Colectivos de inmigrantes piden soluciones ante un repunte de malienses en Vitoria
Medio centenar vive en soportales sin un recurso donde dormir o asearse mientras las instituciones buscan recursos de ayuda
Las colas de refugiados de Malí y otros países de África subsahariana en los soportales cercanos a la comisaría de Betoño de la Policía Nacional ... no menguan. El escaso número de huecos para pedir el estatus de refugiado en Vitoria -alrededor de nueve diarios- no logra aliviar una lista que de manera imparable suma y suma nombres de personas que se ven obligadas a vivir en la calle. No existen visos de que esta situación vaya a tener una solución inmediata y ya se está dando cita para finales de septiembre o principios de octubre para presentar la solicitud, el primer paso de un largo recorrido para obtener de una protección internacional. Es más, varias asociaciones que trabajan con los inmigrantes alertan de que la afluencia de subsaharianos aumentará en las próximas semanas si las instituciones no toman cartas en el asunto.
Y el tiempo cuenta. El medio centenar de personas que busca asilo sigue hacinado en estas calles -y en zonas Arana y Zaramaga- sin un lugar donde dormir o asearse, en una situación que evidencia su precariedad y que ha llamado la atención de los vecinos. Se convierte, por tanto, en un problema que roza la salud pública para la ciudad mientras la respuesta de las instituciones no permite prever que ese problema se palíe. La Delegación del Gobierno asegura que está intentando agilizar los trámites que tienen a todas estas personas plantadas ante la comisaría de Betoño, donde les dan cita para luego ver si encajan en su condición de refugiados.
El Ayuntamiento, por su parte, asegura que proporciona «atención social» a los malienses, a los que «visita, acompaña y asesora». Esto ya lo dijo el miércoles. Es decir, ambas instituciones coinciden a la hora de hablar sobre la necesidad de asumir una respuesta coordinada pero no aportan detalles, ni un plan de actuación. En definitiva, los malienses y sus compañeros subsaharianos seguirán malviviendo en la calle.
Trabaja para despejar alguno de sus recursos para refugiados y que no duerman en la calle
El colectivo de refugiados llega a Vitoria, como hace semanas lo hicieron a San Sebastián, creyendo que los trámites para obtener ese estatus serán mucho más rápidos que en otros puntos de España y se dan de bruces con una realidad bien distinta. Ellos, que proceden de un país sumido en una interminable y cruenta guerra, tienen derecho a ser reconocidos por su situación de desprotección internacional que les dará acceso al permiso de residencia y trabajo. Pero ya de primeras, se encuentran con un 'cuello de botella' para presentar la solicitud inicial. Se quejan de que las citas por internet no van. Llegan muchos y la atención es a cuenta gotas. Y la obtención de la dichosa cita es tan sólo un primer paso de un largo proceso que incluye entrevistas posteriores hasta ser reconocidos por fin como refugiados. Tal vez, meses después.
Afortunadamente, no están solos. Asociaciones de los barrios se han puesto manos a la obra para ofrecerles alternativas para el aseo, ya que una habitación y cama es imposible. Así, en el barrio de Zaramaga se les ha buscado un recurso para que puedan ducharse -eso sí- a partir de la próxima semana.
Por su parte, el Gobierno vasco sí ha empezado a plantear medidas. En una conversación con EL CORREO, el director de Acogida e Integración de las Personas Inmigrantes, Ignacio Fariña, explica que se está buscando librar plazas en el centro de Oñati (con capacidad para 150 personas) llevando a otros recursos a aquellos que ya tienen hecha esa primera solicitud para ser reconocidos como refugiados y así disponer de sitio para acoger a quienes ahora duermen en la calle.
En Zaramaga les han buscado un recurso para que puedan ducharse desde la próxima semana
En sus reuniones con el Ministerio del Interior -que encabeza Fernando Grande-Marlaska- y el correspondiente a Migraciones -que tiene como titular a Elma Saiz-, Lakua le les ha reclamado que se active de «manera homogénea» las citas para la atención de estos migrantes en las comisarías, pues al Ejecutivo autonómico le consta que mientras en Vitoria y San Sebastián sufren apreturas hay huecos libres en otras provincias limítrofes a Euskadi.
«Hemos pedido disponer de esas plazas libres sin importar dónde estén», apunta Fariña. «Si no hay definido un modelo estructural a nivel de Estado de los itinerarios de personas, pues surgen estos problemas de que en una oficina de la Policía Nacional se dan siete citas y en otras, ninguna. En el sistema para pedir protección internacional existe un atasco desde hace mucho tiempo y llevamos tiempo tratando de ponerle solución», afirma el responsable del departamento que dirige la consejera jeltzale Nerea Melgosa.
Por su parte, Javier Canivell, director general de Zehar-Errefuxiatuekin, destaca que «no sabemos si esta situación irá a más, sólo sé que debemos atenderla y que acceder al proceso para reclamar el estatus de refugiado es un derecho, por lo que nadie puede dificultarlo. Llevamos meses, sino años, que se mejore el acceso al procedimiento para acceder a citas».
Los vecinos se vuelcan con mantas, comida y dinero
'I ni ce'. Esa es la fórmula que los malienses utilizan en bambara, su idioma, para expresar agradecimiento. La palabra la repiten a menudo los chavales que desde hace semanas -antes eran unos pocos, ahora son muchos más- pernoctan en Vitoria cuando los vecinos les entregan mantas, comida o incluso ayuda económica. La barrera idiomática entre ambos aún es palpable y muchos locales aún no entienden la expresión, pero la sonrisa que despierta esa solidaridad espontánea no deja dudas de su gratitud.
Si bien (como sí ocurrió en San Sebastián) aquí no hay un grupo coordinado de residentes que ayude a estos refugiados -es agosto y 'todo el mundo' está fuera-, distintos miembros de asociaciones vecinales de Arana y Zaramaga y vitorianos, a título individual, se han acercado hasta los barrios donde se cobijan para tenderles la mano en este tiempo. «Tenemos que exigir a las autoridades que les amparen y garanticen un techo, pero en la inmediatez tienen que estar cubiertos», razona una de estas residentes, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Hay bares que han habilitado cajas de resistencia para aliviar su estancia en las calles, otros que les acercan bocadillos y muchos que se cercioran día a día de que este medio centenar de personas se encuentra bien. «Hacemos lo posible por aliviar su situación. Nos van a tener para lo que necesiten», abunda esta mujer.
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