«En el consulado me tranquilizan, pero no puedo volver de Nápoles»
El alavés Enzo Di Paola está recluido en Nápoles, a donde viajó para convertirse en 'pizzaiolo'. Quiere venir a casa y luego volver a terminarlo
A estas alturas, Enzo Di Paola debería estar a punto de terminar el curso de formación que apenas pudo comenzar en Nápoles para convertirse en 'pizzaiolo'. Así se llaman «los maestros artesanos de la pizza napoletena, que fue reconocida por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad», explica desde su apartamento en la ciudad del sur de Italia este joven alavés de 25 años, vecino de Trespuentes y que como delata su apellido «mi padre es italiano». Aunque plenamente integrado en Álava, hasta el punto de que fue alcalde pedáneo de Trespuentes.
Quizá por la influencia paterna, su sueño era lograr esa formación en Italia, a donde llegó el pasado 29 de febrero. «Entonces aún se podía viajar y los casos se centraban en el norte del país». Pero en cuestión de poco tiempo todo se fue complicando. «A los dos días de llegar había actividad hasta las seis de la tarde, pero luego ya lo cerraron todo». Él podía continuar asistiendo a su trabajo formativo «aunque desde el día 11 ya tampoco». En ese aspecto es en el único en el que está tranquilo «porque me han dicho que lo puedo recuperar cuando esto pase. Ellos me recomendaron que volviera a casa, pero no ha habido forma», asegura.
Desde que en Italia se limitaron todas las actividades, está intentando regresar. «Llamo todos los días al consulado. Ya me conocen». Después de que inicialmente «quien me atendió me propusiera una solución que para nada era buena y con la que tenía que coger un tren a Roma, otro o un taxi al puerto de Chivitavecchia y luego un barco en el que no estaba garantizado que pudiera salir», explica que «ahora hablo con una persona que me atiende bien, me tranquiliza, pero no me da una solución para salir de Italia». A pesar de que «el Gobierno dijo que podrían aviones para repatriarnos, no sabemos nada».
Apartamento para siete días
Aún así se alegra de no haber aceptado aquella recomendación del consulado. «Tuve la sangre fría de pensar que no era la forma más segura de volver», dice. Si en todos los casos es necesario minimizar los riesgos, en el suyo, quizá, más «porque tengo asma y dermatitis, que me ha brotado por los nervios de estos días», relata invadido por «una sensación de impotencia».
A ello se suma otra preocupación, la finalización del contrato de alquiler del apartamento en el que vive. «Lo tengo hasta el día 7. No sé si luego lo podré alquilar otra vez», explica mientras reitera que «me dicen que el Ministerio se está moviendo, pero yo sigo aquí encerrado y bastante desesperado».