«He rezado muchísimo más, esto me ha hecho bajar a los sótanos de mi vida»
El prelado contempla que las procesiones se puedan celebrar en septiembre y propone un gran funeral por todas las víctimas
Una cámara enfoca al altar mayor de la Catedral Nueva. Sus operarios serán los únicos que presencien en directo la misa del obispo Juan Carlos Elizalde, que oficia online.
- ¿Se ha acostumbrado a dar misa por streaming?
- Para acostumbrarse harían falta muchas experiencias y esperemos que no sean necesarias. Predicamos misa ante cuatro personas o una catedral abarrotada. Esto sirve para replantearmos para qué somos curas, para qué nos necesita la sociedad. Estamos redescubriendo otra manera de ser comunidad con el teléfono, la oración por internet, las celebraciones con medios...
- La Semana Santa no es una época de alegría. ¿Esta será mucho más triste?
- No son doloristas, ya que en el horizonte está la esperanza de la Resurrección. Pero que no se pueda expresar en la calle aporta un plus de oscuridad. Jueves Santo es Jueves Santo porque no se puede trasladar el acontecimiento de la eucaristía. Las procesiones no están sujetas a fechas.
- ¿Así que sería posible ver un Santo Entierro tras el verano?
- La Santa Sede propuso el 14 de septiembre porque es la fiesta litúrgica de la exaltación de la santa cruz y el día 15 es la Virgen de los Dolores. Son las fechas que más encajan.
- ¿Usted está rezando más?
- Sí. He rezado muchísimo más y con mayor profundidad. Esta situación me ha hecho descender a los sótanos de mi vida y mi misión como obispo.
- ¿Considera lógico que alguno empiece a perder la fe?
- El desafío más grande para la fe siempre ha sido el mal, el dolor y el sufrimiento del inocente. Hay gente que en las grandes crisis ahonda en su creencia y comprueba que Dios está ahí, que fue crucificado y, por eso, está con los crucificados de la tierra. Otros, en cambio, se preguntarán cómo sucede esto si Dios existe.
- ¿Para qué nos debería servir este confinamiento?
- Para volver al origen, es una toma de contacto con el corazón. Servirá para medir el pulso a la vida, a las relaciones personales, al sentido de la familia... Se absolutizará lo que es importante y se relativizarán muchas tonterías que nos tienen estresados. Tendríamos que evolucionar hacia una mayor humanidad, a priorizar lo importante sobre lo urgente.
- ¿De qué manera pueden servir los valores cristianos para superar una situación así?
- Estamos viviendo la entrega de muchos para conseguir la victoria. Es lo mismo que supone la Semana Santa. Esto confirma, refuerza, los valores cristianos.
- ¿Los fieles le llaman en busca de consejo espiritual o de terapia?
- No me exigen conocimientos médicos, pero sí que me piden que desde la fe valore situaciones personales o familiares, y si acertamos puede desaparecer su ansiedad. Tenemos teléfonos de contacto para enfermos que no pueden ser visitados, sus familias, necesidades de desahogo...
- ¿Es ético que algunos países de Europa prioricen la atención en la UCI en función de la edad?
- La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección ya que si fuera así se podría caer en un comportamiento discriminatorio. Nunca debemos abandonar al enfermo, ni siquiera cuando no hay más tratamientos disponibles.
- ¿Cómo ve que las familias no puedan estar con los terminales?
- Morir en soledad supondrá un dolor y una pena irreparable. Me parece una situación durísima, pero las autoridades sanitarias son quienes que tienen que valorar. Nosotros intentamos paliarlo a través de capellanes que pueden acercarse para la unción de los enfermos, confesiones o charlas. De hecho, hemos ampliado el equipo de sacerdotes para cubrir esa atención.
- En el entierro, al menos, puede haber tres familiares...
- Eso no consuela. Es una migaja. Cuando nos necesitan es en vida.
- ¿Y cómo se arregla?
- Se ha pospuesto la celebración de los funerales particulares en las parroquias, no se ha suprimido. Estaría bien un gran funeral cuando todo acabe por todas las víctimas del coronavirus.
- También han pospuesto las comuniones.
- Se ha aconsejado que sean en septiembre, pero cada parroquia tiene libertad e irá en función del grado de preparación que tengan los niños y sus circunstancias familiares. Lo importante era quitar tensión a unas celebraciones inmediatas que traen adosados gastos ostentosos.
- ¿Critica esos gastos?
- La luz de esta situación sería volver al origen, a lo importante y no a lo que nos distrae de lo fundamental.
Nadie estaba preparado
- Ya está asegurado que no habrá fiestas de San Prudencio.
- Es un paréntesis que pone en tela de juicio la rutina cotidiana. Yo estoy seguro de que los oficios litúrgicos, que coincidían con gran parte de nuestros cristianos en la playa, van a tener mayor visibilidad.
- ¿Después habrá ánimo de fiesta?
- Depende de cómo se zanje y supere esta etapa. La capacidad de recuperación humana es increíble. Pienso en los 'locos años veinte' que vinieron después de la I Guerra Mundial.
- ¿Cómo está viviendo la trágica situación de las residencias?
- Hay residencias de órdenes religiosas y conocemos el problema de primera mano. Nadie estaba preparado para esto. Ni las residencias, ni los centros sanitarios, ni los gobiernos...
- ¿No se está pecando de falta de autocrítica?
- El momento de la autocrítica y de las responsabilidades será posterior. Ahora tenemos que afrontar esta crisis con todas las fuerzas. Habrá que retomar el asunto y ser críticos para aprender.
- ¿El coronavirus les pilló a contrapié?
- Fuimos los primeros en cancelar las misas con fieles por ser foco de contagio. Nosotros estábamos en contacto con sacerdotes italianos que nos habían explicado lo que estaban viviendo y cómo recurrían a la comunicación online para celebrar las misas en comunidad.