Juanma Bajo Ulloa presentó este jueves ante los medios su sexta película, 'Baby', que llega el 4 de diciembre a los cines. IGOR AIZPURU
Juanma Bajo Ulloa

«Considero al espectador inteligente y capaz de sacar sus conclusiones»

Director de cine ·

El vitoriano aborda la pérdida de un hijo en su sexta cinta, grabada en Álava. «Tiene un universo propio que recuerda a mis primeras películas»

Viernes, 27 de noviembre 2020, 02:26

«Rodamos algunos diálogos, pero en el montaje vimos que sobraba», cuenta el cineasta Juanma Bajo Ulloa (Vitoria, 1967) acerca de su última película, 'Baby', ... que no cuenta con diálogos. Aunque rodar un largometraje así pueda parecer una impostura del realizar, tras el visionado no queda dudas de que las palabras son prescindibles en esta historia de redención. Este drama protagonizada por la joven actriz británica Rosie Day es su cinta más peculiar. Una joven drogadicta vende a su hijo para poder costearse un poco más de heroína. Sin embargo, no tarda en arrepentirse de esa decisión que toma casi inconsciente. El estreno de 'Baby' llega el próximo 4 de diciembre a los cines vascos en un momento de «agonía para el sector», apunta. La cinta, rodada en Álava, pasea por rincones reconocibles de Vitoria, como Salburua o el cantón de la Soledad en el Casco Viejo, zona que ya registró en otras películas como 'La madre muerta'. También forma parte del paisaje Nanclares de Gamboa, donde luce el pantano y su parroquia del siglo XV.

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–¿Cómo podemos definir esta película?

– Es un cuento de suspense y una historia de vida y muerte. O, como dice el cartel, un viaje del temor al amor. Es una fábula porque hay animales y un cuento para adultos, porque la película exige al espectador una implicación. Lo que ocurre es que la mayoría, por no decir el cien por cien de la creación que hay ahora, da un mensaje ya masticado y directo a la simplicidad con diálogos redundan en lo que ya ves. Es un arte que te entra por un oído y te sale por el otro. De hecho, no recuerdas lo que has visto el día anterior porque es consumo y un material olvidable. Esta película pretende no jugar en esa liga, sino que quiere ser exigente con el espectador y le considera capaz e inteligente, capaz para interpretar y extraer sus propias conclusiones.

– ¿Cuánto ha costado levantar una película tan especial, sin diálogos?

– Ha costado porque estamos instalados en el prejuicio y nos han educado en los conceptos simples: blanco y negro, derecha o izquierda. Esta polaridad ha situado a España como uno de los países más polarizado del mundo, al borde casi del conflicto entre nosotros, cuando en realidad la gente no es así. Ese prejuicio nos lo encontrábamos antes de rodar si hablábamos de que iba a ser una película sin diálogos o pocos diálogos. Había situaciones en las que el interlocutor se levantaba de la mesa cuando escuchaba que iba a ser escaso o ninguno. Hemos tenido que llegar a engañar porque no creían en la apuesta...

– El reparto hace un gran trabajo gestual. ¿Ha habido más ensayos antes del rodaje que en otras ocasiones?

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– No he ensayado más que en una de mis películas, en 'Frágil', donde había escenas más teatralizadas. En las demás películas no he ensayado. En esta ocasión había dos razones: varias actrices tenían que venir desde el extranjero con agendas apretadisimas. Y por otro lado, creía que eso le quitaría misterio y emoción al momento porque para colmo yo improviso mucho. Había cosas escritas de una manera y cuando llegué a la casa donde transcurre gran parte de la película cambié opinión. He confiado más en la adrenalina del momento.

– ¿Cómo respondieron las actrices a estos cambios?

– La protagonista, Rosie Day, tenía más dudas. La veía más temerosa, también por su personalidad, y que es una chica joven, de otro país… La primera semana, las actrices extranjeras, sobre todo, tenían un sentimiento de preguntarse dónde estamos metidas. Pero el resultado dice que la implicación ha sido muy grande. Y en concreto, el personaje de Harriet Sansom Harris, que parece una bruja, se encontró como en su salsa. Me enamoré de ella y de su trabajo. Realmente todas confiaron en la segunda semana de rodjae.

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– 'La madre muerta' (1993) se preocupaba por la pérdida de una madre, en 'Baby' por la pérdida de un hijo. ¿Es la película con la que más se relaciona?

– Hay un universo en el que aparecen la casa, la madre y la pérdida que se repite y está en varias películas como 'Frágil', donde hay una conexión con la naturaleza muy grande. Se repiten porque hay una obsesión del autor, lo que ocurre es que intento irme a otro lugar. Esta película es más cuento que 'La madre muerta'. La suelen relacionar con mis primeras películas, también con 'Alas de mariposa'.

Sin «moralina»

– Claro, en un momento aparece una niña disfrazada con unas alas de mariposa…

– Fue cosa de Azegiñe Urigoitia, la diseñadora de vestuario. El personaje es una niña con su imaginación que no para de jugar y se disfraza porque vive en un lugar totalmente claustrofóbico y cerrado. Ella me hacía propuestas y una vez me vino con ese vestido y esas alas de mariposa. Al verlo me parecía una imagen brutal porque el personaje tiene su propia metamorfosis.

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– Ha hablado de que buscó «no rodar nada que no fuera hermoso». Llama la atención cuando la cámara registra el contraste en entornos cuyo encanto se ha discutido en Vitoria, como esas coloridas fachadas de Salburua o las escaleras del Casco Viejo.

– No hay moralina en esta película. No intentamos juzgar, sino mostrar. Y es interesante que el público tome sus decisiones y piense que estoy diciendo que esto es horrible. A mí personalmente me parecen horrible esos edificios porque es una manera de construir totalmente agresiva y racional. Para mí son violentos. No lo quiero juzgar, pero sí que los muestro para que el espectador tome sus propias decisiones en torno al sentimiento que le provoca.

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– ¿Qué peso ha tenido la música? Fue premiada en Sitges la partitura de Bingen Mendizabal y Koldo Uriarte.

– Tanto como el que más. Yo no comprendo al cineasta que piensa que hay elementos superfluos o que hay que añadirlos al final casi como un elemento decorativo.Hay un chiste que hacemos los cineastas. Decimos que algo se arregla con música cuando ha quedado fatal. Pero la música no está para arreglar nada, es parte de la atmósfera. Es un planeta que se ha creado y la música, como la fotografía o el guion, necesito el tiempo necesario para que tenga el tono. Entre Bingen y Koldo buscaron esos temas que tenían que ver con los diferentes personajes (con el bebé, con el chupete, con esa familia 'monster' que vive en una casa…) y cuando lo encontramos había que desarrollarlo. El proceso fue de un año prácticamente y exhaustivo. Hasta el último día se han ido matizando las piezas y recomponiendo.

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