Jóvenes magrebíes tras llegar a nado a la playa de Ceuta. Efe

«Euskadi es uno los destinos estrella para los jóvenes que saltan desde Marruecos»

EL CORREO sigue la ruta de los menas desde Ceuta, Melilla y Algeciras, donde las mafias les 'ayudan' a lograr el deseado billete al primer mundo

David S. Olabarri y David González

Enviado Especial. Ceuta

Domingo, 8 de diciembre 2024, 00:16

El autobús que lleva desde Algeciras a Irún, con parada en Vitoria, sale a las cinco de la tarde. A esa hora merodea todo tipo ... de gente por la estación de San Bernardo. Casi todos están de paso: unos individuos discuten a gritos mientras apuran unas latas de cerveza. Unos niños juegan al fútbol con un balón pinchado cerca de un hombre que pide unos euros por aparcar en la calle. Y Abdul sirve comidas en el kebab Estambul mientras sueña con irse a Euskadi. «Aquí no hay futuro».

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Un chico marroquí de unos catorce años aparece con dos adultos. Se acercan a la taquilla. No habla castellano. Quieren comprar unos billetes, pero el trabajador les dice que el chico no puede viajar solo. Salta a la vista que no tiene 18 años y tampoco documentos que acrediten que son familiares. Ellos dicen que son amigos y que están ayudando al joven a reunirse con su madre. El empleado les explica que tiene que viajar acompañado de sus representantes legales o con una autorización firmada por ellos. Fue en esta ciudad portuaria andaluza, de unos 13.400 euros de renta media, donde hace unos años se desarticuló una trama que conducía menores marroquíes hasta el País Vasco.

El chico y los dos hombres se sientan en los bancos junto al octavo andén. Apenas hablan entre ellos. A las cinco de la tarde otro joven se sube al autobús. Su destino final es Bilbao. Se llama Souleiman y va a encontrarse con su hermana. El billete le ha costado 72,24 euros. Le esperan unas 16 horas de viaje. El adolescente y sus acompañantes se marchan de allí.

Abdul trabaja junto a la estación de autobuses de Algeciras. Todas las semanas aparecen menores por su local preguntándole si puede comprarles un billete para viajar hacia el norte. «Yo no lo hago, pero si tienen dinero saben a quién tienen que preguntar». David Olabarri

«Esto es algo que vemos aquí todas las semanas. En los próximos días lo volverá a intentar», apunta Abdul, un exmenor tutelado de 34 años que trabaja en el kebab situado junto a la estación. Este joven ha dado de comer a los hombres que estaban con el chico. Sospecha que le estaban ayudando a cambio de dinero. «Muchos jóvenes me preguntan si les puedo comprar un billete. Yo no lo hago. Pero si tienen dinero, saben a quién tienen que preguntar», añade.

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La escena que EL CORREO presenció esta semana en la estación de Algeciras encaja con uno de los diversos métodos que emplean las mafias para mover a los menores extranjeros no acompañados (conocidos por su acrónimo menas), dice José Carlos Cabrera, consultor en políticas migratorias. «Algunos les llaman mafias. Ellos se consideran facilitadores», puntualiza este experto que lleva más de 20 años analizando este fenómeno.

Un menor acude acompañado de dos adultos para comprar unos billetes. El taquillero les advierte que no puede viajar sólo o sin la autorización de sus padres. «Aquí vendemos uno o dos billetes al día con destino a Bilbao», dicen los trabajadores. D. Olabarri

Y, por extensión, lo que ocurrió en la estación también cuadra con las sospechas de las administraciones vascas. La incesante llegada de menores extranjeros no acompañadas está motivada, además de por la crisis migratoria que vive Canarias, por la aparición de tramas organizadas que traen a los chicos desde otros puntos de España. «Es evidente que hay un porcentaje de menores que vienen alentados», añade el consejero de Presidencia de Ceuta, Ángel Gaitán. Hace unos años, por ejemplo, la Fiscalía alavesa investigó una trama que los traía desde Pakistán.

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De una forma u otra –ya sea en los bajos de un camión, por su cuenta o ayudados por instituciones y grupos organizados–, muchos de los menores no acompañados que llegan a España tienen Vitoria y el resto de Euskadi como objetivos principales en su viaje hacia una vida mejor. Lo dicen los educadores y los menores consultados por este diario.

