Nabil, Moha y Yassin lo han conseguido en Vitoria
Ponen cafés, preparan menús del día o bajan al foso del taller. 28 chicos tutelados por la Diputación en los dos últimos años combaten los estigmas contra los 'menas' con trabajo y todas las ganas por salir adelante para ayudar a sus familias
Los jóvenes en España no consiguen su primer empleo hasta los 26,5 años de media y no se emancipa antes de llegar a la ... treintena. Pero hay muchos que para esa edad ya cuentan con una importante experiencia laboral 'empujados' por su propia realidad. Y es que cuando los menores extranjeros no acompañados (los popularmente denominados 'menas') cumplen los 18 tienen que labrarse su propio futuro, ya que la Diputación en el caso de Álava no tiene la obligación de tutelarles a partir de esa edad. El programa foral Bideberria cuenta con 83 plazas repartidas entre su centro de la calle San Ignacio de Loyola y varios pisos repartidos por Vitoria en donde se les prepara de cara a la vida adulta y para encontrar un empleo que les garantice su futuro.
Hostelería, automoción, fabricación, seguridad, logística, almacenaje, jardinería o montajes eléctricos son los sectores en los que 28 jóvenes han encontrado un puesto a su salida de Bideberria en los últimos dos años, según datos a los que ha tenido acceso EL CORREO. Siete de forma indefinida, veinte con carácter temporal y otro último por un año. Jóvenes que como Nabil, Mohammed o Yassin han empezado a cotizar poco después de cumplir los 18 para contar con una nómina y también para enviar a su país de origen para asegurar el futuro de sus familias. Ellos, que desde bien temprano ponen cafés, se anudan el mandil o se meten en el foso del taller mecánico, son conscientes de los 'sambenitos' que existen alrededor de los 'menas' y consideran que en su caso son dolorosamente injustos. «El problema es que mucha gente simplifica y piensa que todos somos iguales», considera 'Moha'.
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Nabil | Mecánico de coches
«En la patera no sabía si iba a sobrevivir y he aprendido a centrarme en lo positivo»
Nabil descoloca a su interlocutor desde el primer saludo. «Aupa», dice al acceder a la sala. «Comparto piso con un hombre de aquí y me está enseñando palabras sueltas en euskera», explica este joven de 18 años, pero que ya ha vivido lo que afortunadamente no tendrán que vivir la inmensa mayoría. Porque cuando tenía trece, esa edad en la que el resto inician la pubertad, él salió de Oued Zem (una ciudad cercana a Casablanca) y se subió a una patera junto a 44 personas para llegar a Gran Canaria en una ruta de tres días.
«Hasta poco antes de subir al barco no tenía ni idea de qué eran las Islas Canarias, a mí me bastó con que mi destino era España», afirma sin explicar cuánto tuvo que pagar para ocupar una plaza. «El viaje no es lo peor y yo lo pasé dormido en gran parte hasta que nos quedamos sin gasolina. Tuvimos la suerte de que vino Salvamento Marítimo, pero estuvimos a punto de volcar porque la patera se quedó prácticamente en posición vertical», comenta quitándole importancia a esta odisea. Eso no fue todo. Corría el año 2020 y durante días tuvo que permanecer aislado en cuarentena.
En el reparto de 'menas' a la Península, a Nabil le tocó aterrizar en Álava y ahora muestra su satisfacción. «Desde que era muy pequeño tenía claro que no quería quedarme en la casa de mis padres», comenta este hijo de un militar.
83 Plazas
Las que tiene el programa foral repartidas entre su centro de la calle San Ignacio de Loyola y varios pisos en donde se les prepara de cara a la vida adulta y para encontrar un empleo que les garantice su futuro.
28 Personas
Jóvenes que han encontrado trabajo tras salir de Bideberria. Hostelería, automoción, fabricación, seguridad, logística, almacenaje, jardinería o montajes eléctricos son algunos de los sectores en los que han encontrado un puesto.
Cuando llegó sólo decía «hola», «buenos días» y un «sí» que utilizaba de manera automática ante cualquier pregunta que le hicieran. Había iniciado su educación en inglés, así que no tenía la ventaja que supone el francés para aprender castellano. Ahora se desenvuelve sin problema en castellano hasta el punto de utilizar el sarcasmo en algún momento de la conversación. Consciente de que estudiar no era lo suyo, aprendió mecánica y ahora trabaja en un taller. «Mis compañeros más jóvenes rondan los cuarenta años, el doble que yo, así que estoy cubriendo un puesto que a los jóvenes de aquí parece que no les interesa», reconoce evidenciando que él no quita el empleo a nadie.
