Cuando las cosas no son como te las han contado

No podemos dejar que la presunta falsedad de la agresión a una mujer en El Batán relaje nuestra solidaridad

Martes, 9 de noviembre 2021, 00:56

Se define la solidaridad como una virtud, una adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Pensamos a ... su vez que esta virtud no ha de ser nunca cuestionada, que es una obligación ciudadana, una llamada a la que se ha de responder siempre y con prontitud. Así debe ser, pues la respuesta solidaria cuanto más inmediata más terapéutica resulta. Pero la vida, el factor humano, el engaño o la maldad pueden también parasitar este noble sentimiento y llevarnos a mostrar nuestro apoyo, creyendo en su sustrato justo, cuando en realidad esos compromisos están siendo utilizados para causas espurias. Y caemos en el error.

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Y es que hay veces en la vida en las que los errores cometidos son de tal tamaño que es imposible cualquier otra salida que no sea la aceptación de estos. Esto me ocurrió el pasado mes de octubre, a mí y a miles de ciudadanos de Vitoria-Gasteiz que salimos a defender públicamente la dignidad de una joven de 30 años presuntamente agredida por un grupo de jóvenes. Hoy en día no se puede aventurar aún el final de esta historia, pues será la justicia la que finalmente nos desvele toda la verdad, pero con muchas reservas y a la espera de aclarar definitivamente los hechos, todo parece indicar que la muchacha (por cierto, con 30 años no es ya una adolescente alocada) no nos ha contado toda la verdad. Desde las circunstancias en las que se produjeron sus heridas hasta su simpatía por una organización política de ultraderecha nos inducen a pensar que esta chica ha utilizado nuestra solidaridad manipulándola, y por lo tanto desvirtuándola, para convertirla en otra cosa. Dicho en lenguaje castizo: «Nos la has metido doblada, muchacha».

La cara de tonto que se le queda a uno después de aceptar una versión que parece desmontarse al poco tiempo es de unas dimensiones difíciles de digerir. Pero, aun así, se impone hacer alguna reflexión, pues esa es, precisamente, la gran potencialidad pedagógica de nuestros errores. Repito que, con todas las precauciones, esperando que la investigación continúe y sin negar la presunción de inocencia de esta joven, hay dos cuestiones que me parecen de gran importancia en lo ocurrido: La primera tiene que ver con el grave daño infringido por esta actuación a distintas y nobles causas. A saber, el derecho de la mujer a la seguridad, la causa del feminismo, la lucha contra la violencia de género, la desactivación de conductas antisociales por parte de ciertos individuos, el debido apoyo a toda víctima y finalmente las propias respuestas de solidaridad vecinal o ciudadanas se han visto comprometidas.

Y es esto una afrenta grave a la comunidad se mire como se mire. En segundo lugar, el peligro de que lo ocurrido genere una cierta 'desactivación de las expresiones de solidaridad'. Cuando la ciudadanía, o una parte de ella, siente que ha sido utilizada en nombre de un proyecto virtuoso, una de las consecuencias suele ser que se retraiga de apoyar cualquier otra demanda, por noble que sea. Así todas las causas que anteriormente he numerado, en positivo, perderían apoyos prácticos, se perdería esa 'inmediatez de la solidaridad' para precisamente dejar el terreno expedito a quienes antes he citado en negativo.

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Lo he dicho y lo repito. Al parecer, no se nos ha contado toda la verdad, y hemos caído. No hay otra posibilidad sino aceptarlo y aprender de ello. Como dijo Miguel de Cervantes, más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón. Aun así, como sociedad, no podemos dejar que este hecho relaje nuestra solidaridad. No podemos permitírnoslo.

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