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El entrañable Luis Mari Bengoa Ortiz de Zárate (Otxandio, 1945) hace un somero repaso a su vida con el reconocimiento de ELCORREO a 'Alavés del ... mes' de mayo. La Caja Municipal, el mundo rural y el herri kirolak son solo alguno de los ejes de su intensa actividad laboral y divulgativa. Le queda la trompeta, bromea; de ella sí que no se retira.
– Años después de jubilarse como empleado de la Vital Kutxa, ahora, a punto de cumplir los 80, también deja su otra faceta, la de promotor de ferias agropecuarias y festivales de herri kirolak. ¿Ya era hora?
– Son muchos años de guerra. Todavía tengo carrete, pero llega un momento en el que hay que ser consciente de que los reflejos no son los mismos. Todos los domingos salíamos mi equipo y yo a las siete y media de la mañana rumbo a algún lugar de Euskadi. Si no tienes equipo, no eres nada. Le debo mucho. Pero sí, notas ya el desgaste y te hace pensar que va a ir a más. Hablé con el equipo. Hemos dejado el pabellón bien alto, con un montón de chavales practicando herri kirolak, en especial en Álava, donde se ha hecho una labor increíble. Vamos a marcharnos antes de empezar a estorbar.
– ¿Lo echará de menos?
– Son muchos amigos. Casi todas las puertas de Álava las tenía abiertas. Se nota. No es lo mismo que te digan: 'Hola, Bengoa' que 'Bengoa, pasa'. ¿Qué es ser millonario? Pues esto, que te conozca todo el mundo, se te quiera aunque siempre hay alguna excepción, porque por ahí ya los hay también que no me tragan.
– ¿En qué piensa invertir tanto tiempo libre?
– Pues sigo con la trompeta (risas) y la banda de Otxandio. Esto no lo dejo. Quiero despedirme de las ferias. Este domingo iré a la del caballo en Ondategi, que es una de las que puse en marcha.
– Entre los muchos reconocimientos, ELCORREO le concede el suyo. ¿Satisfecho?
– Es de agradecer y me siento muy orgulloso de que se me haya nominado a pesar de ser vizcaíno.
– Pero «alavés de cama».
– Y de corazón, lo sabes. Conocí Vitoria con nueve o diez años, cuando con permiso del padre acompañaba al lechero del pueblo, Román, los domingos por la mañana. La ciudad tenía 45.000 habitantes. Llevábamos leche a las Hermanitas de los Pobres, donde la plazuela de las Campanas (portal de Villarreal con Francia). He vivido la gran transformación que ha experimentado Vitoria. Me siento un vitoriano más aunque viva en Elosu, de donde es mi mujer Águeda. El 73% de la vida de Otxandio está arraigada en Vitoria. Lo demás son los trámites administrativos que se hacen con Bizkaia.
– ¿Le queda alguna pena después de tantos años y faenas varias?
– No haber estudiado más. El saber... Con 32 años dejé la UNED y dos cursos de Derecho. Fíjate, de adolescente me relacionaba en euskera y para expresarme echaba en falta la cultura castellana; lo que yo pensaba, poderlo decir en castellano porque a lo mejor no lo hacía bien. Vitoria era mil por mil castellano.
– ¿Teme al aburrimiento?
– Tengo mil planes en la cabeza. Muchos me animan a que escriba mi historia, mis memorias. ¡Lo que puede ser eso! Cada vez que abro un cajón, son recuerdos, vivencias. Tengo una memoria prodigiosa. Lo he apuntado todo, desde cuando estaba en 'la Caja'. Así me enseñaron, las cosas por escrito para que no haya dudas. 'Bengoa, en la vida, siempre cubierto', me aconsejó una vez Javier Ochoa de Aspuru, secretario general de la Caja Municipal cuando empecé a trabajaren ella, y lo he llevado a rajatabla.
– Ha tratado con reyes, papas, presidentes de gobierno, ministros, lehendakaris... ¿Cómo lo hacía?
– Con naturalidad. Nadie es más que nadie. Soy uno más en la jungla de la vida, aunque siempre he tratado de hacer el bien, de trabajar por esta tierra. Estoy satisfecho de mi trabajo en las ikastolas, el sector primario, las ferias, el deporte. Mi empeño siempre ha sido defender las cosas de nuestra tierra.
– Pasa al anonimato.
– Es ley de vida. Como los muertos, de los que siempre se dice: 'Qué guapo era, qué bueno', y al año siguiente ni la mujer se acuerda de él.
– Ha tratado igualmente con ganaderos, agricultores, aldeanos. ¿Qué le queda de ese mundo que le ha apasionado?
– En nuestra agricultura y ganadería siempre ha habido gente muy inteligente. Hay que serlo para con un puñado de tierra y unas vacas sacar adelante la familia y tu propia negocio. Y también las ganas de superación de esas gentes. Son un ejemplo. En viajes comprobé que los aldeanos de Francia, Bélgica o Estados Unidos eran ciudadanos de primera. Y aquí, en cambio, lo eran de segunda, cuando en realidad son de primera. Se les tenía por el tolai, cuando no hay más tolai que el tolai de capital, que se cree algo y no es nada. El agricultor o el ganadero es el empresario, encargado, contable y obrero de su propia empresa. Hasta que no reconozcamos la labor de estas gentes y la necesidad de mantener nuestro sector primario, dará la impresión de que ese mundo va para abajo. Nos dan la cvida, Los agricultores se quejan de la burocracia.
– ¿Con qué producto alavés se queda?
– Álava es tan rica que tiene de todo, de todo.
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