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Anochece en el barrio de Coronación y la calle Julián de Apraiz reverbera con un goteo de gentes dispares hacia el número 7. Van a ... la lonja de la asociación cultural Ibn Battuta, merecedora para EL CORREO de su galardón más preciado por su meritoria labor solidaria cada Ramadán.
El mes sagrado de los musulmanes les obliga a treinta jornadas de ayuno diurno. Este año abarca del 28 de febrero al 30 de marzo. Y cada atardecer, los de Ibn Battuta abren de par en par las puertas de su sede para ofrecer un menú gratuito a los más necesitados. «Da igual que sean musulmanes o no. Lo que queremos es que la gente sin techo, con pocos recursos o sin familia no se sienta sola en un mes tan sagrado para nosotros. Estamos abiertos a todos», aclara Mohamed Oualmostapha, actual presidente del colectivo.
Su medio centenar de socios impulsores de esta iniciativa, todos marroquíes, son gente «humilde y trabajadora». Camareros, pintores, autónomos, empresarios y bastante obrero de la construcción. Se coordinan para que, cada tarde de estas treinta jornadas especiales, haya personal suficiente para repartir unos menús muy calóricos. La carta incluye la harira (una sopa con carne o vegetales y de alto poder nutritivo), leche, zumo, agua, huevo duro, pan, dátiles y la chebakia (un dulce de almendras típico de estas fechas).
Cada anochecer despachan entre 200 y 240 raciones. A final de mes habrán superado con creces los 6.000 menús. «Cada uno ayuda con lo que puede. Mucha gente contribuye. Hay comerciantes que también nos venden el género a precio muy bajo o vecinos que nos traen comida», alaba Oualmostapha con gesto agradecido. También cuentan con voluntarios.
El reloj marca las 19.10 horas y no cabe un alfiler en sus mesas corridas. Los agradecidos comensales llegan, se llevan la mano al corazón, comen casi en absoluto silencio. Y rápido, para dejar sitio al siguiente. Los hombres por un lado; las mujeres y los bebés, por otro.
«Lo has visto con tus ojos. Hay de todo. Marroquíes, españoles, africanos, no musulmanes...», señala el presidente. También suelen acudir 'menas' del cercano centro foral de Bidebarria. Ocurre así desde 2016, cuando echó a rodar este colectivo que usa el nombre del Marco Polo magrebí. «Nuestro objetivo es asegurarnos que después del ayuno tengan una comida digna y equilibrada como la que solemos hacer nosotros en nuestras casas».
Van al día. «Todo sale de nuestros bolsillos y del de las personas que nos ayudan. Mira, ahora mismo tenemos presupuesto hasta la próxima semana. No hay ni un euro para la segunda quincena del Ramadán. Ya estamos hablando con gente para que eche una mano. Dios dirá. El año pasado ocurrió lo mismo y, al final, no sólo lo sacamos adelante sino que sobró algo».
Esta edición, sin embargo, deben pagar una nómina al cocinero profesional ya que «la persona que lo hacía antes no ha podido venir este año». Mohamed lo dice sin demasiada preocupación, confiado en que lo sacarán adelante como siempre. «El primer año no teníamos los mismos recursos, tampoco la experiencia adecuada, pero ya entonces esta idea nació con los valores de ayudar a quienes más lo necesitan», expresa. ¿Lo mejor esta misión? «Dormimos muy bien por la noche».
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