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Pancho Varona, Mara Barros y Antonio García de Diego actuarán esta noche en Kubik. EL CORREO
Pancho Varona: «Sabina me salvó de esa vida de máquinas de escribir y oficios»

Pancho Varona: «Sabina me salvó de esa vida de máquinas de escribir y oficios»

La banda del popular músico jienense ofrece hoy sus canciones en el concierto 'Noche Sabinera' en la sala Kubik

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Jueves, 1 de enero 1970

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Pancho Varona y Antonio García de Diego son escuderos de Joaquín Sabina y y coaturores de más de cien canciones junto a él. Ellos y su actual corista, Mara Barros, aprovechan las pausas en la gira del artista jienense para ofrecer un espectáculo llamado 'Noche Sabinera'. «El encanto está en que cada concierto es diferente porque sale gente diferente a cantar con nosotros en la segunda parte. Es lo que le engancha al público, ser Sabina por un rato y cantar con su banda. Sacamos voluntarios a cantar», define Pancho Varona, que amenaza, entre risas, con finalizar la entrevista si el trato es de usted. La cita reconoce el legado de una de las mejores plumas de la canción española (22.30 horas, 18 euros, en la sala Kubik) y ofrece al público la oportunidad de cantar sus éxitos, de tú a tú.

- ¿Siempre sale alguien del público a cantar?

- Sí. Nunca hay que amenazar a nadie para que salga (risas). A veces hay mucha más gente de la que puede subir y a veces están un poco más justos. Pero siempre cumplimos con lo esperado. Cuatro, cinco, seis y siete personas... dependiendo del sitio.

-¿Qué opinas del gran número de bandas tributo que hay?

- A mí me parece bien porque siempre decimos que somos la banda de Sabina y tocamos nuestras canciones en la mayoría de casos. Siempre pienso que los grupos de tributo están bien porque mantienen vivos los recuerdos de un grupo. Sobre todo en Argentina manejan con mucha soltura las bandas tributo, tienen mucho éxito y llenan bares a diario. Mantienen vivo el repertorio, cercano y en la memoria. Me encanta que haya cuantas más bandas tributo mejor porque así nosotros podemos decir que somos la banda de Sabina y cantamos nuestras canciones.

- En alguna entrevista has confesado que ya no cierras bares. Más bien los abres para tomar el café. ¿Cuándo se acabó eso?

- No sé cuándo se acaba. Joaquín sigue siendo noctámbulo, pero no en bares sino en su casa. Dice que el mejor bar del mundo ahora mismo es su casa. Yo efectivamente abro bares para desayunar porque soy muy madrugador y me encanta, además. Soy madrugar vocacional, no por obligación.

- En los ochenta, tiempos de 'La Mandrágora', estabas preparándote para opositar pero un día Sabina decide llevarte de gira. ¿Te salvó de ser funcionario?

-Joaquín me salvó la vida cuando me dijo 'déjalo todo y vente de gira', como a San Pedro le dijo Cristo. Le seguí con los ojos cerrados y es verdad que me salvó de una oficina y un traje con corbata. Me salvó de esa vida de máquinas de escribir y oficios y me metió en un mundo de canciones, escenarios, cariño, aplausos y músicos. Es maravilloso lo que gané el día que decidí dejarlo todo e irme con él.

En el peor día

- El día que Sabina se quedó sin voz en junio de este año, en el Wizink Center de Madrid. ¿Había dado alguna señal de encontrarse mal?

- No, no. Joaquín en la primera canción se entregó con tanta pasión que yo pensé 'a ver si se está entregando demasiado y luego va a haber problemas'. Creo que fue una casualidad, pero es cierto que el concierto lo empezó como una moto, de entregado, de apasionadamente feliz. Luego es verdad que eso le empezó a pasar factura en la cuarta canción, en la quinta, en la sexta... y se empezó a romper. Pero no estaba mal antes de empezar al concierto. En 'Yo me bajo en Atocha' lo vimos muy entregado. Puede que la emoción te juegue una mala pasada. Joaquín estaba entregado ese día, estaba todo vendido desde hace tiempo, había muchos amigos suyos en las primeras filas, estaba deseando quedar bien, había gente de su familia que había viajado para ver el concierto... Tenía motivos para estar emocionado y hacerlo lo mejor posible. Por eso se fue tan jodido, porque realmente era el día para quedar como un rey. Y por eso se fue fastidiado.

- ¿Ha sido el peor momento que han vivido los sabineros en un concierto?

- No, hemos pasado varios (risas). También tuvimos un gatillazo en Gijón como él mismo lo llamó porque a la cuarta canción se fue. Lo malo de ese día es que dijo: «Es que he sido malo». Entonces le dijimos que no podía decir eso sino que te has puesto afónico porque si dices que has sido malo la gente se te va a echar encima. Pero es que Joaquín no sabe mentir. Incluso en el día del Wizink Center empezó a decir que sentía que estaba decepcionando a su público. Estaba siendo muy honrado y honesto diciendo eso a su gente. A veces es mejor callarse. Igualmente eso le honra.

«Me tocan los marrones»

- ¿Alguna otra?

- Otra vez en Gijón estábamos tocando y en la octava o décima canción se dio la vuelta y me miraba tocándose el corazón con desesperación. Pensábamos que le estaba dando un infarto. Canceló el concierto y se fue a un hospital, a Urgencias. Resulta que tenía un tirón muscular en el diafragma que produce un dolor muy parecido al infarto, le dijeron los médicos. Estaba acojonado pensando que se estaba muriendo sobre el escenario (risas). Pero vaya susto. Ahí tuve que decir 'lo siento, señores, pero el concierto ha terminado y a Joaquín se lo han llevado al hospital'. A mí me tocan todos los marrones, pero somos tan amigos que esta labor pienso que la tengo que hacer yo y Joaquín también piensa que si hay algo que explicar al público soy yo.

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