«La vida me ha enseñado a no estar pendiente del futuro. Cuando me subí en la patera no sabía si iba a llegar con vida o nos íbamos a hundir en medio del océano», comenta este chico que en los próximos meses cumplirá 19 años. «He aprendido a centrarme en lo positivo», responde cuando se le pregunta si en algún momento se ha sentido señalado por haber llegado como un menor extranjero no acompañado.
La experiencia de Nabil también desmonta la teoría de que estos jóvenes desarrollan su vida con otros nacionales. «A Yassin y Mohammed no les veía desde hace un año, y es raro que coincida con más gente de Bideberria. Mi vida gira alrededor del trabajo. Tengo la suerte de compartir piso con una persona de aquí porque cuando buscaba piso y se daban cuenta que era marroquí, me encontraba con todas las puertas cerradas», asegura antes de coger el patinete eléctrico. «Me salió barato, pero se me fastidia cada dos por tres… menos mal que soy mecánico», bromea.
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Mohammed | Cocinero
«He venido a trabajar y a darle a mi hermana la oportunidad de estudiar»
Mohammed se convirtió en el cabeza de familia en 2019 con apenas 14 años tras el fallecimiento de su padre. Se tuvo que despedir de todos sus sueños de adolescencia y buscar trabajo en la ciudad de la montañosa región de Rif, pero aquello no era suficiente para mantener a su madre y sobre todo a su hermana, Hasna, que entonces apenas contaba con cuatro años.
Buscó suerte en Países Bajos y Francia, donde tenía familiares, y finalmente acabó en Vitoria. Tenía 17 años, a las puertas de la mayoría de edad, el tope hasta el que la Diputación está obligada a atenderles. Pero 'Moha' no tenía tiempo que perder y rápidamente demostró a los educadores su ánimo por aprender el idioma y formarse para entrar a trabajar.
Ahora se desenvuelve en español de forma fluida, la cercanía de Rif y Tánger también ayuda. Y aunque primero se formó en fontanería, cuando se le presentó la oportunidad para trabajar en hostelería no pestañeó. «Empecé fregando los platos y pelando las patatas, y poco a poco me he empezado a desenvolver en la cocina», indica con tono relajado y un grado de madurez que sorprende.
«Las ganas son muy importantes para trabajar y a mí me sobran ahora mismo. Algunos consideran que todos los moros somos problemáticos o nos dedicamos a ser traficantes. No se dan cuenta que cada uno tenemos nuestra historia personal y unos objetivos en la vida. Yo he venido aquí para ganar dinero de forma legal, enviarlo a casa y que mi hermana tenga todas esas oportunidades para estudiar que a mí me han faltado», remarca 'Moha', quien coincide con que «una manzana podrida no significa que el resto no se puedan comer».
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Yassin | Camarero
«A mí me da igual lo que dicen. Yo sigo a lo mío, que es trabajar»
La puntualidad es sagrada para Yassin. «A las siete tengo que estar en el trabajo y necesito salir con tiempo. No me gusta llegar tarde», apremia este joven cuando el reloj aún marca las cinco y veinte. Desde hace dos años es camarero en uno de los bares más concurridos del centro de Vitoria, donde se mueve con asombrosa habilidad detrás de la barra. Entra a primera hora de la mañana para preparar los pintxos mientras sirve cafés a los más madrugadores.
Llegó con apenas 14 años a Vitoria tras la recomendación de un 'bideberria' –como se denominan entre sí los participantes en este programa foral– que conoce a su cuñada. «Me dijo que iba a servir para encontrar trabajo, y así ha sido», comenta este muchacho de respuesta rápida. Porque él procede de un pueblo cercano a Marrakech de esos por los que no meten a los turistas, una zona «muy, muy pobre» en la que carecen de oportunidades para mejorar su vida.
Yassin vive en el presente y no se permite pensar en el mañana, pues el dinero que gana lo usa para pagar el alquiler y enviar el máximo posible a su familia. Lo mismo hace su hermano que actualmente reside en Málaga. «Mi padre trabaja como camionero y está a punto de jubilarse. La familia necesita un apoyo económico», indica este veinteañero que en unas semanas pondrá rumbo a su pueblo para visitar a su familia.
Estudió cocina en la escuela de hostelería de Gamarra. «Hablé con una compañera, le dije que necesitaba ponerme a trabajar, habló con su jefe y aquí estamos. Me enseñaron a atender en barra y me gusta mucho», explica este joven que se centra en trabajar sin hacer caso a ningún debate sobre la extranjería. «A mí me da igual lo que dicen. Yo sigo a lo mío, que es trabajar», remarca.
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