Hace más o menos un lustro, tuve la oportunidad de desayunar en Madrid con el CEO de una empresa cotizada. En aquel momento, España se ... jugaba su futuro entre un Gobierno de coalición entre Pedro Sánchez y Albert Rivera o la repetición electoral que finalmente se produjo.
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El empresario, sin despeinarse, nos confesó a mi acompañante y a mí que en el Ibex estaban sorprendidos con la actitud de Rivera. Resulta que el chaval al que habían apoyado, de repente, se había cogido una rabieta egocéntrica y no atendía a razones ni respondía a sus llamadas ni las de otros directivos de su nivel.
Quedó claro que esa clase abstracta que llamamos 'los empresarios' estaba convencida de que, para sus negocios, era mejor que los entonces liberales y socialistas cortasen el paso de la Moncloa al temido Podemos. Les salió mal la apuesta pero, a pesar de ello, la mayoría hizo récord de ingresos en el último ejercicio y es posible que este lo superen.
La verdad es que salí un tanto sorprendido de aquella reunión. No porque no supiese que algunas empresas y, en especial, algunos empresarios juegan a influir en la política, sino porque la sensación de impunidad con la que lo hacían y hacen era tal que se confesaba sin ningún pudor.
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No ha mejorado el panorama y las intromisiones siguen presentes. En las últimas semanas, presidentes de compañías cotizadas importantes, de sectores como el energético o el bancario, se han dedicado a llamar al estilo Gila al otrora 'enemigo' Partido Nacionalista Vasco para convencerle de que cambie su voto y permita que Feijóo sea el próximo presidente del Gobierno. Que lo de la moción de censura a Rajoy, pues pelillos a la mar y que se abre un nuevo tiempo.
Ha habido presiones y no han sido precisamente pocas. Pero más allá de la intromisión, llama mucho la atención que alguien que se supone informado tenga la poca visión política de saber que el PNV, bajo ningún concepto, puede apoyar un hipotético Gobierno de Feijóo. Lo imposibilita muchas cosas, pero sobre todo ir de la mano de ese Vox con el que los populares quieren mantener relaciones pero sin pasar por el altar ni subir fotos juntos a Instagram.
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Olvidan los politólogos de la M-30 que el PNV, igual que Bildu, no juega el tablero de la política española sino el de la vasca. Y, oh vaya, el año que viene tendremos elecciones para decidir quién habita el palacio de Ajuria-Enea. Y no solo eso, también con quién lo hace. Si se repite la 'entente cordiale' PNV-PSE o, por contra, EH Bildu encuentra un socio inesperado que por acción u omisión le permita llegar al palacio del paseo Fray Francisco. Es incomprensible que en Madrid, sobretodo dentro del 'emetreintismo', no se entienda que si el PNV se plantea facilitar un hipotético gobierno del PP con la ultraderecha, automáticamente está muerto en las urnas del próximo año.
Pero no solo eso. Si los de Sabin Etxea apoyaran al partido todavía liderado por Feijóo, la lógica dice que el PSE dejaría caer al lehendakari Urkullu y acabaría la legislatura de forma abrupta. No hay que ser un lince, pero parece que algunos directivos no alcanzan a comprenderlo y siguen creyendo en los titulares y las encuestas de determinada prensa y determinado sociólogo. No aprenden y así les va.
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Evidentemente, el PNV es un partido centenario y ha esquivado la presión. Primero, lanzando una propuesta para intentar protagonizar el debate político. Esa cosa dieciochesca, como la definió Antonio Rivera en estas páginas, que se llamaba algo así como convención foral y que cayó rápidamente en el olvido y ha tenido poco o nulo recorrido. Se ha visto esta semana en el Pleno de Política General en el Parlamento vasco. Segundo, porque desde el minuto uno ha dejado claro que no cuenten con ellos para esta investidura mientras Vox esté por ahí.
En cualquier caso, la partida que se está disputando tiene varios escenarios y los empresarios y políticos de todo signo de Madrid todavía no han aprendido que los partidos vascos siempre juegan al mismo tiempo dos divisiones: la 'estatal' y la propia. Y si los puntos no se quedan en casa, pinchan la pelota.
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