«Quitábamos a martillazos lo que podía ser amianto, no había información»
A la Seguridad Social, el Ayuntamiento y la empresa no les consta que el electricista muerto en 2019 tuviese contacto con este producto en instalaciones municipales
Margarita hizo ayer un esfuerzo titánico para no reaccionar mientras escuchaba a los abogados del Ayuntamiento de Vitoria, el Instituto Nacional de la Seguridad Social ( ... INSS) y la empresa Giroa hablar sobre la muerte en 2019 de su hijo, Iñigo. Los tres rechazaron en el Juzgado de lo Social número 2 de Vitoria que el mesotelioma maligno epitelioide que acabó con la vida de este vecino del barrio de Zaramaga de 45 años pudo deberse al contacto con amianto en instalaciones municipales. «Ante la mera sospecha de la existencia debería haberse comunicado», alegó el letrado de Giroa, que subcontrató a SIS Electricidad -en cuya plantilla estaba Iñigo- para desarrollar labores de mantenimiento de calderas, tras presentar informes a este respecto de la Inspección de Trabajo y el propio INSS.
Una seguridad y contundencia en el discurso que contrastó con el testimonio de Joseba y Raúl, dos antiguos compañeros de trabajo del fallecido. «Nadie nos había informado. En aquellos años no éramos conscientes. Quitábamos a martillazos lo que podía ser amianto», aseguró uno de ellos después de señalar que el malogrado Iñigo había comunicado 'motu proprio' a «algún responsable» sus dudas sobre cómo estaban tratando dicho material. Ninguno de los dos testigos ha desarrollado un mesotelioma, pero al primero le quitaron «medio pulmón» en 2012 -«nunca lo relacioné con el contacto a este tipo de sustancias», se disculpó para sorpresa de la Sala- y el Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales-Osalan ha incorporado al segundo en el fichero de «trabajadores posiblemente expuestos» a este elemento cancerígeno.
«A los testigos sólo les ha faltado relatar que calentaban sus bocadillos sobre amianto», exageró uno de los abogados en su turno de conclusiones con notable sarcasmo. «Yo sólo puedo decir que almorzábamos rodeados de una niebla de polvo tan espesa que aquello parecía Londres», respondía visiblemente molesto uno de los compañeros de trabajo de Iñigo en los pasillos tras un juicio que ya está visto para sentencia.
La familia de este electricista de Zaramaga pretende que el INSS reconozca esta muerte como consecuencia de una actividad profesional y no como una enfermedad común, como originalmente quedó resuelto. «Nos encontramos ante una demanda que se basa en meras conjeturas y en afirmaciones que no están soportadas. Falta concreción respecto a la verdadera existencia de amianto en alguno de los lugares de los centros de trabajo en los que desarrolló sus labores profesionales», consideró la representante de los Servicios Jurídicos del Consistorio vitoriano, quien no descartó la posibilidad de que ese contacto con esta sustancia pudo darse en los trabajos que SIS Electricidad desarrolló al margen de las obras del polideportivo municipal de Mendizorroza y de los centros cívicos de la capital alavesa.
«El mesotelioma se encuentra indefectiblemente relacionado con la exposición al amianto y resulta innecesario buscar cuerpos extraños cuando el diagnóstico era tan palmario», defendió la abogada de la madre de Iñigo, quien se escudó en varios documentos oficiales en los que se hablaba sobre la presencia de este tipo de materiales cancerígenos en el calorifugado (aislamiento térmico) de las instalaciones más viejas.
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