Arrasemos el Casco Viejo
Cosas Veredes ·
Tenemos un centro histórico con posibilidades, pero las promesas para regenerarlo se convierten en humoYa está. Dejémonos de rodeos. El Casco Viejo de Vitoria debe ser derruido y en su lugar, construir flamantes viviendas de nueve alturas con jardines ... y terrazas. Alguna de VPO, para que haya menos protestas, si las hubiera. Que igual tampoco. Podemos dejar, si acaso, alguno de los palacios que no estén semiderruidos y las cuatro torres. Pero no por conservar nuestro pasado, que a nadie le interesa, sino por no tener que cambiar la postal de nuestro 'skyline' medieval que tanto mola en logotipos y pegatinas.
Desde luego, sería la solución definitiva para dejar de oír promesas incumplidas de regeneración de un entramado urbano único. Porque, en los últimos 30 años, hemos oído de todo. Desde chorradas del tamaño de hacer un túnel que lo atraviese hasta la adaptación de sus otrora nobles edificios para acoger centros de interpretación del vino, la pelota vasca o el traído y llevado centro Schommer de fotografía. Se ha llegado a proponer un hotel-parador en Escoriaza-Esquível y hasta levantar una quinta torre que sirviera como atalaya desde la que ver el paisaje. Humo y polvo que cae como plomo sobre sus abandonados habitantes.
Cada Gobierno y cada partido municipal tiene su 'máster plan' para el barrio más emblemático. Todos son promesas que ya solo generan vergüenza y tristeza. Porque la realidad es otra. Varios años después del cierre de la Agencia de Revitalización del Casco Histórico (Arich), el último intento serio de transformar el barrio y que acabó como el rosario de la Aurora, la decadencia ha ocupado cada vez más rincones de nuestra mayor joya arquitectónica.
Hagamos un ejercicio para conocer la realidad del Casco Medieval. Descartando los sucesos, que esto da para otro artículo, veamos cuáles han sido los principales titulares que afectan a nuestro corazón urbano. Empezamos por la falta de servicios. Así, el 5 de octubre, el barrio se quedó sin ADSL y, por tanto, sin conexión a internet. Diez días más tarde, los vecinos solicitaron al Ayuntamiento que facilite el acceso a la fibra óptica para mejorar la conectividad de la zona. Un hándicap para atraer nuevos habitantes y comercios a un barrio que requiere de vida como el comer.
Pasemos a los servicios. El 2 de octubre, este periódico informa de que no hay fecha para el traslado del centro de salud, obsoleto y hacinado, a un espacio más acorde a sus necesidades. La razón, la falta de acuerdo entre Osakidetza y el Ayuntamiento. Instituciones que, en este caso, están al servicio de la burocracia antes que al de la ciudadanía,
Turno para los edificios más nobles. Al margen de los que han estado en riesgo de derrumbe, como el palacio Maturana-Verástegui, nos encontramos con el eterno debate sobre el también palacio de Álava-Esquível, propiedad del municipio de Tánger. Entre dimes y diretes, y la impertinente dejadez del consistorio marroquí, uno de los enclaves más 'románticos' del Casco está cubierto por una cutre pero metafórica red protectora que evita, de aquella manera, el derrumbe del edificio.
A escasos metros, en la misma calle Herrería, está el palacio Ruiz de Vergara, futura sede de la casa vitoriana del euskera o Gasteiz Antzokia. Tras varios años de reformas, con un vallado que se eternizó obstaculizando la calle y media docena de proyectos a sus espaldas, el edificio parece por fin terminado. Pero solo lo parece, porque, según noticia de este mismo mes, «el teatro arrastra un sinfín de deficiencias y no cuenta con el mobiliario esencial para acoger actuaciones, exposiciones y conciertos».
Hay más, esta misma semana hemos sabido que seis edificios de viviendas llevan años desalojados al tener su reforma paralizada. Las razones son variadas y complejas y la responsabilidad recae en muchas ocasiones en sus propietarios. Pero no deja de ser significativo de la decadencia de una zona que en vez de ser un polo de atracción de habitantes y comercio es una centrifugadora de calidad de vida.
En definitiva, tenemos un Casco Viejo con posibilidades, menos de las que pensamos pero más de las que aprovechamos, que está abandonado. Quizás, si a sus vecinos y al resto de vitorianos preocupados por nuestra 'almendra' nos diese por toser o carraspear cada vez que se habla de él para prometer algo, alguien nos empiece a hacer caso. Cof, cof, ejem, ejem...
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