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Karmele, Mariví, Rosa y Gloria, retratadas frente a una reproducción del icónico cartel de J. Howard Miller, reinterpretado como símbolo feminista. RAFA GUTIÉRREZ

«Hay mujeres de nuestra edad que ni saben que son maltratadas»

DÍA CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES ·

En un día que visibiliza a las víctimas más mayores, cuatro septuagenarias charlan sobre cómo su generación ha sufrido esta lacra. «Nos enseñaron a ser sumisas y estar calladitas»

Jueves, 25 de noviembre 2021, 00:30

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Rosa hace risoterapia y anima a Karmele, a Mariví y a Gloria a que también se apunten. «Pasé un momento un complicado en mi vida y descubrirla me salvó». Y las otras tres asienten. Las ves ahí, a las cuatro, estupendísimas, compartiendo cortados y conversación y pasarían por uno de los muchísimos grupitos que a estas horas (las once de la mañana de un día de labor) llenan las cafeterías de Vitoria, de esas amiguísimas del alma que se confiesan, que encuentran en ese cafelito mañanero el mejor terapeuta: en estas conversaciones se desahogan, echan la vista atrás y se sinceran a faja quitada. Como van a hacer en las líneas que siguen. Pero lo cierto es que ellas prácticamente se acaban de conocer. Las cuatro, todas prácticamente de la misma edad, unos fabulosos 70, han aceptado la invitación para sentarse a charlar con motivo de la celebración de un Día para la Eliminación de la Violencia de Género que este año se quiere acordar especialmente de las mujeres más maduras.

Hablan de romper techos de cristal, de empoderamiento, de términos que han aprendido en los últimos años porque todas comparten una educación heteropatriarcal que llevan tatuada con tinta indeleble en el subconsciente y que ellas se han esmerado en borrar. En ninguna Enciclopedia Álvarez de esas en las que estudiaron de crías se explicaba qué es la sororidad, ni siquiera la igualdad. Aprendieron a ser buenas esposas, corte y confección «y a ser obedientes y sumisas». Y aquí están hoy, indignadas al recordar que en lo que va de año 37 mujeres –entre ellas, Erika, la vitoriana asesinada el pasado octubre delante de sus dos hijos– han perdido la vida en España a manos de sus verdugos. Ya son 1.118 desde 2003, cuando las estadísticas empezaron a recoger esta lacra social.

– Gloria: Yantes también pasaba, ojo. Claro que hace 30 y 40 años ocurrían casos de violencia machista, claro que había muertas, víctimas, siempre las ha habido, el tema es que en nuestra época no se publicaban como ahora, eran invisibles, incluso entre las mujeres esto no se contaba, no se reconocía el maltrato.

– Mariví: ¡Es que todo ocurría de puertas para adentro, en la intimidad del hogar y no salía de ahí!

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–Rosa: A mí, como me imagino que a vosotras, me educaron en eso de que lo que ocurre en casa, se queda en casa, aunque tu vida fuera un auténtico infierno no podías decirlo, te lo tenías que callar. Nosotros teníamos a una amiga de la familia, Mari Tere, que llegaba llorando donde mis padres porque su marido le pegaba unas palizas terribles: en su casa la zapatilla siempre andaba volando. Mi padre, que era un buen hombre, un Santo Job, trataba de mediar entre ellos para que pudieran sobrellevar esa situación, como si los dos fueran culpables de lo que ocurría. Y yo ya entonces, que era muy jovencita le decía: 'No, papá, no, el que tiene la culpa es él, que no entiende que se pueden resolver los problemas a base de palos'.

Juntas, las cuatro, mientras la bandejita de pastas de té se va vaciando y los descafeinados con leche se enfrían, van tejiendo entre ellas un hilo invisible, fortísimo. Ellas, que vienen de ambientes muy diferentes, de situaciones familiares radicalmente distintas, reparan en que han padecido micromachismos (y macros) que hoy serían intolerables.

–Rosa: Yo tengo la sensación de haber ejercido de padre y madre. Mi marido era camionero, pasaba muchísimo tiempo de viaje y cuando volvía a casa, se duchaba, descansaba y yo solo me preocupaba en que nada le molestase. Ahora hay muchas cosas que no volvería a hacer.

–Gloria: Yo he estado dos veces casada. Con mi segundo marido, parece que todavía somos novios. Con el primero... cada vez que se enfadaba, me amenazaba con que se iba a ir con su madre. Hasta que me harté y le dije que se fuera. Pero que no volviera a poner un pie en la casa. Y así pasó, me quedé con dos hijos pequeños, él se desentendió y tiré para adelante yo sola.

–Mariví: He estado siempre soltera y me decían siempre eso de que se me va a pasar el arroz, eso también es violencia. Ymi abuela, que era una mujer también muy adelantada a su tiempo me decía, 'hija, más vale quedarte para vestir santos que para desnudar borrachos'. ¡Qué sabia era!

–Karmele: Igual es que siempre he sido un poco adelantada, pero en mi caso siempre lo tuve muy claro, desde un primer momento le dije a mi marido que teníamos que tener una relación de igual a igual. Y así ha sido.

– Mariví: Pero aunque a nosotras no nos ha pasado, muchas de las de nuestra edad sufren mucho, les pesa el miedo, la incertidumbre a no saber qué va a pasar con sus vidas si salen de esos matrimonios.

