Faldones
El número de meadores por esquina aumenta exponencialmente según zonas y momentos. El Casco Viejo se lleva la palma con diferencia
En mi calle, la de San Antonio, las casas no iban seguidas; ahora sí. Las había unas que salían más y otras menos. Entre las ... fachadas de unas y otras se formaban esquinas. Pero no. Porque el ángulo estaba 'achaflanado' por una obra de albañilería. Muy ingeniosa y universal. Una solución sencilla como las más grandes. Consistía en crear una superficie inclinada entre los dos costados de las casas.
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De pequeño jugaba a intentar trepar las que había cerca de mi casa. No lo conseguía. Cogía correndida y, tras-tras, agarrándome a ningún sitio llegaba hasta nada y me caía.
El caso es que nunca supe del por qué de aquellas 'parecillas' inclinadas. Salvo que te invitaban a intentar subirlas. Hasta no hace mucho en que un mayor me explicó con total normalidad que eso se ponía para que, si alguien quería mear en la esquina, la pared se vengara devolviéndole encima el goteado de su meado.
No hay que pensar que este tipo de paredes contraatacantes fueran cosa de mi calle ni de las calles de Vitoria. Las hemos visto todos por todas partes, pueblos o ciudades. Es que es lógico. Tú te puedes gastar lo que haga falta en educar en que no hay que orinar en la calle, puedes hacer campañas carísimas al respecto, puedes hasta poner váteres móviles en los momentos en que te imaginas que van a haber más meadas en las esquinas, pero a la hora de la verdad 'el que a buena esquina se arrima mea si nadie le mira'. Sobre todo, si no hay pared reflectante que te moje con lo suyo.
Quiero advertir a las autoridades de algo que ellos conocen muy bien. El número de meadores por esquina aumenta exponencialmente según zonas y momentos. Por zonas, el Casco Viejo se lleva la palma con diferencia. Una de las razones, el resto no me interesan hoy, es porque abundan las esquinas, los recovecos, los lugares clandestinos o semi... Por proximidad me pido como espacio de preferencia la calle Pasaje San Pedro, aunque sin despreciar el Cantón de San Roque. Los momentos son muchos, cotidianos diría yo, pero hay que reconocer que hay picos de máxima. Los fines de semana en general, los días de las fiestas muy en particular.
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Es curioso que, existiendo normativa al respecto, la sancionadora, el Ayuntamiento prefiera 'olificar' con perfume las zonas de meadero que conoce bien. Tanto que no le haría falta ningún esfuerzo poner urinarios en ellas.
Pero, aparte, los 'faldones', así les voy a llamar a lo que digo, aunque no sin riesgo de molestar a alguien, es una obra mínima para los de la BAI (Brigada de Atención Inmediata). Y tampoco se trata de hacerlos todos a la vez y que se nos descuadre el presupuesto. Se puede ir por partes, como cuando reparan los baldosines de la calle Siervas de Jesús o del paseo de La Senda. Un día esta esquina, otra día aquella. Lo que importa es hacerse con la idea y materializarla. Sabiendo que no es una solución, pero con la satisfacción de saber que, sobre todo, a los inocentes primeros que meen contra el faldón se les pueden quitar las ganas de repetir. Sobre todo si, con la satisfacción aliviadora del tránsito, lo estaban haciendo con la boca abierta.
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El tema, hace años, podía estar resuelto con esta sencilla aplicación; a las esquinas. Desgraciadamente, como todo lo que no mejora empeora, a los meadores históricos, los de toda la vida, se les han sumado las meadoras de última generación. Que son muchas y aguerridas.
Capaces de mear en cualquier sitio y sin importarles la vista, que ellos/nosotros hemos tenido siempre la tendencia de mear hacia dentro, para que no se nos viera la impudicia, pero a ellas les da igual. Llegan, se apartan lo que les molesta, se agachan y mean. Siempre de cara, no sé por qué. Lo del día 4 tras el Celedón es de mearse de la risa. Decenas, cientos de ellas meando por todas partes, recatos aparte. Vamos, como que si no te apartas te mean encima y listo.
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Poner conos
Para esta situación, como nueva, no sirven los remedios viejos. Los faldones resultan inocuos. Porque ellas no mean contra sino hacia, hacia abajo. Con separar las piernas lo suficiente, ni se enteran. El agüita amarilla coge surco, se suma a las agüitas del resto y así hasta dejarlo todo hecho un asco.
Yo esto lo tengo hablado con quien me ha dado la gana y lo único que se nos ha ocurrido es llenar todas las esquinas, ademas de con faldones, con unos conitos. Unos pequeños conos de cemento en el suelo. Sembrarlo todo de ellos. De modo que, cuando la miccionadora se aplique, se le moje el culito con sus propios orines. La idea tiene algunos flecos, de seguridad y así, que quizás haya que mejorar, pero si el Ayuntamiento me dice que los conitos pueden resultar peligrosos para el peatón, que repare todas las baldosa y registros que nos están haciendo caer una y otra vez en sus trampas.
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