«Nuestras abuelas han vivido peor que mujeres medievales»
En su libro 'Tierra de damas' repasa el papel de las nobles en la creación del románico en Euskadi. «No era sólo por fe, había intereses políticos»
Detrás de la creación de decenas de templos románicos en el País Vasco, en su primera piedra, hubo una mujer. Ellas ejercían un «matronazgo» activo ... y eran «poderosas». Así las retrata la filósofa e historiadora del arte, y uno de los pilares de Álava Medieval, Isabel Mellén, que durante tres años ha escarbado en el pasado para alumbrar el libro 'Tierra de damas' –lo ha presentado este martes en la Casa de Cultura– sobre el papel de las nobles en la construcción de las iglesias de la época.
– ¿Cómo contribuyeron las mujeres al románico?
– La relación de las damas medievales, que eran de la nobleza, fue de matronazgo, ponían dinero para construir templos con unos intereses que no eran exclusivamente de fe sino como estrategia política o panteones. Ellas escogían la iconografía.
– Cuenta que en el País Vasco, a diferencia de otras zonas, apenas aparecen imágenes religiosas en las iglesias de la época. En su lugar hay damas con tocados, castillos... ¿Por qué?
– Aquí teníamos todos los centros de poder religioso bastante lejos, esto era como la periferia, y las élites locales gestionaban absolutamente todo, la economía, las leyes e incluso la religión. En las iglesias privadas no hay espacio para nada religioso y hablan sobre todo de sus propietarios.
– ¿Cuál es el mejor ejemplo?
– El caso de Alaiza. Hay pinturas del siglo XII en las bóvedas donde se nos muestran todos los roles de género asociados a las mujeres y los hombres de la época. Vemos una casa torre y dos iglesias alrededor de las que sólo aparecen mujeres. Como documento visual es increíble.
– ¿Eran poderosas?
– Sí, y mucho. Gobernaban señoríos, gestionaban negocios, eran juezas y árbitras de la sociedad... En el caso de Estíbaliz se ve claramente. Detrás están las mujeres de la casa de Haro y en la documentación las vemos actuar en solitario, sin compañía de ningún nombre masculino.
– En su libro habla de las damas, pero la diferencia con las mujeres de clase baja sería abismal...
– Son roles completamente distintos, como ocurre en nuestra ciudad con las ricas y las que nos toca currar. Las damas vivían con una pequeña corte y, no se puede saber qué relación tenían, pero alguna como Berenguela López de Haro deja en su testamento todo a otras mujeres menos pudientes. Al final, las criadas, las campesinas, les rodeaban todo el día, eran sus amigas, y había estrategias de sororidad. Les ayudaban, les dejaban vestidos, dotes para que se casaran...
Cómo leer el pasado
– ¿Había cultura machista en aquellos siglos?
– La misoginia se concentraba mucho en el clero. En el siglo XI se establece la idea del celibato y para imponerlo empiezan a desarrollar una literatura muy misógina en la que las culpables eran las mujeres, pero a eso que pertenecía a un círculo muy cerrado se le da un altavoz tremendo después.
– ¿Es un error leer el pasado con los ojos del presente?
– Siempre. Se ha intentado oscurecer mucho la Edad Media, pero el momento más duro en el que se tocó fondo en los derechos y la calidad de vida de la mujer fue en el siglo XX, con el franquismo. Es una verdad muy incómoda y dolorosa pensar que nuestras madres y abuelas han vivido peor que mujeres de hace 800 años.
– En el gótico participaron con sus propias manos en la construcción de la catedral vieja.
– Sí, está súper documentado, pero hay gente que cuando le dices que las mujeres trabajaban en la obra les peta la cabeza. En una capilla del convento de San Francisco, por ejemplo, encontramos que habían participado mujeres y en unas casas de la calle Pintorería también, ciento y pico peonas, aunque es verdad que cobraban la mitad que los hombres.
– Ahora que la ciudad está en pleno debate sobre la inclusión de más mujeres en su callejero, ¿qué nombre propone?
– Habría varios pero, sin duda, una que se lo merece es María Sarmiento. Es una mujer de la casa de Ayala que no sólo gobernó su señorío sino que ejerció de jueza en Vitoria e hizo bastantes obras de caridad y construyó muchos hospitales, uno en Estíbaliz, otro en Salinillas de Buradón y el de Nuestra Señora del Cabello, que hoy es el hospital Santiago.
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