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Tanta tecnología y tanta modernidad para tener que volver a lo de siempre…». La sensación de Mila era la de muchos vitorianos que se acercaron ... hasta su ferretería de confianza –o al bazar más cercano– a comprar una radio a pilas. El apagón puso sobre la mesa los peligros de la vida moderna, y el de quedar desconectados es uno de ellos. Durante algunas horas, para informarse de qué estaba ocurriendo fueron muy útiles los transistores con baterías externas. Por eso, las radios a pilas fueron uno de los objetos más buscados en la capital alavesa junto a linternas, pilas y algún camping gas.
«He abierto a las 9 de la mañana y en poco tiempo he vendido más de una decena de radios», confesaba Luis Eguinoa tras el mostrador de Confort Electrodomésticos, en la calle Jesús Guridi. «La gente que viene a por ellas me dice que se quedaron colgados. Sin internet, sin tele, sin móvil... totalmente desconectados y no quieren que les vuelva a pasar», contaba este veterano comerciante. En su tienda hay diferentes modelos que van desde los 25 a los 69 euros. «También he vendido alguna linterna y más pilas de lo habitual. A gente mayor pero también jóvenes y de mediana edad».
También en Relojería Mendoza despacharon más aparatos de lo habitual, aunque no notaron gran nerviosismo entre su clientela. «Ha venido gente, pero no ha habido un aluvión porque se nota que en Vitoria hay poca gente, muchos están de vacaciones esta semana de San Prudencio», trasladaba Bea instantes después de vender dos paquetes de pilas. La caída de la red pilló Álava de fiesta en honor al patrón, y por eso muchos buscaron soluciones en los bazares abiertos también en festivo.
«Vinieron muchas personas a por linternas, pilas, radios, camping gas y también se llevaron velas, sobre todo del tamaño más grande que tenemos», deslizaba Kim desde el bazar Xinlong de la calle Rioja. Este martes seguían despachando el mismo material. «Hoy está más tranquilo, pero nos lo siguen pidiendo, hay un poco de temor a que se pueda volver a repetir», añadía esta comerciante. A media mañana, en Electrodomésticos Mendi, en San Cristóbal, ya habían vendido un par de radios de las de toda la vida, algo que no suele ser habitual un día cualquiera. «Hay personas que tenían radio en casa pero con cable, así que como si nada», explicaba Nuria Mendiguren.
El resto del comercio local arrancaba con relativa calma aunque algunos con pequeños imprevistos. Por ejemplo, la avería en una de las puertas automáticas del Mercado de Hebillas como consecuencia de la caída de la red. En los puestos despachaban alimentos como cualquier jornada ordinaria. «Al estar cerrados no teníamos género, y además por suerte fue muy poco tiempo el que se fue la luz», compartía Arantxa desde el mostrador de la pescadería Julia Ruiz. «En nuestro caso el motor de las cámaras es de agua porque es antiguo, y eso nos salvó. Sino igual algo de producto sí se hubiera echado a perder... Estamos trabajando sin problemas», añadía por su parte José Martín, de Carnicería Montero. En la plaza de Abastos, en la pollería Elena carecían de género fresco. «El problema es que como no funcionaban las cadenas de frío no se mató. La mayoría de productos nos los traen de Berantevilla, pero también viene de Valencia el pollo amarillo y no sabemos si nos vamos a quedar sin él».
En el caso de la hostelería este martes era día de hacer un balance más reposado. «La afección fue desigual; algunos restaurantes no pudieron servir las mesas concertadas y otros sí dependiendo de la hora de recuperación de la luz, de las infraestructuras de cada local, de la voluntad de la clientela…», afirma Patricia García, gerente de Gasteiz On, tras una encuesta entre sus asociados. Mientras en locales como el Zaldiaran o el Kotarro pudieron sacar adelante las comidas familiares del día de San Prudencio, en otros como la hamburguesería La Pepita contabilizaron pérdidas del 50% respecto a la misma jornada del año pasado. También afectó que no funcionaran las plataformas de 'delivery' o envío a domicilio. «Lo que sí nos gustaría poner en valor es el civismo de las personas, porque la mayoría de clientes fueron comprensivos, y la importancia de los negocios de proximidad en situaciones como las de ayer», concluyen desde la asociación.
El Sagartoki fue uno de los locales que decidió bajar la persiana después de mediodía perdiendo todos los servicios previstos. «De género no perdimos nada porque trabajamos al día». En el Toloño en cambio se retrasaron algunas comidas «pero pudimos darlas a partir de las tres de la tarde, entre ellas una mesa de treinta personas. No nos fue ni tan mal dentro del caos», confirma Stefani Benavides.
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