La desafortunada construcción de la parte escultórica de la Plaza Monumento de los Fueros de Vitoria ha lastrado durante más de cuatro décadas el aprovechamiento ... del artístico adoquinado de granito que diseñaron Eduardo Chillida y Luis Peña Ganchegui sobre el solar resultante del derribo de la vieja Plaza de Abastos. Los funcionarios forales señalaban en su día que el solar resultante de la demolición «debe encontrar su vocación de estancia en forma de espacio peatonal trascendido por el arte» y esta condición fue fielmente cumplida por el equipo Chillida-Peña Ganchegui. Su urbanización fue entendida por la ciudadanía a los pocos meses de su apertura al público.
Eso es lo que habría que poner en valor ahora, tras el centenario del nacimiento del escultor, cuando la antigua parcela de Abastos sigue siendo un espacio muy apreciado y se ha consolidado como una plaza más de la ciudad, pero queda algo por hacer para que podamos presumir de que Vitoria forma parte del listado de un centenar de ciudades que poseen una pieza de arte urbano diseñada y elaborada por Chillida. La vitoriana, un bloque de acero de 4.000 kilogramos de peso cortado y retorcido que exhala sus tensiones sobre una muralla, pasa desapercibida. La principal causa de ello es que la fortificación hunde sus muros hasta cuatro metros por debajo del nivel de la plaza.
Fuera de la vista
La escultura de acero sigue pasando desapercibida, hundida cuatro metros
Aún existe un debate sobre si fue oportuno emplazar esa especie de fortificación en la parte más estrecha de la plaza. El mismo artista donostiarra desechó inicialmente esa ubicación en 1975, aunque un año más tarde la aceptó. Pero lo hizo sublimando con el arte un corredor peatonal. Considero conveniente insertar una cita de un libro que explica mejor que nada su intencionalidad: «Cuando voy a hacer una obra –explica–, está madurando en mi cabeza. Yo la conozco antes de hacerla pero no sé cómo va a ser y no quiero saberlo. Conozco su aroma». La pareja Peña Ganchegui-Chillida había recibido un encargo que era poco más que una pavimentación, un plan urbano, pero se trataba de una intervención urbana escultórica. En definitiva, una obra de arte en la que, como tal, la última palabra la tenía el artista.
Ninguno de quienes cuestionaron la propuesta de los donostiarras en 1977 lo hizo desde esa perspectiva. Esta actitud les molestó, y reaccionaron abandonando el proyecto, que solo reanudaron cuando se les hicieron llegar 7.000 firmas de apoyo. No está claro si ya entonces se había decidido deprimir el emplazamiento de la escultura de acero y su envolvente de sillería. En la maqueta inicial, el conjunto –cerco de piedra y escultura– se alzaba a cuatro metros de altura sobre el nivel de la plaza. Este fue un aspecto que asustó a los comerciantes porque a su juicio iba a arrinconar a sus establecimientos, pero lo cierto es que, aparte del recelo de estos profesionales, la complejidad técnica de la cimentación también influyó en el soterramiento. Había que buscar una sustentación segura que soportara los forjados del 'bolatoki', los paramentos del frontón y las cuatro toneladas de la escultura. Todo ello derivó en que donde no estaba previsto excavar más de dos metros, se llegó a profundizar más de cinco.
Reforma de 2012
Se mantiene la división entre el recinto dedicado a los deportes vascos y el de homenaje al Fuero
Fuera como fuera, aquel intrincado proceso derivó en un hecho consumado. Este fue que la plaza que se entregó al Ayuntamiento en 1982 estaba dividida en dos mitades: la del recinto dedicado a los deportes vascos y la zona reservada a homenajear a Los Fueros. Sigue siendo necesario evitar esta división. La reforma impulsada por el Ayuntamiento y realizada entre abril y diciembre de 2010 solucionó algunas de las taras con la que nació la muralla que envuelve a la escultura y el emplazamiento de ella dentro del foso. Sin embargó, no se resolvió su aislamiento respecto al espacio dedicado a los deportes autóctonos. En su diseño se intuye un lugar que propicia esa necesaria cohesión. Se trata del hemiciclo que forma la parte escultórica para dar cabida a un roble. Ya se tuvo en cuenta en la reforma de 2010 y con ese fin se saneó la tierra existente en el alcorque que lo debía acoger, la cual tenía problemas de drenaje «que impedían su agarre» (ELCORREO, 27 de enero de 2011). A mi juicio, eso es incierto.
De no haber sido por las numerosas veces que fue arrancado cada verano para que no estorbara la visión de un escenario colocado sobre un peldaño del monumento, hoy tendríamos un frondoso árbol que ayudaría a esa conexión entre las dos almas de la plaza. Durante más de una década después de 2010, el plantón arbóreo arrancado en verano era repuesto a comienzos de otoño hasta que al llegar la canícula del siguiente año, volvía a ser extraído. Era imposible que pasara de ser un simple retoño. Ahora, ni eso. El brocal para implantarlo lleva años cegado con cemento. Pareciera que Vitoria fuese como aquel pueblo que se cansó de mantener una piscina municipal por falta de bañistas y resolvió el expediente llenando de grava el estanque natatorio.
Protección
No estaría de más que se instara a las autoridades a declarar la plaza como Bien de Interés Cultural
Desde mi punto de vista, esta pequeña historia arbórea es mucho más que una anécdota. Pone de manifiesto que la opinión ciudadana de esta ciudad no cree, como decía el alcalde de turno tras la rehabilitación de 2010, que la talla de Chillida sobre el Fuero «es un tesoro». Aunque Luis Chillida, hijo del artista, invitó entonces al público a que bajara a ver y tocar la escultura, mucho me temo que son pocas las personas que han seguido su consejo. Así que si queremos poner en valor los méritos de la Plaza Monumento a Los Fueros, lo primero que tendríamos que lograr es un robusto apoyo popular al monumento foral. Una vez conseguido ese objetivo, que exigiría explicar el mensaje de los artistas y publicitar su relevancia artística mundial, las acciones a realizar no deberían ser muy costosas. De momento bastaría con mejorar a fondo el mantenimiento de la urbanización. Las hierbas y hierbajos que crecen entre los intersticios de las hiladas de adoquines son la principal amenaza para la estabilidad de muros y pavimentos.
Pero por si estas mínimas labores no fueran suficientes y hubiera que hacer alguna mejora estructural, no estaría de más que se blinde a la plaza contra intervenciones indeseadas. Por ejemplo, instando su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) una vez que los redactores del catálogo de Bienes Culturales Protegidos del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz no han considerado necesario incluir a la céntrica plaza en ese listado de obras. Ahora bien, si se optara por esa opción, la Corporación vitoriana tendría que curarse en salud e ir buscando otro emplazamiento más propicio para la realización de los conciertos veraniegos al aire libre.
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