
Vitoria, 45 años de capitalidad / 6
Juan Mari Ollora | Ex diputado general de Álava (1983-87)
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Vitoria, 45 años de capitalidad / 6
Juan Mari Ollora | Ex diputado general de Álava (1983-87)
«Una cosa es ser independentista y otra, ser tonto y el PNV no es tonto»Juan Mari Ollora dice que entre 1983 y 1987 fue un diputado general atípico. Y es que no se desprendió del título de responsable foral ... de Hacienda -labor que había desempeñado durante cuatro años bajo el gobierno de Emilio Guevara- y, por lo tanto, se tenía que «comer» la redacción de presupuestos junto al interventor. Dice que lleva 25 años alejado de la política, aunque sus respuestas demuestran que no es ajeno a lo que sucede.
- Escribió en 1976 'Vitoria y su crecimiento: pasado, presente y futuro'. ¿Se imaginaba que la ciudad iba a evolucionar así?
- Era una investigación desde el punto de vista económico sobre el despegue industrial de Vitoria. Ahí se dieron una concatenación de oportunidades por el agotamiento del espacio industrial en Gipuzkoa y el Duranguesado y que el Ayuntamiento había dispuesto Gamarra para la llegada de la Citroën, que finalmente eligió Vigo.
- Algo similar a lo que después sucedió con la capitalidad.
- Fue una especie de tormenta perfecta. Estás en el momento oportuno con espacios libres. En 1979 éramos el único territorio que, producto del concierto, teníamos recursos suficientes e infraestructuras preparadas para acoger la sede de las instituciones. Y aprovechamos esa oportunidad. Aparte de los efectos económicos que obtenemos al disponer de las retenciones del IRPF de los funcionarios, yo creo que nos puso en el mapa como ciudad, generó tráfico y se establecieron empresas de servicios. También éramos el equilibrio entre las posiciones vizcaínas y guipuzcoanas.
- ¿Y ha merecido la pena?
- No tengo ninguna duda. Es un modelo similar al que hubo en la extinta República Federal de Alemania, porque somos la capital administrativa y Bilbao es evidentemente la capital económica. Álava sólo tiene sentido en su proyecto de desarrollo si está integrada con lo que ya se llamaban las 'provincias hermanas'. No hubiera salido adelante un proyecto de desafección y sería repetir la tendencia de la derecha española antes de la Guerra Civil.
- Crece la sensación popular de que los políticos apuestan más por Bilbao que por Vitoria.
- Mi percepción es que Vitoria es una sociedad escasamente dispuesta a aceptar novedades y cualquier nueva idea se echa atrás perdiendo oportunidades. Pasó con el tranvía y hace menos con el BEI, que nació con un rechazo tremendo. No me identifico con los que entienden una Vitoria enfrentada a Bilbao, ahí subyace un complejo de inferioridad que no tiene solución ni salida. En Bilbao inmediatamente hacen suyos los proyectos, desde el primer habitante hasta el último sin importar el color político, la religión o la etnia. El fenómeno en Vitoria es rechazo inmediato, si puedo lo tumbo, y si sale adelante, después me sumo entusiásticamente.
- En Gipuzkoa existe un frente común a favor de la conexión del tren de alta velocidad con Pamplona a través de Ezkio, y en Álava no se defiende de forma tan entusiasta la opción de Vitoria.
- Falta un liderazgo social de instituciones no estrictamente políticas.
- ¿Los acuerdos de hace 45 años serían posibles con los políticos de ahora?
- La política no tenía nada que ver con los modelos actuales y yo no voy a ser tan estúpido para calificar que lo nuestro era mejor. La polarización extrema que se vive en la política española, quieras o no, se decanta en la sociedad vasca con menos inercia. De momento no tenemos nada que ver, pero no sé cuánto va a durar este oasis.
- Varios entrevistados han dicho que sirvió para 'amarrar' a Álava, la provincia menos vasquista.
- Pues míranos ahora (ríe). ¿La capital sería Vitoria si no hubiera tenido las infraestructuras que se requerían? Pues no sé. Aquí hubo que crear una administración de la nada y en Álava contábamos con un geriátrico que iba a endeudar a la Diputación de por vida, el Palacio de Ajuria Enea y el instituto.
- ¿Se imaginaba que, 45 años después, Bildu iba a ganar en Vitoria las elecciones municipales y autonómicas y que a nivel autonómico estuvieron a un paso del 'sorpasso'?
- La situación del PNV para mantener el liderazgo es complicada. La sociedad ha cambiado mucho y es extremadamente individualista, con unos ratios de bienestar comparables a cualquier país europeo de nivel alto y unas exigencias continuas. Además, creo que los partidos tradicionales no tenemos buena respuesta con el tema de la inmigración. Yo no soy capaz de dar lecciones. También es cierto que llevamos muchos años en el gobierno y llegará el momento de decir 'que pasen otros'.
- Están llamando a la puerta 15 años después del fin de ETA.
