Quedamos en la plaza del Estado
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Hay una moda ya enraizada de evitar decir la palabra España por la cuadrilla nacionalista de esta nuestra comunidad autónoma que por ancestral no deja de ser llamativaHay una moda ya enraizada de evitar decir la palabra España por la cuadrilla nacionalista de esta nuestra comunidad autónoma que por ancestral no deja ... de ser llamativa. Está instalado en el imaginario de los patriotas locales que decir la palabra España para referirse, precisamente, a España es una especie de invocación a los demonios al más puro estilo 'Bitelchús', la célebre película de Tim Burton de 1988 en cuya adaptación del título se comete otra tropelía idiomática. Hay seres entre nosotros que deben de creer que si se pronuncia tres veces seguidas el nombre de España, te debe de salir una especie de tricornio de 1971 y automáticamente te entran ganas de liarte a porrazos, ciscarte en la democracia y recuperar el águila imperial en la solapa.
Porque en la jerga vasca hay escondidas expresiones y términos que tienen un significado propio que es diferente al uso común de los hablantes del castellano. Esos vocablos están cargados de connotaciones que van más allá del significado de cada palabra. Señalan a quien la pronuncia y lo identifican como uno más de una ideología o, lo que es peor, como alguien que no quiere molestar a quien posee esa ideología y ostenta el poder.
Uno pensaba, en su infinita ingenuidad, que acabado el lío y la vergüenza del plomo, el resto de 'conflictos' se irían resolviendo y que llamar a las cosas por su nombre y no en lenguaje de Goebbels sería un paso de la normalización. Pero no. La 'opresión' lingüística se mantiene y lleva al absurdo una guerra de banderas trasladada al diccionario. España se llama España se sienta como se sienta uno, que en eso se admiten todos los colores y sensibilidades. Por mencionar su nombre como es no pasa nada. Hagan los amigos del término Estado el ejercicio de decir México y verán como ni les cambia el acento ni les pirra el picante. Se seguirán sintiendo tan mexicanos como antes de pronunciarlo.
Estado, parece mentira que haya que decirlo, no es sinónimo de España. Aunque se vea en titulares de prensa. Estado es el conjunto de las administraciones y órganos de gobierno de un país. Estado es, por ejemplo, el Gobierno vasco. Y el máximo representante del Estado en Euskadi es el lehendakari.
Véase que en nuestra ETB, pagado por igual entre españoles y 'estatales' empadronados en Euskadi, se usa el término de forma constante e incluso se ha llegado a mencionar a la Vuelta como la ronda ciclista al Estado. Como si la carrera fuese de administración en administración. Del edificio de Nuevos Ministerios al de Sanidad, enfilando Castellana, Recoletos y el paseo del Prado, con gran premio de la montaña en Cibeles y meta volante en Neptuno. Sería una carrera corta pero muy estatal y mucho estatal.
En esta Euskadi nuestra seguimos acentuando la diferencia. Seguimos con el ombligo lleno de un orgullo pueblerino y una superioridad basada en la más absoluta nada. Creemos, creen algunos, que somos realmente diferentes a los demás. Y no sólo eso, que somos mejores. Por suerte o por desgracia, aquí hay buenos y malos. Vaya que si hay y hubo malos malísimos hasta hace no tantos años… y el lenguaje fue una más de sus herramientas para arrinconar a los que ellos consideran diferentes e inferiores. Lo reflejó de una forma magistral Manuel Montero en su obra 'Voces vascas', un diccionario en el que recogía el uso político de las palabras en nuestra tierra.
Por cierto, nuestra plaza llamada oficialmente 'de España' se construyó en el siglo XVIII con el nombre de 'Nueva' para diferenciarla de 'la Vieja', actual Virgen Blanca. Así fue hasta la llegada desde Cádiz de la Pepa en el siglo XIX, que dio paso al nombre de 'plaza de la Constitución'. La monarquía le cambió el apellido entrado el siglo XX y se conoció oficialmente como 'plaza de Alfonso XIII' hasta que en 1931 'la República' da nombre al cuadrilátero de Olaguíbel. Con el golpe de Estado falangista del 36, llega el nombre de 'plaza de España' que es ratificado ya en democracia por el Pleno municipal. Dicho esto, llámela como usted quiera y se sienta más cómodo, pero sin dar patadas al diccionario.
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