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Foto: Daniel Pedriza | Vídeo: Hizkuntze Zarandona

El pueblo de apenas 300 habitantes que es el más navideño y que está a dos horas de Vitoria

La espectacular decoración de las viviendas del municipio cántabro Quijano de Piélagos, con árbol gigantesco o tren a tamaño real, atrae cada año a numerosos visitantes

Lunes, 2 de diciembre 2024, 12:54

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Un tren a tamaño real, un árbol gigantesco, una pastelería con dulces típicos, una librería, un puente mágico que concede deseos si se cruza sin respirar... Quijano de Piélagos lo tiene todo esta Navidad. Esta pequeña localidad cántabra, de apenas 300 habitantes, se ha convertido en un reclamo imprescindible en estas fechas por su espectacular decoración navideña que la convierte en un pueblo de cuento.

Desde el 1 de diciembre, casi todas las casas están iluminadas y ornamentadas con detalle. Ubicado entre Santander y Torrelavega, vecinos del municipio pusieron en marcha esta iniciativa hace tres años y desde entonces ha ido ganando popularidad. De hecho, Quijano se ha convertido en un destino obligado para los amantes de la Navidad buscando empaparse de la magia de estas fechas y tratando de hacerse la mejor foto para Instagram.

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Este fin de semana, niños y padres, abuelos y nietos, lo han abarrotado. A buen seguro, este puente de diciembre también estará a reventar. Aprovechando que los escolares no tienen clase el viernes, muchas familias se acercarán para disfrutar de un ambiente navideño único. «Al principio éramos unas 20 casas, ahora ya somos más de 30. El pueblo está lleno de luces y decoraciones, todo hecho de forma privada», explica a 'El Diario Montañés' Ana Michelena, la artífice de la idea.

Quijano está ubicado a hora y cuarto en coche desde Bilbao. El encendido de luces tiene lugar a las 18.30 horas todos los días. Hay treinta casas temáticas, la más espectacular es la de Ana, pero la entrada está reservada a colegios, asociaciones y amigos. Lleva más de 30 años coleccionando piezas navideñas.

En familia

Su vivienda tiene desde figuras hechas de escayola y cerámica hasta adornos elaborados con espumas especiales. «Empezamos a trabajar en enero. Mi cocina está colapsada todo el año con brillantina y materiales», admite entre risas. La decoración no es un esfuerzo individual. Toda su familia colabora, desde su nieta de siete años hasta su padre, con 97. «Cada uno aporta su granito de arena, incluso para cosas pequeñas como clavar un adorno. Este trabajo no sería posible sin su ayuda».

Este año, la decoración presenta novedades como el tren en movimiento, un árbol de luces aún más imponente y la pastelería de Ana: «Hemos estado meses trabajando en dulces falsos y todo en el interior simula la repostería. La mayoría de las cosas están hechas a mano y otras son piezas que llevo coleccionando treinta años», cuenta la mujer.

Para Ana, lo más gratificante es el impacto emocional que su esfuerzo tiene en los visitantes. «Mucha gente me abraza y me agradece. Me dicen que han recuperado el espíritu navideño o que les he devuelto la capacidad de asombro», relata. Es un trabajo sin ánimo de lucro, pero lleno de significado. Las decoraciones exteriores las puede ver todo el mundo, mientras que las visitas al interior de su casa están reservadas para colegios, asociaciones o amigos. Sin embargo, la magia de Quijano está al alcance de todos los que se acercan.

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