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Jesús Camarero (Mondragón, 1958) sostiene que vivimos en una época de bienestar sin precedentes, pero advierte que ese progreso desbocado podría arrastrar a la humanidad ... hacia un «desastre previsible». Así lo desarrolla en 'Teoría del exceso', el ensayo con el que ha ganado el Premio Ciudad de Valencia de Ensayo Celia Amorós. En él, el catedrático analiza los efectos nocivos de un consumismo acelerado y plantea que tenemos que recuperar el contacto humano. Mirarnos más a los ojos en lugar de a las pantallas.
«Es la primera vez que me dan un premio. He trabajado 40 años en la universidad, he publicado libros y más de doscientos trabajos científicos, pero la recompensa era el sueldo que te daban a final de mes», comenta este profesor jubilado desde hace año y medio que reside en Vitoria. La obra, publicada por la editorial Renacimiento, ha llegado estos días a las librerías.
En sus páginas, Camarero disecciona conductas que le preocupan, como la pérdida de atención, el descrédito de las humanidades o la falta de pensamiento crítico. Lo analiza a través de lo que llama el 'método de la etopía', en el que se trata tanto la ética como el impulso utópico. «Como profesor, lo que digo es que hay que estudiar todos los días», resume.
- En el libro cita a distintos pensadores. ¿Qué papel juega Rousseau?
- En este ensayo he hecho dos cosas. Por un lado, he observado la realidad. Por otro, llevo más de cuarenta años leyendo ensayos de fondo. Me han acompañado autores de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt; Erich Fromm... Rousseau me parece esencial porque, estando de acuerdo con el proyecto ilustrado, supo advertir del peligro de ese progreso desmedido que podría destruir al ser humano y tener un coste descomunal. Hoy, las teorías del decrecimiento apuntan a lo mismo, e indican que estamos agotando los recursos del planeta. A eso se suma la falta de reflexión en el sistema educativo. Hay alumnos que se aburren al leer diez líneas seguidas y personas que, en reuniones, no escuchan, sino que enseguida consultan en Google.
- Le inquieta el uso indiscriminado del móvil.
- Nos esclavizamos a nosotros mismos, como dice el filósofo Byung-Chul Han (reciente Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades) y lo hacemos con rutinas y protocolos que limitan nuestra libertad. Un niño puede pasar tres o cuatro horas al día encerrado en su burbuja digital. En el mito de la caverna de Platón se hablaba de que en lugar de la realidad veíamos solo sombras en la pared. Hoy esa caverna es digital. Nos sometemos a las pantallas y dejamos de mirar el mundo, a las personas, a los objetos...
- Introduce en el ensayo el término 'etopía', que se repite en cada capítulo. ¿Qué significa?
- Es un método de análisis. En cada capítulo analizo un fenómeno real y luego planteo una posible solución. Para eso creé un término nuevo, que fusiona 'ética' -la búsqueda del bien- con 'utopía', que es la idea de una posible resolución en el futuro. Así nace el término 'etopía', que empleo en el ensayo.
- ¿Un ejemplo concreto de esa idea?
- Podemos observar que tomamos decisiones con una rapidez desmedida. La solución pasa por ralentizar, detenernos, pensar. Ese sería un ejemplo en términos muy simples.
- ¿Recomendaría este libro a los políticos? ¿Siente que hay algún partido que se mueva en sintonía a lo que propone?
- Todos los partidos y gobiernos siguen apostando por más desarrollo. Es cierto que hay correcciones como cerrar nucleares, relocalizar industrias… Yo siempre digo que tenemos que volver a un mundo más local, pero sin perder de vista lo universal. La aplicación política de teorías filosóficas es compleja, pero movimientos como la descarbonización apuntan en la buena dirección. Este libro no es una biblia, sino un ensayo que busca el análisis y la reflexión. Planteo ideas para que el lector las aplique en su vida y la suma de esas voluntades podría generar un bien común. Lo que propongo es una utopía 'rousseauniana' adaptada al siglo XXI. Los gobiernos hacen algo, pero lo que queda por hacer es inmenso.
- Empezó a dar clases en 1983. ¿Qué cambios ha notado entre aquella época y la actualidad?
- No se parecen en nada. En esos cuarenta años han pasado al menos dos generaciones y es lógico que haya una evolución. En los años ochenta, con la Movida, había un deseo de conocer, de experimentar, de vivir intensamente. Veníamos de una sociedad represiva, donde no podías besar a una chica en la calle. Ahora la mentalidad es otra. Es más hedonista, más materialista, con un pragmatismo mal entendido. Hoy los estudiantes piensan sobre todo en sacarse un título y ser contratados por una empresa.
- ¿Ha sentido una merma en la atención?
- Roberto Casati tiene un libro sobre el déficit de atención que provocan las pantallas, 'Elogio del papel'. Antes de la llegada de los móviles, en los noventa se notaba un problema de desinterés progresivo por el conocimiento y abandono de los hábitos de lectura.
- En las primeras páginas menciona a la Escuela de Chicago y habla de la 'excesividad' como consecuencia directa del capitalismo salvaje.
- Sí, lo estudió muy bien Naomi Klein ('La doctrina del shock'). Este hipercapitalismo, este poscapitalismo, está llegando al límite y se está volviendo decadente. Nací en Mondragón, una villa metalúrgica. Pero con la deslocalización, buena parte de la producción se ha ido a China y otros países. Fabrican más barato, pero de peor calidad. Hemos perdido industria, riqueza, empleo. Y eso me da una pena tremenda. Se producen objetos inútiles a gran escala. Aun así, todavía somos capaces de generar riqueza desde un capitalismo más sensato y equilibrado.
- También tiene propuestas frente al 'exceso'.
- Si el ser humano se ha descentrado y está perdido, como ya decía Ortega y Gasset, la solución que propongo es que cada persona individual regrese a su propio yo interior y actúe en consecuencia de una manera racional. Básicamente se resume en eso. Si uno pasa 8 horas al día pegado el móvil, que lo deje; y si uno va a 180 por la autopista, que vaya a 110.
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