69 Plazas

El 70% de las plazas para menores extranjeros no acompañados de la Diputación de Álava suelen estar ocupadas.

430 Menores

Son los que están acogidos en Ceuta. Este año han llegado 900 chicos, lo que supone un aumento del 261%.

15 Millones

El dinero que invierte Ceuta en la atención a los menores. El Estado «sólo nos compensa con 4,5 millones», lamentan.

Abde, nombre ficticio para un menor tutelado por la Diputación alavesa, relata su viaje a EL CORREO. «Lo hablé con mi padre y decidimos que me vendría. Hace unos meses crucé a nado hasta Melilla desde la parte marroquí. Al final es la forma más rápida y barata de pasar a España. Es gratis». Se trata de una travesía de no más de media hora.

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«Lo importante es que tienes que meterte cuando no haya policías y hay que sortear una barrera que se interna varios metros mar adentro. Si sabes nadar es bastante fácil», comparte este adolescente en un aceptable castellano.

Imagen del billete que compró Souleiman para viajar a Bilbao, donde quiere reunirse «con su hermana». Cuesta 72,24 euros y el viaje es de unas 16 horas. D. S. Olabarri

«Otros lo hacen por los pasos fronterizos, entran corriendo pero es más fácil que te pillen. Conozco a uno que lo hizo escondido en una bolsa que transportaba una porteadora (las mujeres que cruzan mercancias a diario en la frontera). Tuvo que pagar mucho. Una vez en España llamé a un amigo, vino a buscarme en coche y me dejó en la ciudad (Melilla)». Su familia pagó «1.500 euros» a una mafia que opera allí «para que nos dieran cita y hacer la solicitud de asilo. Ese dinero sólo es por la cita. Es lo habitual ahora. Luego cogí el ferry a Málaga, que me lo pagué yo, allí pagué el billete de un autobús y ya me presenté en Vitoria». Acudió a los servicios sociales –«alguien» le pasó la dirección– y hasta hoy.

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Hay docenas de casos como el de Abde. Más de cien chavales extranjeros no acompañados han estado bajo el paraguas de la Diputación alavesa a lo largo de este año. Se reparten entre los cuatro centros forales, con capacidad para alojar a 69 personas. Su ocupación no suele bajar del 70%. En Bizkaia, en cambio, soportan una saturación inédita, con el consecuente enfado de los habitantes de los lugares donde se levantan estas infraestructuras por acusaciones de «robos» y «peleas». Para el consejero de Ceuta, «es un fenómeno muy complejo. Pero es evidente que el peso no debe recaer exclusivamente en los territorios afectados como receptores».

«Del que más hablan»

En este contexto, sobresale una pregunta. ¿Por qué los menores quieren venir al País Vasco. «Es uno de los destinos de los que más hablan los chicos», reconoce Nayat Abdeselam Ahmed, trabajadora de un centro de menores en Ceuta y que también ayuda a buscar vivienda y empleo a través de la asociación Cardijin a quienes «se quedan en la calle» tras dejar de ser tutelados.

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Nayat explica que en 2016 ya empezó a oír hablar del País Vasco a los jóvenes que llegaban a Ceuta. Pero en los últimos meses –subraya– se ha convertido en uno de los destinos preferidos, por encima de otros lugares de la geografía nacional. «Se ha extendido la idea de que allí van a estar muy a gusto. Piensan que les van a tratar bien, que hay más recursos y más posibilidades de encontrar trabajo», afirma.

Exterior de unos de los centros de menores semicerrados de Algeciras. D. Olabarri

Es algo que confirma Abde. «Vine por el boca a boca. Aquí sabemos que hay más oportunidades. Mejor atención. Más ayudas sociales», enumera. «Otros conocidos míos lo habían hecho antes. Por eso he probado suerte. Hay paisanos con familiares en el País Vasco que les dan el dinero para pagar a las mafias. Una vez que cruzan, prefieren escapar del centro de acogida de Ceuta o Melilla y luego se buscan la vida para cruzarse la península», desarrolla. De ahí que haya en Álava tantos de las mismas zonas de Marruecos o de Argelia.

