«Pago 150 euros al mes por dormir en un sofá, nadie me alquila una habitación en Vitoria»
El drama de la vivienda ·
La Audiencia de Álava condenó ayer a dos hombres por timar 500 euros con un alquiler ficticio a Ijad. Este pakistaní «con empleo» sigue sin un hogar dignoSe levanta al amanecer, adecenta su catre, se coloca un buzo y sale a la calle dispuesto a pintar lo que toque. Ayer repartió brochazos ... en Nanclares de la Oca. Ésta es la vida de Ijad, un pakistaní de 43 años que aterrizó hace ya dieciocho en Álava. Este relato parecería anodino si no fuera porque ese camastro donde descansa cada noche es el sofá del salón de su arrendador. Le cobra «150 euros al mes».
Pese a que Ijad se gana «bien la vida» no ha encontrado un piso de alquiler en Vitoria, a poder ser compartido. O no han querido aceptarle. Se trata de un caso extremo para una realidad cada vez más habitual, a la par que angustiosa. Sobre todo si has nacido a miles de kilómetros de la capital alavesa en un país subdesarrollado de Asia o África.
Ijad visitó ayer la Audiencia Provincial de Álava. Lo hizo como perjudicado. En agosto de 2020 –reza el escrito de la Fiscalía–, dos hombres le «hicieron creer que le iban a alquilar una vivienda en Vitoria». Tras enseñársela, «confeccionaron un contrato privado de fianza» a cambio de 500 euros. «Cuando pagué ya no contestaron a mis llamadas», se queja. Tres años después se celebró el juicio por «estafa».
«Era taxista y me parecía increíble lo que gastaban los turistas. Creí que aquí regalaban el dinero»
¿Por qué se vino a Vitoria?
Ante la opción real de acabar en una celda del penal de Zaballa, los abogados de ambos timadores acordaron ayer un pacto de última hora. Regatearon la cárcel a cambio de devolver el dinero hurtado «antes del lunes», apoquinar a plazos otros 1.080 euros de multa y completar unos trabajos comunitarios. Así lo decretaron a viva voz los magistrados Francisco García Romo, Elena Cabero y Marta Cantalapiedra.
Sabedor del desenlace, Ijad abandonó el Palacio de Justicia con sensaciones encontradas. «Con uno de ellos dos tengo otra causa pendiente porque me prometió ayudarme a regularizar mi carné de conducir y fue otro timo», refiere este antiguo taxista en Kharian, localidad donde conviven unas 90.000 almas.
La trama pakistaní en la RGI
Durante aquellas conducciones por el Punjab le entró el gusanillo de cruzar medio mundo y prosperar en el primer mundo. «Solía llevar a muchos turistas ingleses. Me parecía increíble el dinero que gastaban. Me dije 'tengo que ir a Europa'. Pensaba que aquí regalaban dinero, pero era la misma película que en mi país. Hay que trabajar», razona sonriente.
Aunque sus inicios resultaron de lo más complicados, logró estabilizarse. «Nunca he cobrado ayudas (sociales). Te lo juro», asevera. «Aquí hay trabajo, el problema ahora es la vivienda», disecciona quien asume el daño para su comunidad de aquellos pakistaníes que estafaron cientos de miles de euros a Lanbide hace ahora siete años. Uno cobró una veintena de RGIs al colar carnés falsos a esta entidad del Gobierno vasco. Apenas se recuperaron 500 euros. «Por unas pocas personas malas no podéis pensar que los demás somos así», ruega.
«No me gusta donde vivo, pero es lo que hay. Me gustaría que alguien me alquilara una habitación o un piso. Mi único vicio es el tabaco, pero salgo a la ventana o al balcón», promete. Hace vida monacal. Cada mes envía «cerca de mil euros» a su familia. Tiene mujer y tres hijos, aparte de sus padres. «Me gustaría traérmelos algún día».
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