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– Rosa: Entre otras cosas, por eso la ley del divorcio (de la que precisamente se cumplen ahora 40 años de su aplicación), muchas vieron la oportunidad de salir de ese infierno. Entonces hubo una auténtica eclosión, muchas se sintieron por fin liberadas.

– Karmele: Solo se liberaban cuando el marido moría, entonces esas mujeres empezaban a vivir de verdad. Rehacían su vida y fuera, en la calle, la gente cuchicheaba cosas como ¡Mira a esta! Qué pronto se ha olvidado del marido. Pero la gente igual no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

–Mariví: ¡Les llamaban las viudas alegres!

–Karmele: La clave muchas veces era la independencia económica. Yo siempre he trabajado, de soltera y de casada y eso creo que me ha hecho sentir muy libre. No sentirme jamás encadenada a mi marido.

– ¿Qué creen que les pesa más a las mujeres de su edad a la hora de reconocer el maltrato, el miedo o la vergüenza?

– Rosa: Ambas cosas. Pero sobre todo la vergüenza. El qué dirán...

– Mariví: Porque nos educaron para tragar y tragar.

– Gloria: Nosotras (señala también a Karmele) estamos en Cruz Roja y recibimos llamadas que ¡uffff! Hay muchas mujeres que no pueden contar lo que les ocurre, entre otras cosas porque ni siquiera saben que están siendo maltratadas, que viven con una carga emocional tan, pero que tan grande...

– Karmele: Muchas mujeres mayores sufren la violencia por parte de sus maridos, pero no solo. De esto no se habla, no se hace público y hay mucha vergüenza, pero muchas que han sufrido violencia de sus parejas, fallece el marido y son los hijos los que las maltratan. No les dan los cuidados que necesitan, ni el más mínimo cariño, ni las van a ver. Algunos las presionan para que les cedan la herencia en vida. Y todo eso también es violencia, ¿no?

– Rosa: El problema de fondo es que nos educaron en la abnegación. Yo estudié interna en un colegio religioso y te preparaban para la entrega, para ser una buena ama de casa, una mujer...

– Gloria: ¡Sumisa!

– Mariví: Es que la iglesia tiene mucha, pero mucha de la culpa de lo que hemos pasado las mujeres.

– Karmele: En los cursos prematrimoniales de nuestra época el cura no es que te insinuara es que te hablaba de cosas que... ahora mismo ninguna aceptaría. Yo, de hecho, me planté.

–Rosa: Recuerdo que te enseñaban a a estar siempre dispuesta para tu marido... sí, sí... en t-o-d-o-s los sentidos. A quedarte calladita, te decían cosas como que él tenía derecho a tener aventuras, a echar una canita al aire, pero tú ni siquiera podías tener un comentario, ni siquiera un mal pensamiento platónico por un actor que veías en el cine. Y yo creo que eso también se podría considerar como una apología de la violencia de género, ¿no creéis?

–Gloria: las cosas han cambiado, pero es que la iglesia de aquella época anulaba tu condición como mujer.

– ¿Creen que las chicas más jóvenes soportarían situaciones que ustedes han vivido?

–Karmele: Lo que ocurre es que creo que está empezando a haber un retroceso. Hay chicas de 15, de 16 y de 17 a las que les parece natural que sus novios les revisen el móvil, que les controlen en esas redes sociales, que les piden que se graben unos vídeos que... Y eso va en contra de lo que nosotras hemos luchado durante tantos años.

«Aguantan porque no tienen independencia»

Karmele san emeterio. 71 años

  • Vida laboral Empezó trabajando en el mundo de la moda. Todavía sigue en activo, con su marido tiene una firma de ingeniería, de la que se encarga de la gestión y administración.

  • Su familia Casada desde 1975, decidió no tener hijos, a pesar de la enorme presión social que como ella, todas las mujeres de su edad han sentido para ser madres.

«Nos han educado en que hay que tragar y tragar»

Mariví Ibáñez de Garaio. 71 años

  • Vida laboral Mariví, de una vitalidad contagiosa y con un carácter afabilísimo, trabajó en distintas empresas hasta que decidió estudiar Psicología. Ha ejercido la profesión hasta su jubilación.

  • Su familia Soltera y sin hijos, «por elección y con mucho gusto».

«Nos educaron en que lo que pasa en casa, allí se queda»

Rosa Iruretagoiena. 74 años

  • Vida laboral Tiene una titulación de auxiliar administrativa. Y como tal ejerció de soltera. Pero al ser madre, se apeó del mundo laboral hasta que su hijo pequeño cumplió los 11. Se reenganchó como costurera profesional hasta su jubilación.

  • Su familia Casada desde enero de 1969, tiene tres hijos: dos de ellos, mellizos.

«Muchas mujeres viven con un peso emocional enorme»

Gloria Tapia Lazcano. 71 años

  • Vida laboral En su Chile natal montó su propia correduría de seguros y al llegar a Vitoria, hace más de 20 años, empezó a trabajar en una gran empresa del mismo sector hasta su jubilación. Ahora es voluntaria en Cruz Roja

  • Su familia Divorciada de su primer matrimonio, tuvo dos hijos. Hace dos años, perdió a su hija. Se casó por segunda vez hace 31 años. 

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