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La música en Vitoria suena en nuestros auriculares. Pero también late en directo en locales de ensayo, bares y festivales. Para que eso sea posible, ... quienes tocan hacen encaje de bolillos. Algunos gastan días de vacaciones para subirse al escenario, tratan de cambiar turnos o salen corriendo del curro al escenario. Más a menudo de lo que les gustaría se identifica esa pasión intensa por el pop, rock, soul... con una gran precariedad. Camareros, sanitarios, peones y responsables de fábrica, traductoras, consultores, ingenieros o estudiantes hacen malabares por mantener a flote sus grupos, publicar álbumes y actuar en vivo. El informe 'La situación profesional y laboral de los músicos y músicas en España', elaborado por la Unión de Músicos, denuncia que el 88 % de los artistas en España perciben por su labor musical menos del salario mínimo. Esto hace que la gran mayoría de los artistas tengan que compatibilizar su vocación con otras ocupaciones. EL CORREO repasa de la mano de algunos de ellos cómo lo viven. Con realismo, perseverancia, pero sin tirar la toalla. De todas las edades y todo tipo de bandas. El caso de Lola Oiarzabal, de 21 años, que ganó dos veces el concurso de talentos Gazte Talent –con su EP 'Desde dentro' y junto a la banda Maverick Keys–, es un ejemplo. Estudia Arquitectura y también es triatleta. «Siendo realistas, creo que no es fácil dedicarte a la música ni al deporte al completo. También una carrera exige dedicación, pero es un oficio más normalizado».
Yara Prieto (33 años) vive ahora mismo ese momento de ebullición de una nueva banda. Ensaya todas las semanas con un grupo de amigos («Ariyo a la guitarra, Arty al bajo, e Iker como batería»), pero todavía no tienen nombre para el proyecto. Primero, las canciones. «Se nos están ocurriendo algunas barbaridades», cuenta entre risas esta autónoma que trabaja en labores de traducción (anuncios, películas...) desde hace ocho años.
Para Prieto, que se ha encargado de proyectos como la traducción del euskera al inglés de películas como 'Irati', la pasión por la música le viene de «siempre». «Me recuerdo cantando canciones de muy pequeña en el coche para no marearme». Eso sumado a que en casa lo que más escuchaban era Creedence Clearwater Revival, a que quedó atrapada por el grunge... fue moldeando un gusto roquero que también le llevó a querer subirse al escenario. «Mi primer grupo lo tuve cuando tenía 18 años. Dimos una unidad de concierto en las fiestas de Ariznabarra, me fui de Erasmus y se acabó el grupo», cuenta. Estudió la carrera, se dedicó a la traducción y hace un par de años esas ganas de cantar en directo volvieron con fuerza. Hace tan solo unos días estrenó el videoclip de una versión de la canción de PJ Harvey y Nick Cave, 'Henry Lee', junto a Mister Goose, bajista del grupo Los Pacientes.
En su caso tiene «cero aspiraciones profesionales». «Es un 'hobby' y si lo convirtiera en una obligación y en un proyecto serio de vida, perdería mucho encanto», apunta. Fogerty, líder de la Creedence, es precisamente uno de los cabezas de cartel del Azkena. «Lo he visto antes, pero no me lo pierdo. Siempre hay que ver al yayo, es un tío incombustible a sus 80 años». Escuchar música es tan vital como cantarla.
Xabier Sansinanea (50 años) necesita tocar la guitarra. Como el que tiene una afición irremplazable. «Igual que el que va a andar en bici o juega los sábados al pádel», dice. En su caso dedica al menos una hora al día más los ensayos de Starsolo, la banda en la que lleva una década tocando. Su último álbum se titula 'Hasta los huesos'. Cirujano ortopédico y traumatólogo en Txagorritxu, se ha encontrado en el público de algún recital con caras conocidas. «Hago sobre todo ortopedia infantil. Tengo algún paciente que es superfan y no se pierde ni un concierto. Me hace una ilusión bárbara verles porque el médico a veces es el malo de la película, el que te dice que hay que operar... Que te vean en un bar tocando y lo pasen bien ilusiona».
