«En dos semanas se olvidan de esto»
Víllodas sale de su aislamiento, nueve vecinos de Asteguieta continúan desalojados y las industrias de Gamarra retoman la producción. Los afectados urgen «una solución»
j. nicolás / j. a. goitia
Martes, 14 de diciembre 2021, 00:26
Las aguas se baten en retirada y dejan ver el resultado de cuatro días a remojo. Víllodas, Gamarra, Asteguieta y Durana, entre otras, van poco ... a poco recobrando la tranqulidad. El balance de daños es cuantioso y sus vecinos empiezan a exigir responsabilidades a instituciones e indemnizaciones a los seguros.
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«He perdido 25 hectáreas de trigo. ¿Y ahora quien se hace cargo?», se preguntaba Rafa Ortiz de Guzmán. Él pudo salvar en el último momento su tractor y su Land Rover del agua. «Se ha quedado a solo dos dedos de la riada de 2003», apuntaba sobre las huellas que dejaron en las paredes de su lonja.
El que está dispuesto a «dar la batalla» es Jose Ramón Sánchez, al que se le inundó su casa y su txoko. Este vecino de Asteguieta achaca estas últimas inundaciones a la obras con las que URA recuperó el meandro enterrado por la construcción del antiguo Eroski, cerrado desde hace 17 años. «Cuando estaba en el concejo se consultaban estas obras a los vecinos. Para esto no han contado con nadie. Antes teníamos el agua a un kilómetro y ahora la tenemos a 200 metros».
«Lo de estos días ha sido la gota que ha colmado el vaso; que se sienten ya y lo arreglen»
miguel monreal, pte. víllodas
«Han desalojado a dos comunidades un día antes porque el agua entraba por donde no debía»
juan guerrero, pte. asteguieta
Una sensación que corroboraba el presidente de la junta administrativa, Juan Guerrero. «Esta vez no se nos ha inundado el pueblo como solía pasar. Han tenido que desalojar un día antes a dos comunidades de vecinos porque entraba el agua desde el meandro», señala. Todavía nueve personas continúan en a la espera de regresar a sus casas. «Mis hijos me preguntan cuándo vamos a volver y no sé darles una respuesta», comentaba Ahahledada Elwly, uno de los desalojados.
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Lo que sí se pudo recuperar fue la circulación entre el pueblo y Vitoria. La otra localidad que salió de su riguroso aislamiento fue Víllodas. Después de tres días incomunicados, los vecinos volvieron ayer a cruzar el puente, única puerta de acceso, que terminó oculta bajo el agua. El Zadorra vuelve a su cauce, pero aquí como en Asteguieta las heridas siguen muy abiertas. «Esto es la gota que ha colmado el vaso. Cada vez que llueve de seguido y abren las compuertas temblamos en el pueblo», denuncia Miguel Monreal, presidente del concejo. «La gente ya está harta. En dos semanas ya se olvidarán de nosotros. Queremos que se sienten en una mesa para buscar una solución», censura molesto.
El último susto de esta crecida se lo llevaron las empresas del polígono de Gamarra. El agua entraba a primeras horas del sábado e hizo temer lo peor. Por suerte, los propietarios de las industrias respiraron ayer aliviados tras el primer examen de los desperfectos. Enfangados, los trabajadores se emplearon ayer en retomar la producción. La fábrica más amenazada fue la de Café Fortaleza. El agua no afectó a las máquinas, que se subieron al primer piso tras unas inundaciones anteriores.
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Pérdidas limitadas
Lo mismo pasó en los concesionarios. «Ha habido suerte. Nos planteamos sacar los coches, pero se habrían quedado en el agua. Las pérdidas serían de entre tres y cuatro millones de euros entre todos los concesionarios», calculaba Eugenio Eguinoa, de Deltavi. Una tranquilidad que compartía Manolo de la Torre, de Ballestas Gasteiz. «Subimos las máquinas hacia arriba por lo que podría ocurrir, pero nos hemos salvado. Esto hubiese sido tremendo».
Misma sensación se respiraba en Durana. Allí, la imagen del 'arca de Noé' sitiada por el Zadorra y la aceleración del desembalse puso en alerta a los vecinos más próximos a la presa de Ullíbarri. Las últimas 48 horas han sido muy intensas en la casa de Carmen Guerra. Tuvo que dejar su vivienda después de que el agua irrumpiera en ella. «Subió como unos diez centímetros en toda la casa», recuerda, todavía con el susto encima. «Te vas sin saber qué te vas a encontrar».
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