El hogar de la comunidad gitana en Vitoria
40 aniversario. La asociación Gao Lacho Drom nació para trabajar por la igualdad de esta población en Álava y como espacio de asesoramiento y formación personal
'Gao lacho drom'. O lo que es lo mismo: el pueblo del buen camino, en lengua romaní. Pero su significado se extiende más allá ... de lo literal. Bajo esas tres palabras se construyó en 1984 la asociación que se ha convertido en el hogar de la comunidad gitana en Vitoria. Durante estas cuatro décadas, en su interior han trabajado duro para transmitir su cultura generación a generación. Para formar profesionalmente y asesorar en los trámites administrativos a esta población; en Álava residen alrededor de 4.000 gitanos, de los cuales el 90% viven en Vitoria. Y también luchan por derribar muros levantados a base de prejuicios que frenan la igualdad de oportunidades.
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Bueno, lo cierto es que la primera piedra de esta organización se colocó mucho antes. Más concretamente en la foto que tienen ante sus ojos y que es lo primero que uno se encuentra al entrar en la sede de la asociación, en el barrio de Sansomendi. Esa reunión, celebrada en 1969, lo cambió todo. «Yo llegué a Vitoria en 1954, con diez años. Hasta entonces habíamos estado recorriendo ciudades con el carruaje. Nos asentamos en Campo de Arriaga, donde levantamos varias chabolas. Una vez nevó tanto que la Policía vino a preguntarnos si seguíamos vivos». El que habla es Bartolomé Jiménez Gracia, el actual presidente de la asociación. Él fue uno de los presentes en ese histórico encuentro.
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«Nos reunimos las familias de Campo de Arriaga, Campo de las Basuras y Campo de los Palacios –los tres núcleos en los que se asentaba esta comunidad– para decidir el futuro. Era la primera vez que nos juntábamos todos». El tema así lo requería. Para acabar con esa situación de infravivienda, el Ayuntamiento construyó, en lo que ahora es el Galeón pirata, varias viviendas. Al denominado 'Gao lacho drom' se mudaron cerca de 300 personas, divididas en 48 familias. «Cambió el escenario, pero seguíamos igual:vivíamos a espaldas de la ciudad, como apestados».
Y lamentan tener que seguir con esa losa. El asentamiento se derribó en 1983 para realojarles en viviendas de distintos barrios. Pero muchos se siguen encontrando hoy con las puertas cerradas. «Cuando visitamos un piso en alquiler nos dicen que ya está colocado. Cuando acudimos a una entrevista de trabajo, que ya no necesitan personal... A día de hoy se nos sigue discriminando», lamentan Bartolomé Jiménez (hijo) y Antonia Gabarri.
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No es una mera percepción. Según un estudio del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE, dependiente del Ministerio de Igualdad), en ambos campos el rechazo es del 30%. Y desde la asociación lo achacan a que «nos meten a todos en el mismo saco. Los daños de unos que actúan mal lo acabamos pagando todos», se apenan, sin incidir más allá en el tema por repulsa hacia los delincuentes. De ahí que luchen aún si cabe con más fuerza por cambiar esa imagen.
Una escuela 'Ladrillo a ladrillo'
Como también escribieron un nuevo capítulo en la formación académica. «En 1970 pusimos en marcha el proyecto 'Ladrillo a ladrillo' para construirnos una escuela en el poblado y que los niños tuviesen dónde estudiar», evocan. «Por aquel entonces, el 95% de las madres eran analfabetas porque no habían tenido esa oportunidad», revela Antonia. Ahora miran con orgullo a aquellos que ya han culminado su carrera universitaria y animan a los más jóvenes a seguirles los pasos.
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«Aún se nos discrimina. Si visitamos un piso nos dicen que ya está alquilado. Y en el trabajo que ya no hay plaza»
Para allanar ese camino, desde la asociación ofrecen a los jóvenes refuerzos escolares de la mano de profesionales. Pero hay más. En la década de los noventa adquirieron el pueblo abandonado de Melledes, situado a 25 kilómetros de Vitoria, para además de dar cobijo a familias sin techo, también ofrecer cursos de formación. «Les enseñamos albañilería, carpintería, fontanería... Y aquí, en el local de Vitoria, ofrecemos cursos de ofimática, charlas sobre el cáncer, impartimos actividades de integración social, les orientamos en los trámites administrativos...», explica Rosa Romero, directora de la asociación, en un recorrido por la sede.
Sus paredes son una especie de álbum con el que cuentan su historia. O un diccionario con el que aprender palabras en romaní: nutive es junio, devlèsa adiós, loshàsa significa con mucho gusto... También muestran con orgullo los dibujos hechos por los niños. Y a los carruajes, en forma de escultura o bandera, se suman los premios, como el de la Guardia Civil, o las fotografías de los encuentros con la Reina emérita Sofía y la Reina Letizia.
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Toda esta ayuda que ofrece la asociación se ha convertido en la actualidad más vital si cabe. «La gente cada vez recicla más, por lo que aquellos que se dedicaban a recoger chatarra están en una situación delicada. También los vendedores ambulantes ante las compras on-line. De ahí que trabajemos por adaptarnos a los nuevos tiempos», remarcan. Como la rueda que simboliza la bandera de los gitanos: buscan seguir avanzando en el camino.
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