Cuando el 31 de diciembre de 2014 cerraba definitivamente sus puertas el restaurante Casa Felipe, en su segunda ubicación de Manuel Iradier esquina con Fueros, ... hubo que cortar la circulación en la zona a medida que fueron acercándose por allí los cientos de parroquianos incondicionales del establecimiento. Muchos de ellos iban a despedirse de la familia del fundador del local hostelero -Felipe- ya fallecido, pero además acudían también a la cita, por ser el último día del año, para tomarse el tradicional vino caliente y cantar aquella canción que la cuadrilla del patriarca Felipe arrancara a cantar desde el siglo pasado en el bar del Resbaladero.
Publicidad
Se trataba de una canción que lleva por título 'La Cirila' y que, con el paso de los años, convocó en las puertas del restaurante a un número creciente de vitorianos cada treinta y uno de diciembre. Allí, con las gargantas templadas por el vino, se sincronizaban espontáneamente las voces de centenares de corifeos hasta conformar un orfeón improvisado -ríete del donostiarra- que cantaba a voz en cuello las virtudes de 'La Cirila'.
La canción cuenta los requiebros de un corneta del ejército -soldado raso para más señas- que, obstinado en echarle un tiento a la moza de sus amores, roba un uniforme de oficial y se disfraza de teniente. Al parecer, la tal Cirila era más sensible a los asedios en función de los galones que adornaban el uniforme del postulante.
Aquella noche de 2014 imaginé que al echar la persiana el Felipe para los restos, también pasaba a mejor vida la canturriada de 'La Cirila', como tantas iniciativas espontáneas que nacen, viven y mueren al margen de los programas oficiales. Porque 'La Cirila' siempre permaneció al margen de la oficialidad, pese a que algunas sociedades gastronómicas y charangas también la adoptaron para su repertorio polifónico de las fiestas de La Blanca. Y porque, además, por qué no decirlo, la letra no cumple con los estándares actuales de corrección política.
Publicidad
Resulta curioso que, tratándose de una canción que nada tiene que ver con la ciudad, hiciera fortuna por el simple hecho del 'san quiero y me da la gana' de un amigo del difunto Felipe, que a buen seguro la memorizaría en las farras del servicio militar obligatorio de la época. Además, la canción no narra las maravillas de ningún molino; ni las delicias piscícolas del Zadorra; ni apela a montes o valles de rincones escondidos; ni tan siquiera rememora a santos ni vírgenes, tan frecuentes en el cancionero popular alavés. Lisa y llanamente, la historieta que cuenta 'La Cirila' es una astracanada. Pero sus orígenes inciertos, así como el hecho de que el nacimiento tuviera lugar al margen de los despachos y salones plenarios, le dieron un barniz que ha hecho que su aceptación fuera creciendo exponencialmente con el paso del tiempo.
Pese a mis temores por el futuro de la canción y porque se perdiera la costumbre de entonarla cada fin de año, otro bar vitoriano vino al rescate y tomó el relevo al Felipe, asumiendo la responsabilidad de continuar convocando a los vitorianos en torno a un vino caliente y a la parrandeada de rigor. Y así, Nochevieja tras Nochevieja, 'La Cirila' ha ido acudiendo puntualmente a su cita en las puertas del bar La Unión, pese a que a muchos les resulte una canción trasnochada y decadente que, a riesgo de incurrir en delito de opinión, es la causa por la que más le gusta a un servidor.
Publicidad
Muchas de las tradiciones que sobreviven al paso de los años y se agigantan hasta convertirse en señas de identidad suelen nacer en el ámbito más personal y ciudadano y no tanto en los despachos. Si imaginamos la mofa que supuso el nacimiento de Celedón, los avatares del muñeco, los atascos sucesivos en su bajada, el empeño de media docena de personas en poner en marcha aquel descendimiento, nadie hubiera dado un duro porque aquella truculencia concitara a decenas de miles de vitorianos cantando una canción sin sentido, con una letra infantil y una rima de ripio.
Y en cambio, con el paso de los años, los vitorianos replican la Bajada en cualquier punto del mundo en que se encuentren porque los acordes del soniquete se han metido entre las costuras del tejido del que se ha trenzado Vitoria. No me digan por qué, pero así es y así será por muchos años. Por fortuna hay ocasiones en que el tiempo no entiende de correcciones, modas, ni otras exquisiteces. Y precisamente por ello, y a pesar de los pesares, el coro 'cirilense' ha ido creciendo con los años y abarrotando las inmediaciones de La Unión. Y el repertorio se ha ido completando con un surtido de canciones que ejercen de calentamiento previo de gargantas, para llegar al colofón en perfectas condiciones con la interpretación de 'La Cirila'. Con puntualidad británica, cada Nochevieja a las nueve de la noche. Y después, cada mochuelo a su olivo.
Publicidad
En esta edición 2021, la covid -en versión ómicron- ha venido a joder la marrana y a impedir la celebración de la efemérides, por lo que los aficionados al karaoke popular de Nochevieja no podremos echar el cántico conforme dios manda. Así que si no hay más remedio que poner a 'La Cirila' en cuarentena, aquí les adjunto el estribillo para que vayan aprendiéndosela y puedan practicar para la Nochevieja de 2022, si es que todavía estamos aquí y no nos hemos extinguido a base de mutaciones. Va por Felipe y por Mariajo, el alma de La Unión.
'Soy el corneta de nuestra fila el más granuja del batallón. / Tengo sitiada a la Cirila que es una hembra de escalafón. / Pa conquistarla más fácilmente me he puesto el traje de mi teniente, / pues de corneta, cuando le hablaba, de mí se pito... pitorreaba.'
Publicidad
'Ven Cirila, ven y verás y verás a un oficial. / Ven Cirila, ven, que te aguarda el teniente más juncal / y que te quiere decir: / Ven Cirila, ven, que me la, que me late el corazón. / Ven Cirila, ven y cálmame este trip tripi tripi tripi trap'.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión