía y humor. La minimalista escenografía, un banco en el parque y una maleta, evoca el descanso en el camino. Un concepto que fluye en una estructura hábilmente desfragmentada que actúa como espejo para que el público se vea a sí mismo dentro de la rueda frenética de exigencias autoimpuestas.
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'Hoy tengo algo que hacer'
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Intérprete Luis Bermejo
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Autoría Pablo Rosal
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Lugar 8 de febrero, Félix Petite
La narrativa adquiere fuerza en su construcción en torno al periplo del protagonista enfrentado al abismo de la inactividad y su intento de comprender qué tiene que hacer. La notable influencia de la tradición picaresca imprime un carácter episódico a una dramaturgia que avanza con dinamismo. La versatilidad de Luis Bermejo deslumbra al encarnar con precisión a múltiples personajes engullidos por la vorágine del deber. Así, Ernesto el funcionario, Isabel la profesora, Pedro el hortelano, Julián el activista y María la erudita cobran vida mientras se desgrana con sarcasmo una maquinaria social donde la identidad se mide en función de la productividad.
El acierto de Pablo Rosal en su construcción textual es que la mirada a todo ello se hace desde el punto de vista del payaso. Dicha mirada destila curiosidad, inocencia y asombro ante los comportamientos de aquellos con los que el protagonista se cruza. Luis Bermejo transforma todo en oportunidad para un juego que se mueve entre lo cómico y lo poético. Hipnotiza especialmente su manejo de un texto cuya riqueza lingüística hace que las metáforas, adjetivos y onomatopeyas exploten en una sinfonía de colorido que deleita los sentidos. El ritmo avanza, atrapando al espectador, hasta que de pronto para y deja que reverbere la reflexión del arte como un refugio en el que es posible detenerse. Una obra lúcida y mordaz.
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