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Abde, menor tutelado en Álava

«Crucé a nado a Melilla. Mi familia pagó 1.500 euros a una mafia para la cita por el asilo y luego me vine»

Nayat Abdeselam Ahmed

Asociación Cardijin

Mohamed, tutelado en un centro de la periferia de Algeciras, agrega que «la gente dice que en el País Vasco la comida y la ropa es mejor y te dejan estar más tiempo con el móvil». Esas informaciones han situado a Euskadi por encima de Barcelona o Madrid en sus preferencias.

Policías nacionales especializados en extranjería y destinados en Álava matizan que «Euskadi tiene muy buen prensa en el Magreb. Saben que los servicios sociales y la red de protección son mejores que en otras comunidades autónomas. Por eso vienen». Muchos sin saber ni una palabra en castellano, pero llevan un papelito con la dirección de algún servicio social. «La pregunta es quién les ha dado esa información», aducen estos agentes.

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Policías nacionales destinados en Álava

«Euskadi tiene muy buena prensa. Saben que los servicios sociales son los mejores. Por eso vienen»

Jose Carlos Cabrera

Consultor en políticas migratorias

En este punto, Cabrera insiste en que Euskadi también es «frontera norte» –y debe ser «considerada como tal»–, porque desde aquí salen diversas rutas hacia Europa que también pueden interesar a los inmigrantes. De hecho, es un concepto que ha enarbolado esta semana el PNV para reclamar al Estado más fondos destinados a atender a los menores que llegan.

La estación de Algeciras es uno de los puntos calientes en la ruta hacia el País Vasco de muchos menores. También Málaga. Pero hay otros muchos chicos que llegan aquí después de «escaparse» de centros de otras comunidades. En las taquillas de la localidad andaluza –explican los trabajadores– venden «uno o dos» billetes al día con destino a Euskadi. «Es un goteo constante».

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Los empleados explican que a muchos chicos no les dejan subir o les hacen bajarse en Málaga, previa llamada a la Policía, si los chóferes descubren que se les ha colado algún menor. El problema con el que se encuentran –insisten– es que muchas veces la edad de los jóvenes no está clara o viajan con billetes comprados por otras personas con identidades falsas.

El punto desde el que los jóvenes se lanzan al mar en Marruecos, con el objetivo de llegar a nado a Ceuta. D. S. Olabarri

Para entender mejor el viaje que emprenden hay que tomar un ferry con destino a Ceuta y cruzar la frontera del Tarajal. En la ciudad norteafricana no tienen reparos en hablar de la crisis migratoria. Nayat Abdeselam Ahmed ayuda a todos los chavales que puede en el barrio de la pantera, muy cerca de El Príncipe, a apenas unos minutos andando de la frontera. Tiene espacio para dar alojamiento a unos 16 chicos durante dos meses. Durante ese tiempo les trata de buscar trabajo. El martes tenían un taller de búsqueda activa de empleo.

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En la actualidad, superar la valla de 10 metros de altura de Ceuta es «muy complicado». Y muchos de los menores intentan llegar a España nadando desde la vecina Castillejos, como hizo Abde en Melilla. La frontera del Tarajal está fuertemente vigilada por las fuerzas de seguridad de ambos países. «La pasada semana cogieron a dos que trataban de cruzar y les pegaron una paliza allí mismo. Lo habitual es que después les quiten el móvil y el dinero y les abandonen en la frontera del sur de Marruecos», explica Brahim, un vecino de la localidad.

Frontera del Tarajal

«La semana pasada cogieron en Marruecos a dos que querían cruzar y les dieron una paliza»

Para evitar estos controles, los chavales se lanzan al agua a muchos kilómetros de distancia. Algunos pueden estar nadando más de seis horas. «Se juegan la vida», advierte Carmen Echarri, directora de 'El Faro de Ceuta'. El ahora vitoriano Abde arriesgó y, tras media hora en el agua, pisó España.

En la ciudad autónoma de Ceuta, los centros están saturados. Este año han llegado 900 menores, lo que supone un incremento del 261%. Para la mayoría, su objetivo es alcanzar el norte. El problema –advierte Nayat– surge cuando estos chavales llegan a ciudades en las que no tienen vínculos familiares, se sienten rechazados y les invade la sensación de que esto no era lo que esperaban. «Muchos acaban delinquiendo». Nayat insiste en que «lo que menos les importa son los menores».

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