La familia vitoriana ha estirado los metros de su hogar. BLANCA CASTILLO

«No somos unos héroes, solo hemos ofrecido una habitación libre»

Los Pérez Zabalza-Negral, familia numerosa, han dado cobijo a Larisa y Oleksana en su hogar. «La gente nos dice que estamos locos»

Domingo, 10 de abril 2022, 08:56

De todos los ucranianos que han llegado en las últimas cuatro semanas al País Vasco, 535 han encontrado cobijo en uno de los puntos que ... se han habilitado en albergues y alojamientos provisionales. El resto, unos 1.465, tienen un hogar. Provisional, ajeno, pero un hogar al fin y al cabo. Más de un millar de vascos no han dudado ni por un instante en abrir las puertas de sus casas de par en par para que los que huyen de la guerra tengan un techo en el que pasar estos días tan aciagos.

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«Cuando llegaron las primeras noticias de la invasión, nos dijimos que teníamos que hacer algo. Y la forma que teníamos de ayudar, dentro de nuestras posibilidades, era acoger a una familia en casa», cuenta Camino Negral. Con su marido, Juan Pérez Zabalza, son padres de tres críos, de 6, 8 y 11 años. Todos viven en un piso «normal, nada de un palacio» en Vitoria. Pero los metros cuadrados no fueron ningún impedimento para dar refugio a Larisa y a su hija Oleksana, de diez años. Las dos huyeron desde la periferia de Kiev. Y en un instante, pasaron de ser perfectos desconocidos a convivir bajo el mismo techo.

«Nos conocimos justo el día que llegaron, fuimos a recogerlas al Ruta de Europa y desde el minuto uno, ellas no pararon de agradecernos lo que estábamos haciendo, les parecía increíble que ayudáramos a dos desconocidas», cuenta Juan.

En casa, sus hijos, Maialen, Lorea y Eneko prepararon carteles de bienvenida para sus invitadas, cuidaron cada detalle para que se sintieran a gusto a su llegada. «Han vivido todo esto con una emoción enorme y nos ayudan muchísimo», cuenta Camino, que reconoce que, con todo, adaptar sus rutinas, sus vidas, «no siempre es fácil». «No hemos tenido ningún problema de convivencia, pero es verdad que la barrera del idioma supone muchas dificultades en el día a día», destaca Juan.

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El traductor, uno más

El traductor del móvil se ha convertido en uno más en casa estos días. Es una ayuda tremenda, aunque, de vez en cuando, las traducciones resulten demasiado literales y den lugar a malentendidos. Con todo, Larisa y Oleksana se abren cada día un poco más a la familia. La pequeña ha comenzado a ir al colegio y la madre no descarta tratar de buscar un futuro en Vitoria. «Por ahora, ni siquiera ellas tienen muy claro qué hacer con sus vidas», reconoce Juan. En su casa se podrán quedar tanto tiempo como necesiten. «Muchos nos dicen que si estamos locos por hacer esto, otros nos dicen que hacemos una labor importantísima, es gratificante, pero no somos héroes: solo hemos ofrecido la habitación que teníamos libre», resuelve la familia.

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