Su anterior grupo, The Kirchner ,estaba formado por cinco miembros del gremio. «Tres éramos traumatólogos, había un celador y un fisioterapeuta». Aquello, claro, hacía que muchas conversaciones giraran en torno al curro. Ya no. Como ejemplo, otro componente de Starsolo fue quien se encargó de la instalación de los toldos en su vivienda. «Cada uno tenemos una dedicación diferente. El ensayo es sagrado y me sirve para desconectar de la rutina y del tema laboral», apunta Sansinea. Cuando habla de la pasión por el rock, rebobina hasta EGB, cuando un amigo le dejó un cassette de AC/DC.
– Los traumatólogos tienen fama de cañeros...
– De dar bastante duro con el martillo y cincel y hacer ruido, sí (risas). Pero también somos muy de poner música en el quirófano, nos gusta.
Para sus pacientes y para el resto, las fechas para verlos: hoy viernes 25 de mayo en el bar Aranzazu (calle Ricardo Buesa), 28 de junio en la sala Hell Dorado, 13 de septiembre en el bar Urria.
Si le pedimos que complete la frase «vivir de la música es…», la respuesta arrastra una reflexión que nada tiene que ver con una melodía facilona. «Es algo utópico. Pero hay formas de enfocarlo. Yo he vivido unos años de la música cuando he dado clases de ello. Otra cosa sería vivir como artista, pero eso... No sé. Creo que me gustaba más la propuesta de 'qué es la música para ti'. Es tanto una razón de ser como mi más resolutiva y terapéutica forma de expresión y una de las cosas más bonitas a compartir con las personas que te rodean». De esta forma se expresa Rakel Arnaiz, cantante del grupo de post-rock Caballo Muerte. Y opositora, profesora interina (cuando le llaman), monitora en comedores escolares y canguro.
Esta artista vitoriana comenzó su carrera musical con 16 años de la mano del grupo Turboneskak y el primer concierto llegó un año después. En 2010 fue corista de la banda The Soulbreaker Company, con quienes recorrió diferentes escenarios y salas icónicas como la madrileña Sol. «Cantar en ese escenario con 19 años fue una fantasía», recuerda.
Con Caballo Muerte prepara ahora el lanzamiento de su primer álbum y entre sus próximos compromisos se encuentra la actuación del pasado sábado en Le Coup. «Es el proyecto que más ilusión me hace y junto a otros tres grandes amigos, Saúl, Eneko y Bea. Estoy feliz con lo que componemos, con los bolos que damos, con el disco que hemos grabado». Curran en el ámbito educativo y veterinario, cada uno con un turno, lo que no es fácil compaginar.
Acerca del precio de una sala de ensayo, puede rondar los 200 euros al mes. ¿Echa en falta más apoyo a bandas emergentes? «Debería ser algo fundamental más allá de los grandes festivales y artistas».
«Ojalá pudiéramos dedicarnos a la banda y que fuera un trabajo digno, pero sabemos cómo está el mundillo, totalmente precarizado. No es tan factible vivir de la música como en otros países». Xabier Salvador (36 años), uno de los cinco componentes del grupo Chico Casette, hace una estimación a ojo y calcula que el «noventa y muchos por ciento» de quienes tienen una banda tiene otro desempeño laboral. Ocurre en su entorno, claro. «Hay quien trabaja como profesor por la tarde, quien tiene turnos en fábrica...».
«Precisamente por el trabajo tenemos dificultades para cuadrar los ensayos. Pero la rutina de juntarnos un día a la semana es clave», asume este consultor informático que siente música como un desahogo «indiscutible». En su caso, de ocho de la mañana a cinco de la tarde teletrabaja como consultor informático. «Me siento en mi silla como el que está en su oficina». Mails, reuniones, gestión de proyectos… Al acabar, su desconexión tiene que mucho que ver con enchufar la guitarra. «En cuanto termino, cojo la guitarra y a tocar», explica este instrumentista que comenzó a tocar el piano de crío. «Lo dejé, pero a los 21 me enganché a la guitarra», comenta. También sube tutoriales en Youtube sobre cómo grabar cuerdas o versiones de temas.
Por delante tienen varias citas con el público: 7 y 20 de junio en las fiestas de Goikolarra y Judimendi; 19 de julio en Falerina y 19 de septiembre en la sala Urban Rock Concept. ¿Es fácil abrirse camino? «Depende del estilo, en las escenas del rock y metal ha habido mucho movimiento. A nosotros nos ha costado», apunta en referencia a ese pop y funk que identifica a una banda que bebe de artistas como Bruno Mars o grupos como Jamiroquai.
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