Jornada «caótica» en las gasolineras de Álava
Un fallo en el sistema de cobro colapsa una veintena de estaciones de Repsol y el resto registra colas en el primer día del descuento
El primer día en que se aplicaba el descuento de 20 céntimos por litro de combustible fue «caótico» en las 69 gasolineras de Álava y ... en las del resto de Euskadi, una de las comunidades donde más desajustes se produjeron con la entrada en vigor de la medida. Desde primera hora de la mañana hubo colas, fallos informáticos, muchas dudas y hasta cierres puntuales de alguna que otra estación de servicio que desquiciaron a clientes y trabajadores en una jornada marcada además por la nieve. La perspectiva de poder pagar entre 8 y 10 euros menos por llenar un depósito de gasolina o gasoil hizo que cientos de conductores llegaran incluso con la reserva bajo mínimos al surtidor más cercano.
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Los paneles informativos de las diferentes gasolineras del territorio aún marcaban precios entorno a 1,8 y 1,9 euros el litro, ya que la bonificación decretada por el Gobierno de Sánchez para paliar los efectos de la crisis de la guerra de Ucrania la deben adelantar los empresarios del sector, muy molestos con la medida. «Esto es un desmadre, una locura total a nivel informático y de tesorería. Nos hemos tenido que adaptar en sólo 48 horas», dijo Manuela González, presidenta de las Estaciones de Servicio de Álava, en declaraciones a la Cope.
Los días previos ya se barruntaba que la jornada iba a ser complicada. «Caótica», según los diferentes testimonios recopilados por este periódico. La víspera bajó drásticamente la afluencia de vehículos a las estaciones, confirmaron desde el sector, y por contra ayer se duplicó e incluso se quintuplicó. Y esa avalancha de clientes colapsó el sistema informático de cobro de Repsol, uno de los grupos con mayor presencia en Álava, con una veintena de puntos de repostaje. No podían aceptar tarjetas de crédito, lo que ralentizó los pagos y obligó a cierres puntuales en algunas gasolineras. Por la tarde aún tenían problemas y los empleados solicitaban a los clientes el pago en efectivo. Atendían a «cuenta gotas», de acuerdo con sus propias declaraciones.
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«Los problemas han sido en todo el país. Por la acumulación de operaciones en el pico de la mañana se ha generado una ralentización en el sistema informático con el que se cobra a los clientes. En algunos casos, no se podían aplicar los descuentos y lo que han hecho las gasolineras es cerrar. Se trata de cierres puntuales. No es que el sistema no estuviera preparado, sino que la acumulación de operaciones ha hecho que se ralentice», justificó a este periódico un portavoz autorizado de Repsol.
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Este grupo ofrecía un extra de 10 céntimos de descuento por litro a sus socios y eso hizo que sus estaciones se masificaran más que las de otras cadenas. Algo similar ocurrió con las denominadas 'low cost'. En Vitoria, los mayores problemas se sintieron en los surtidores de polígonos industriales como Júndiz, Gamarra-Betoño u Oreitiasolo. En los del centro comercial de Zaramaga los trabajadores no pararon ni un minuto y ser vieron obligados a abrir dos ventanillas de pago. «Yo soy de los que llena el depósito, pero las últimas veces me dolía. Era exagerado», dijo Víctor Landa tras dejarse 65 euros en gasoil.
Mejor la cola
No es la única persona a la que le resultaba dolorosa la factura a pagar en las últimas semanas por repostar. Algunos, como Ignacio Martín, esperaron con estoicismo su turno en la cola de la gasolinera con tal de asegurarse el descuento. «He esperado más de lo habitual, pero es mejor esto a tener que pagar lo que pagábamos antes».
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Las mismas estampas se repetían también a media mañana en la Avenida de Los Huetos. «Yo no he visto algo así en los diez años que llevo trabajando aquí», dijo un trabajador de una estación de Petronor. Tenía que salir a explicar a cada automovilista los problemas informáticos que estaban padeciendo. El malestar no sólo era evidente en empresarios de los grandes grupos. También los negocios pequeños están enfadados con los modos en que se ha gestionado el decreto ley. «El Gobierno nos está tratando como a una financiera. Nos piden que adelantemos el dinero en lugar de bajar los 20 céntimos del impuesto de carburantes», sentenció Javier Furelos, responsable de la estación Onaindia.
Lo que no hubo fue desabastecimiento. Todas las estaciones, eso sí, dieron prioridad a ambulancias, policías, bomberos y quitanieves que afrontan un fin de semana complicado.
«He estado esperando días y casi tengo que venir empujando el coche»
La anunciada rebaja en el precio del combustible propició que muchos alaveses apurasen sus depósitos casi hasta la última gota. «Se me ha encendido el piloto de reserva y tengo que echarle sí o sí. No hay otra opción», decía Fran en la Eurocam de Subillabide. No fueron pocos los que llegaban a la estación de servicio con el coche seco. «He estado esperando días y casi tengo que venir empujando», indicó Naiara Iarritu. «Utilizo poco el coche. Cada vez que lo llenaba me desangraban».
«No iba a hacer el bobo y echar gasolina ayer –por el jueves–», disparó Eric Vega, entre carcajadas, en la estación de servicio que funciona en Venta de la Estrella. Hodei Azurmendi, incrédulo, repasaba la factura para comprobar esos 20 céntimos menos. Él apenas lleva once meses al volante y la L pegada en la luna trasera de su coche. «Me he sacado el carnet en el peor momento», reflexionó.
Los transportistas, todavía en pie de guerra, también agradecieron este «ligero alivio». «Mi depósito es de 1.000 litros. Casi 2.000 euros. Con ese precio hemos tenido que estar dos semanas parados porque salimos casi perdiendo», dijo Jesús Gutiérrez, recién llegado de Valencia y esperando orden para cargar su tráiler.
«Me han cobrado dos veces»
La otra cara de la moneda fue la de los usuarios que se enfrentaron los problemas informáticos. Algunos trabajadores perdían la calma después de horas de fallos del sistema. «Estamos avisando a los clientes antes de que empiecen a repostar», decía una de las trabajadoras de la Repsol de Portal de Castilla.
A estas dificultades se tuvo que enfrentar Jesús Javier, que paró su Audi en esta estación de servicio ubicada en el corazón de Vitoria. «Esto es un desastre», se quejaba. «Yo suelo pagar con la aplicación waylet porque además de los 20 céntimos te hacen otros 10 más de descuento». Los trabajadores le propusieron hacerlo con una tarjeta bancaria sin mucho éxito. «Al final me han cobrado dos veces y me han tenido que devolver el segundo pago en metálico», lamentó.
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