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I. M.
Miércoles, 29 de enero 2025, 19:16
Una bandada de pájaros sobrevuela los cielos de Vitoria. Como si no supieran muy bien dónde ir. Por diferentes barrios, por el centro. De un sitio hacia otro. Sí, son estorninos, habituales por estos lares en época de frío, que parecen estar buscando un acomodo en la capital alavesa. Rastreando las mejores copas de árboles donde aposentarse para descansar sus alas.
Un espectáculo visual con su particular 'cara B'. Porque esos bandos de miles de estorninos dibujan con sus vuelos caprichosas siluetas en el cielo. Muy bonito, pero su presencia masiva en los árboles es sinónimo de malestar en los vecinos. Por la gran cantidad de suciedad que se acumula debajo. Y por un importante y molesto nivel de ruido.
Los estornionos, de hecho, arrastran muy mala fama. Muchas ciudades les colocan la etiqueta de plaga. Cuando pernoctan en los árboles de una zona urbana, las molestias al vecindario fuerzan a las autoridades a espantarlos por su ruido y ese volumen de excrementos de un enjambre de cientos de pájaros.
Una dicotomía que lleva aparejada una pregunta cuando las cabezas se alzan para contemplar ese hipnótico vuelo, denominado como murmuración: ¿De dónde procede esa asombrosa coordinación que rige los movimientos sincronizados de estos págaros? Lo cierto es que éste es uno de los grandes enigmas del comportamiento animal. La explicación más recurrente suele ser la seguridad. Al estar dentro de un grupo grande, las bandadas ofrecen protección frente a las rapaces.
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