De Iñaki a Celedón: así se forja el mito de la fiesta
A menos de tres meses para la Bajada, Kerejazu le toma la medida a un personaje para el que, en realidad, lleva toda la vida preparándose
Hay críos que sueñan desde que apenas levantan unos palmos del suelo con medallas de oro, con podios, con la gloria. Algunos, muy pocos, lo ... consiguen y llegan a ser deportistas de élite tras años de sacrificios, de renuncias, de entrenamientos extenuantes. En los Juegos Olímpicos de París de este verano muchos de ellos verán cumplido ese hondo anhelo: vivirán en el Stade de France ese momento, quizás apenas unos segundos, para el que tantísimo tiempo llevan preparándose. A las 17.59 horas del 4 de agosto quizás allí habrá un atleta tratando de calmar los nervios a la espera del disparo de salida. En ese preciso instante, pero aquí, a él también el corazón se le querrá salir por la boca. Estará a punto de enfrentarse a ese instante decisivo con el que tantas veces ha fantaseado. Un chaval dejará de ser Iñaki para convertirse en Celedón. Así se forja el mito de la fiesta.
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A falta de tres meses para la cita olímpica, los centros de alto rendimiento tienen que ser un polvorín, con deportistas dejándose el alma para arañar esas milésimas de segundo al cronómetro que marquen la diferencia entre el éxito y el fracaso. La preparación de Iñaki Kerejazu, próximo Celedón, no está siendo desde luego ni tan exigente ni tan física. Es un tipo deportista, amante del basket. Va al gimnasio. Pero, a pesar del esfuerzo físico y el enorme desgaste que le supondrán recorrer esos 115 metros entre una multitud con la alegría a punto de nieve, 'El Nuevo' reconoce que tampoco es que esté empleándose a fondo ante su desafío. Sus hechuras, ya de por sí, imponen. Y su cuerpo está más que habituado a sortear ese sudoroso y etílico laberinto humano: tiene 29 recién cumplidos y lleva siendo 'escolta' de Celedón desde los 18 años.
En realidad, Iñaki Kerejazu afronta estos escasos tres meses que quedan para la Bajada más bien como lo hace un actor antes del rodaje de una gran superproducción. Solo que él no tiene que tirar de método Stanislavski ni zarandajas. Ha nacido para interpretar a Celedón, para ser Celedón. Es el papel de su vida. Y esto no es ninguna hipérbole. «Mi aita (Javi, un conocidísimo blusa de los de pedigrí) me empezó a sacar en el paseíllo cuando tenía 8 meses...», reconoce. Él ha mamado en casa esa pasión, esa devoción por las fiestas de Vitoria. Por si había alguna duda de que estaba predestinado para convertirse en el gran icono vitoriano, hace justo 20 años fue Celedón txiki. Lo tiene todo.
«Una pesadilla»
«El otro día tuve una pesadilla. Estaba angustiado porque era el día 4 de agosto a las 17.00 horas de la tarde y no tenía la ropa de Celedón. Mi novia me preguntó que qué me pasaba y, en ese momento, me desperté convencido de que todo era real», cuenta. Tampoco hace falta ser Sigmund Freud para interpretar el sueño de Iñaki, no es que sea necesario que escarbar mucho en la psique de nuestro Celedón para concluir que el reto al que se enfrenta le importa. Mucho. Muchísimo. Tanto que, a ratos, hasta le quita el sueño.
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Tiene hechuras rotundas: «65 de brazo, 58 de espalda, 110 de cintura y 98 de largo de pantalón»
Para garantizar que tal cosa no le va a ocurrir, que siempre tendrá un traje dispuesto para él, este periódico le acompañó a la tienda Zazpiak Bat, en el número 6 de la calle Rioja, nuestro 'Savile Row' vitoriano y celedonesco. Nada más cruzar la puerta de este imprescindible comercio de trajes regionales, su dueña, Aintzane Ramírez, ya calcula que Iñaki gasta una 54 de blusa y un 52 de pantalón. «Y calzo un 45 y medio», anota el joven.
Por si acaso y para evitar que la blusa le tire de la sisa, Aintzaine se pone a tomarle las medidas: «65 de brazo, 58 de espalda, 110 de cintura y 98 de largo de pantalón», anuncia con la cinta en la mano. Más que un 90-60-90, este personaje suyo exige una planta rotunda, unas hechuras contundentes que, en su caso, van de serie. Con todo, a él no le importaría esculpirlas. Para interpretar a su personaje más icónico, Stallone afrontó una rutina hercúlea, con crunches, con pulldowns, con curl de barra. Y él, la verdad es que lo ves ahí, subiendo la escalinata de San Miguel y recuerda un poco a Rocky ascendiendo por los peldaños del Museo de Arte de Filadelfia.
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«Todo lo que me he encontrado es fantástico», asegura. Hasta ha vivido algún momento fan
Podrá machacarse estas semanas en el gimnasio, podrá hacerse mil pruebas de vestuario, incluso podrá aprender algo de protocolo, el justo y necesario para saber dónde colocarse, entre tal y cuál autoridad, en el rosario de actos oficiales que deberá afrontar. Sin embargo, no hay lección, no hay cursillo para saber reaccionar al cariño de la gente ante la figura que le toca encarnar. En una ciudad y en una sociedad como la de Vitoria, la admiración reverencial por Celedón puede llegar a apabullar. Él ya ha vivido algún que otro momento fan.
«De momento, todo lo que me estoy encontrando es fantástico, pero uno de los primeros días después de que (el nombramiento) se hiciera oficial , estaba tomando unos potes en la Cuchi y, en un momento dado, vi cómo una chica estaba así, como escondiendo el móvil, para hacerme una foto. Yo, ni me lo pensé, y le dije que no hacía falta que se escondiera, que estaba encantado de hacerme una foto con ella, me emociona ver el cariño que este personaje despierta entre la gente», relata. Sí, es verdad que en estos meses quizás Iñaki tenga que echar el resto, tendrá que buscar esas abarcas que le siente como un guante... Pero hay algo, una característica fundamental para convertirse en Celedón, por la que él no se tiene que preocupar lo más mínimo: está más que claro que es un buen tipo. Y para eso no hay entrenamiento posible.
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