Reconvertidos en temporeros
Rachid y Antonio enderezan sus vidas en el viñedo alavésCon apenas un año de vida, la empresa alavesa Lanagro busca insertar en el sector primario a perfiles en riesgo de exclusión
A sus 23 años, Rachid Doudi madruga bastante más que muchos jóvenes de su edad. Al calor que le recibe en verano cuando toca vendimiar le sustituye en estas fechas muchas mañanas gélidas en las que no queda otra que ir de nuevo al campo a trabajar. Ahora es época de poda en los viñedos, que es a lo que se dedica este marroquí en una parcela de Navaridas durante esta semana.
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Su realidad es mucho más compleja que la que ya de por sí tiene quien trabaja en el campo. Rachid hoy corre en un club de atletismo, pero hace unos pocos años fue un 'sprint' en la valla de Melilla el que le convirtió en un 'mena' y el responsable de que hoy esté en Navaridas. «Ahí empecé a hacer atletismo», bromea. Hoy lo hace federado en un club riojano, aunque espera pasar pronto a las filas de La Blanca.
Los problemas en su familia le movieron a emigrar y buscar una vida mejor en España. Primero estuvo en un centros de internamiento en Melilla, después en Almería y luego en Rioja Alavesa. La formación fue su agarradera para quedarse en España al cumplir los 18. Después de varios meses inmerso en un curso de jardinería con Cáritas, fue la entidad diocesana quien le dio un horizonte laboral. «Me dijeron que se estaba montando una empresa y que podía trabajar con ellos». Y así fue como dio con Lanagro, la primera empresa de inserción social en el mundo rural alavés.
Rachid Doudi. 23 años.
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Vida migrante. Saltó la valla de Melilla siendo un adolescente.
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Fuera del campo. Le encanta el atletismo. Compite federado.
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Desde Cáritas. Llegó a Lanagro gracias a la entidad diocesana.
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Formación. Pudo quedarse en España por un curso en jardines.
Antonio Neftali. 39 años.
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En el mercadillo. Toda su vida ha transcurrido allí.
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Fuera del campo. Le gusta ir a la iglesia evangélica por la tarde.
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Por Lanbide. Una llamada del servicio le llevó a Lanagro.
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Primer contrato. Con la empresa ha cotizado por primera vez.
La firma, que busca formar y dar estabilidad a personas en riesgo de exclusión social, apenas tiene un año de vida, pero su labor ya ha sido reconocida por la Diputación de Álava con el primer puesto en los premios de innovación FISA, con un galardón de 5.000 euros.
Al frente de Lanagro está Auxtin Ortiz. Cuando explica qué es lo que dirige, no duda: «Es un nuevo modelo en el sector primario, es siglo XXI». ¿Su misión? Formar a gente en riesgo de exclusión social para trabajar en el sector primario e insertarlos en una comarca, la de Rioja Alavesa, donde la falta de mano de obra está a la orden del día. Para ello se desarrolla un programa de tres años en el que Lanagro trabaja para las empresas del sector y forma a personas que luego pueden acabar contratadas por las compañías para las que han hecho encargos externos.
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Mano de obra para el agro
«El modelo de trabajo es disfuncional para los trabajadores y para las empresas. La parte contratante necesita mano de obra, porque para hacer calidad en Rioja Alavesa necesitas trabajo manual. Falta gente en el campo y la gente que se encuentra muchas veces no tiene la formación adecuada, porque no es la agricultura de hace 50 años. Los tractores tienen mucha tecnología y las técnicas también han avanzado mucho». A sus oficinas ha llegado más de un centenar de currículums, pero de momento son diez temporeros en plantilla.
Lanagro hace un plan personal para que sus empleados encuentren trabajo en 3 años
En la explotación en la que trabajan esta semana, junto a Rachid, está Antonio Neftali. Con 39 años, la vida de este hombre de etnia gitana ha pasado de mercadillo en mercadillo: «He estado en Miranda, San Vicente, en Estella, en Logroño»... Después de un tiempo apuntado en las listas de Lanbide, llegó la llamada del servicio vasco de empleo para poder firmar el primer contrato de su vida con Lanagro.
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«Hice una entrevista y empecé con Lanagro. Es mejor trabajar aquí que en el mercadillo, donde no cotizas», explica. Siente que la empresa y sus compañeros de trabajo a día son «familia». «Paso más tiempo con ellos que con mi mujer y mis hijos». Sobre su futuro, no tiene duda: está en el campo. «Llevo diez meses y quiero mejorar, ganar experiencia y subir de rango. Todo lo que se pueda mejorar, bienvenido sea. Yo sólo sabía vendimiar; ahora sé podar... Esto es una plataforma para que te vean las empresas», indica.
La empresa busca conectar trabajadores cualificados y empresas en Rioja Alavesa
Los de Rachid y Antonio son sólo dos de los casos con los que Leticia Alfaya -jefa de campo en un mundo muy masculinizado- y Auxtin tienen que tratar en el día a día. Además del proyecto profesional hay que tratar con cargas personales que los trabajadores traen de casa: «Otro de nuestros empleados vive en Oyón en un piso con humedades y su hijo tiene asma».
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Alfaya tiene claro que el racismo es el principal problema al que se enfrentan los trabajadores. «Para el alquiler les piden lo que no les piden a nadie en el mundo. Es que te dan ganas de decir 'Dime que no se lo alquilas porque es inmigrante y no me tengas mareada buscando documentos'», señala. «Por mucho que lo pensemos, la realidad es que la mayoría de ellos no habían acabado estudios, no tienen ayuda familiar y el mundo laboral es como es», admite.
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