- Más que tocar la puerta, ya la están empujando. Parece que la sociedad tiene ganas de pasar página y no sé si debe hacerse tan rápido, pero pensar que se va a hacer un relato completo e integrado de la locura y la tristeza de estos años es imposible. Iniciativas como Gogora o los centros de memoria me parecen magníficas, pero yo no voy a vivir para ver una comisión de la verdad, como la que hubo en Sudáfrica, Chile o Argentina.
- El 19% de la población se considera sólo vasco. ¿Le parece lógico que el PNV apoye mociones junto a Bildu en las Juntas Generales que hablan sobre el derecho a decidir?
- A mí, sí. El PNV siempre trata de defender el interés general y en nuestro ADN se incluye cualquier reivindicación que suponga profundizar en el autogobierno.
- Pero, ¿ahora corresponde reabrir este debate?
- No creo que se haya reabierto. Los tiempos son lo que son y estamos a años luz de que en España haya un debate sobre la plurinacionalidad. Una cosa es ser independentista y otra cosa es ser tonto, y yo creo que el PNV no es tonto. El derecho a decidir no está en la primera línea, en comparación con otros tiempos.
- Usted impulsó el Pacto de Lizarra.
- Y de aquello aprendimos bastante. Con aquel pacto lo único que buscábamos era la paz y de facto generó una tregua indefinida, que nunca antes se había conseguido. Pero fuimos ingenuos porque no caímos en todo el trabajo posterior que había que hacer para transmitir a la opinión pública que aquel era nuestro logro. Además, fuimos a calzón quitado sin agencias especialistas en mediación de conflictos, como después se hizo. Tampoco supimos entender que ETA había tomado esa decisión porque lo vio como una oportunidad para trasladar que, si aquello salía adelante, era su proyecto político. Además, vimos las primeras reacciones del 'Estado profundo'. Las exigencias de unos y las ilusiones de otros nos llevaron al desastre.
- ¿Se arrepiente?
- Ya le he explicado las ingenuidades que cometimos.
- Parte aquello de la 'vía Ollora', en la que usted proponía en 1996 negociar incondicionalmente con ETA.
- Era una época de enquistamiento del conflicto y pretendía dar voz a la ciudadanía para intentar llegar a un acuerdo. No era muy distinto a lo que fue el Plan Ardanza, la 'segunda parte' del Pacto de Ajuria Enea, y que planteaba a los partidos que en Madrid se respetase lo que se decidiese a nivel vasco. Luego llegó el Plan Ibarretxe, cuando yo ya estaba fuera de la política, que fue un intento honesto y sincero de intentar dejar ver las costuras del sistema político español al tumbarlo.
- ¿Usted, gran defensor del concierto económico, cree que se usa lo suficiente la autonomía fiscal en Euskadi tras una reforma fiscal que es una simple revisión?
- Hay partidos que dicen que se requieren reformas estructurales. ¿Cuáles? ¿Qué impacto tienen? ¿Qué cambios mantienen la recaudación para mantener todos los derechos públicos? A mí me parecen debates puramente nominalistas y vacíos de sentido.
Juan Mari Ollora acaba de aterrizar de un largo viaje a China junto a su familia. «Aquello es otra magnitud. Las infraestructuras allí son impresionantes y no hay ni un papel tirado en la calle», explica. Desde que dejó Kutxabank, en 2021, no ha parado. Sigue andando rápido, como aún le recuerdan algunos de sus excompañeros le recuerdan, pero ahora lo hace entre caminos de parcelarias. «Hay un paseo impagable entre Mendizabala, la parcelaria que llega a Lasarte y Berrostegieta, y vuelta a casa por Armentia», indica.
Dejó la política hace un cuarto de siglo, y tras un breve paso por su puesto original en SEA-Empresas Alavesas, se convirtió en secretario general de la empresa Condesa y luego acabó su trayectoria profesional en Kutxabank, donde permaneció durante ocho años. «He estado en la Administración pública, la empresa privada y el sistema financiero».
Ollora regatea las preguntas en referencia a la entrevista de Emilio Guevara publicada el domingo pasado en esta serie. «No he venido aquí a polemizar con él», repite. Hay una excepción. «Somos deudores de trayectorias distintas. Él explica, y le entiendo perfectamente, que el euskera le ha mandado a Logroño. Yo estoy contento y alegre de lo poco que hablo y me enseñó Peli Martín, me sirve ahora para hablar con mis nietos», señala.
Tras años sin referencias, el nombre de Juan Mari Ollora volvió a aparecer en otoño como uno de los apoyos a Gorka Urtaran para presidir el Araba buru batzar (ABB). «Era la persona que yo veía como más indicada para el cargo, pero a partir de ahí (tras la elección de Jone Berriozabal) y parafraseando al poeta José Bergamín: yo voy con el PNV hasta la muerte y ni un paso más», afirma respaldando a los nuevos líderes del partido.
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