La (in)utilidad de los partidos políticos
La política hace mucho tiempo que cambió. La globalización trajo no solo un intercambio de culturas, que algo hubo, sino y sobre todo una expansión ... del capitalismo más liberal y una deserción del concepto de sociedad frente a una explotación de la libertad propia frente a la del colectivo. Como consecuencia del abandono de la lucha social frente al empoderamiento individual, crecen como setas los populismos. El egoísmo es el caldo de cultivo ideal para las ideas excluyentes. La xenofobia, el ultranacionalismo y el clasismo campan a sus anchas cuando enfrente no hay un colectivo tan plural como numeroso que defiende antes lo común que lo propio.
En este contexto, los partidos políticos se han tenido que recolocar. A la fuerza, por la irrupción de nuevas siglas que amenazan sus caladeros; asolados por las corruptelas sistémicas que aprovecharon el crecimiento de las infraestructuras y el Estado del bienestar en beneficio propio; o por el abandono de los viejos políticos y, con ellos, las viejas formas de entender la 'res publica'.
Así ha sucedido con el PSOE, el partido más inteligente a la hora de leer las nuevas aritméticas y entender las necesidades de una sociedad que vive de y en la inmediatez. Su giro, discutido y discutible, le ha permitido ser el eje sobre el que pivota la política actual. O se está con Pedro Sánchez, con los matices que haga falta, o se está radicalmente en contra, como se traslada y respira en el 'emetreinstismo' madrileño. Pero sea como fuere, el partido socialista está en el centro de todas las conversaciones y estrategias políticas.
Esta nueva forma de hacer política gustará más o menos. Pero es la que hay y la que marca el tablero de juego de la gran mayoría de las autonomías españolas. Se ve de forma clara en Álava. Aquí hay partidos que han superado la vieja trinchera y son capaces de trazar acuerdos y ofrecer soluciones y otros, en cambio, se han desconectado y arrinconado voluntariamente en la esquina de la inutilidad.
EH Bildu, por ejemplo, lo ha entendido a la perfección y se ha convertido en un partido 'sin pasado' y empeñado en ofrecer la mano para colaborar. Por estrategia o por convicción, los antiguos 'batasunos' han logrado estar en todas las salsas y superar la confrontación. Al menos, de puertas para afuera. Mientras los demás quieren enredarles con su vergonzoso pasado, ellos ya están instalados en el presente y pensando en el futuro. Saben perfectamente que la sociedad, como la realidad, es la que es y no la que se quiere que sea.
Por contra, el PP se ha quedado varado en su nicho. No ha sabido leer que la política se juega en otros parámetros y que generar ruido y problemas ya no es rentable en muchos espectros tanto ideológicos como geográficos de la sociedad española. Alguien debería preguntarse si repetir los mantras emitidos desde Madrid sirve en Vitoria y en Álava o, por contra, te deja fuera del mapa y sin opciones de presentarse como una alternativa. Porque, ¿para qué sirve un partido que no gobierna, no acuerda y, por lo tanto, no condiciona las políticas institucionales y, por extensión, la vida de la ciudadanía?
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