Localizan en Fontecha la tumba de siete miñones fusilados por las tropas de Espartero
Una conspiración de las tres diputaciones vascas para derrocar al militar del Gobierno acabó con la sublevación del Cuerpo y la ejecución de los forales
Sergio Carracedo
Domingo, 23 de enero 2022, 02:35
El Cuerpo de Miñones, siempre fiel a la Diputación alavesa, estuvo presente desde su creación en todos los asuntos políticos y militares. También en las ... confabulaciones forales, como la que acabó con siete agentes fusilados por las tropas de Espartero, regente de Isabel II durante su minoría de edad. Los hechos se remontan a 1841 una vez terminada la primera Guerra Carlista, en 1839, con el abrazo de Vergara entre el carlista Maroto y el liberal Espartero y la entrega de armas de los partidarios de Carlos.
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«A raíz de la victoria, a Espartero le dan varios títulos por las acciones militares en el País Vasco. Ello hizo crecer su soberbia y su prestigio militar, y comienza a socavar la regencia de la madre de Isabel II, María Cristina de Borbón, que en 1840 acaba cediendo el gobierno en favor del militar», relata Jorge Cabanellas, autor del libro 'Historia de los Miñones de Álava' que esta semana se ha puesto a la venta en las librerías.
«Espartero pronto comienza a tener a todo el mundo en contra. Entre sus mayores detractores estaban las tres diputaciones vascas». La razón principal es que «se le había nombrado hijo predilecto de Álava, pero lo primero que hizo fue eliminar los Fueros, razón por la que la Diputación mueve fichas para desalojarle del Gobierno», explica. Las diputaciones formalizan un complot que recoge a otras personas que llegan al País Vasco desde otras partes de España», indica Cabanellas. «Los tres diputados generales, lejos de los espías que había en las tres capitales, se reúnen en Jatabe, ahora Xatabe, una anteiglesia de Mungia, en Bizkaia, para confabular el derrocamiento del Gobierno nacional», detalla el investigador.
«En 1841 la situación se tensa más y la Diputación levanta en armas a los Miñones y los envía a La Puebla de Arganzón para tomarla y esperar allí a que otras fuerzas militares se sumen a una insurrección general en todo el Estado». Sin embargo, «Espartero manda un ejército tremendo que llegó a Miranda en la noche del 9 de octubre de 1841. Allí los espías le comunican al brigadier Martín Zurbano, que tenía fama de que le encantaban los fusilamientos, que en Rivabellosa y Fontecha había miñones reclutando defensores de la vuelta de María Cristina para levantarlos contra Espartero. Zurbano envía unas unidades de caballería y rodean los dos pueblos. En Rivabellosa captura a tres miñones y cuatro en Fontecha», narra este agente foral en activo.
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«Acción ejemplar»
El riojano «Martín Zurbano no pierde tiempo y plantea una acción ejemplar, ordenando su inmediato fusilamiento. En la tapia del cementerio viejo de Fontecha, junto a la iglesia de San Nicolás de Bari, los ejecutó», detalla Cabanellas. «Fueron enterrados en la zona común del cementerio», a apenas 800 metros del Ebro. La ejecución y la presencia en la zona del ejército provocaron que «todas las unidades se cambiaran de bando, que el jefe de Miñones ordenara el repliegue hacia Vitoria y que el diputado general huyera a Francia», relata. En su opinión, los cadáveres de los siete agentes «siguen en el cementerio viejo, bajo tierra y sepultados por varios metros de maleza». De ellos, Cabanellas ha podido determinar la identidad de dos de ellos, Agapito Ruiz de la Ylla y Ulpiano Quincoces, aunque «los siete eran de la comarca. Se les mandó a ellos a reclutar gente porque los lugareños les conocían. Eran de la zona de Espejo y Valdegovía», asegura.
Apenas 3 años después de los fusilamientos, el 21 de enero de 1845, seis balas penetraron en el cuerpo de Martín Zurbano causándole la muerte. Tras la caída del régimen de Espartero, el presidente Narváez ordenó la ejecución del riojano, orden que se llevó a término en otra tapia, en la del convento logroñés de Valbuena, a escasos metros del río Ebro.
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