La ralentización que se vive en el resto de Europa ha llegado a una de nuestras grandes empresas. En un territorio en el que parte ... de los huevos están en la cesta de la automoción y las dos mejores gallinas que tenemos son Mercedes y Michelin, una tos de una de ellas hace que todos nos constipemos.
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En este contexto, los recortes en la firma francesa son una gripe seria. La reducción de la plantilla en 150 personas y el freno a una inversión de 75 millones de euros marca un punto de inflexión para el futuro. La deslocalización es un riesgo real.
Pero no nos debería pillar por sorpresa. Las frases «hay una pérdida de confianza» con la factoría o «después de lo ocurrido en Vitoria es posible que necesitemos menos plantilla» pronunciadas por responsables desde Francia nos muestran que las toneladas de producción canceladas que antecedieron a este jarro de agua helada no son fruto de un calentón. Michelin ha dado un giro de 180 grados en su relación con la otrora factoría emblema de la firma.
Las razones de esta situación son diversas. Es verdad que este año se espera superar la barrera de los 90 millones de vehículos vendidos en el mundo, cifras que igualan la época pre COVID. Pero la mayoría se colocan en mercados muy lejanos para Vitoria, como Asia, Oriente e Hispanoamérica.
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Esto provoca que, por ejemplo, Bridgestone esté hecha unos zorros o la propia Michelin haya recortado 1.500 empleos en Karlsruhe (Alemania) y medite cerrar su planta en Ardmore (Arizona, EE.UU). Ante esto, poco se puede hacer desde aquí.
Pero la situación interna en Vitoria sí pesa en nuestra fábrica. Y remarco 'nuestra'. Hay empresas que por su arraigo, apoyo público, dependencia directa e indirecta de ella e historia, trascienden a la legítima, necesaria y coyuntural representación sindical.
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Defender a los trabajadores es un derecho indiscutible. Pero decisiones de calado como salir del comité intercentros e ir por libre, con lo que supone, no debe hacerse en un referéndum con la abstención de un tercio de la plantilla y una victoria que no llegó a los cien votos. Menos de un centenar de papeletas no pueden inclinar el futuro de la fábrica y, por extensión, de la ciudad.
No entro en si las huelgas pesan o no. Es la herramienta que tiene la parte social. No analizo si los salarios de Michelin son buenos o malos. Ojalá todo el mundo se iguale por arriba. Pero sí cuestiono las formas y el fondo de las decisiones de algunas centrales y el tibio y acomplejado silencio de otras. Las estrategias son para mejorar y garantizar el futuro. Sin porvenir, no hay nada que acordar.
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En el caso de Michelin Vitoria, uno tiene la sensación de que ciertos sindicatos, mayoritariamente nacionalistas, han primado la política a los derechos y el futuro de los trabajadores. Que se conforman con el pan para hoy, el protagonismo en los vestuarios… y mañana ya veremos. Que su único gran objetivo es la excepción vasca y la patria independiente. Pero ojo, porque pueden conseguir que seamos tan independientes y tan libres como un niño huérfano.
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