Hacia una Vitoria sin escaparates
San Martín y el Ensanche acumulan cientos de locales vacíos. La próxima modificación del PGOU invita a imaginar cómo llenarlos de vida
De la calle Bustinzuri a Abendaño, del Ayuntamiento a los campos de fútbol, entre esas manzanas donde se levantan bloques construidos en forma de 'u', ... que, a vista de pájaro, recuerdan a imanes que se atraen. Aquí, en el barrio de San Martin, se suceden los bajos vacíos, las lonjas desangeladas, los carteles de 'se vende' y 'se alquila', muchos ya descoloridos, con los números de teléfono de . ¿Cuántos son? A ojo de buen cubero, 117. «Y la mayoría siempre han estado así, desde que se construyeron, hace 30 años, este es un tema enquistado», señala Bernar Mendizábal, presidente de la asociación de vecinos de un barrio agradable pero donde, en un día de labor cuesta encontrar un paseante. Entre tanta persiana bajada, entre tanto bajo tapiado surge la duda: ¿No hay comercio porque no hay vida en la calle o no hay vida en la calle porque no hay comercio?
El de los locales vacíos es un problema especialmente visible en San Martín, pero que se extiende por toda la ciudad. Con este asunto, hoy, Día Mundial del Urbanismo, EL CORREO inicia una serie de reportajes que buscan radiografiar el urbanismo de la ciudad, reflexionar y proponer soluciones creativas ante problemas concretos ahora que la ciudad se dispone a actualizar su Plan General de Ordenación urbana, el mapa esencial para imaginar la Vitoria del futuro. Este es el Plan V.
A falta de un registro oficial que refleje la verdadera dimensión del problema de los locales vacíos en la ciudad, hay cifras que ayudan a esbozar el panorama. Según los últimos datos, en el Ensanche se acumulan 150 locales vacíos y la sociedad municipal Ensanche XXI cuenta con un centenar de lonjas sin uso que busca colocar mediante un programa de alquileres a bajo coste. Además, en los últimos tres años, Vitoria ha perdido 179 comercios, según los últimos datos del Ayuntamiento de Vitoria, de finales de 2019, que no recogen el devastador impacto que la pandemia ha tenido sobre el comercio.
En Vitoria, el problema es acuciante, sí, y, en contra de lo que ocurre en las ciudades del entorno, esa estampa desalentadora que provoca la sucesión de persianas caídas se ha cebado con especial virulencia con el corazón de la ciudad. Aquí los principales ejes comerciales no están perdiendo el alma, con una sucesión aséptica de franquicias tal y como se viene padeciendo en Bilbao, en Pamplona o en Logroño. Aquí, el problema es que incluso las franquicias están huyendo. En General Álava, Massimo Dutti, NewYorker o Desigual han huido en poco tiempo de esta arteria comercial, obstruida por el colesterol del abandono.
Y, sin embargo, este no es, ni muchísimo menos, un asunto endémico de la capital alavesa. El reto es global. En Madrid, un reciente informe se estima que hay más de 14.000 locales sin ningún uso. Incluso en Nueva York, en Manhattan, en la gran urbe del comercio, en el El Dorado del consumismo más salvaje, el cierre de locales preocupa de forma poderosa. Antes preocupaba la gentrificación, ahora la desertificación comercial.
«Mezclar usos»
Para la delegación alavesa del Colegio de Arquitectos Vasco Navarro, la actualización del Plan General de Ordenación Urbana puede marcar un punto de inflexión en esta desalentadora deriva. Defienden que la hibridación de usos puede resultar crucial para atajar el problema. «Mezclando usos en los barrios, se aumenta la densidad, la heterogeneidad y unos regímenes de uso diferentes, no homogéneos. Se reduce la movilidad de la casa a los centros de trabajo, reduciendo la huella de carbono. El ahorro en los desplazamientos permite dedicar esos minutos de más a la actividad en los barrios: comercio de cercanía, comprar despacio», reflexionan los arquitectos.
Se habla de permitir nuevos usos en estos locales, pero, ¿para qué? Porque, sí, según coinciden todos los expertos, ante el auge del comercio on-line, nunca se llegarán a ocupar con tiendas y bares todos los locales que ahora están vacíos. Ese modelo ya está superado. Entonces, ¿cómo se llenan de vida? La solución más tentadora, la más inmediata y también la más obvia, pasa por convertir los bajos sin uso en viviendas, algo que la normativa vitoriana restringe de forma expresa y que, según los expertos, se debería limitar, en todo caso, a las lonjas de la periferia. «Es una solución que no sirve para dar vida a las calles de los centros y que puede tener consecuencias muy perniciosas para el comercio tradicional», señala el autor holandés Hans Karssenberg en su obra 'The City at Eye Level' ('La ciudad a la altura de los ojos'), publicada por el colectivo de innovación urbana Stipo, en la que se aportan soluciones creativas, globales, a los enormes retos a los que se enfrentan las ciudades del futuro.
De Pamplona a París, de Tolosa a Singapur y a Torrejón de Ardoz y a Murcia, las ciudades han centrado sus esfuerzos en tratar de dar respuesta a este fenómeno. Uno de las recetas más audaces es la que aplicó Newcastle, una ciudad australiana a 160 kilómetros de Sidney. Allí se decidió dar respuesta a ese momento crítico que media entre que un negocio echaba la persiana y otro se decide a tomar el relevo: promovieron una ocupación temporal, en línea con esa corriente del 'meanwhile urbanism', literalmente, el urbanismo del mientras tanto. Se propuso que los propietarios cedieran sus locales, gratis, a creadores locales que, a cambio, se hacían cargo de todos los gastos, sabiendo que, si el local se ponía en venta, se tendrían que marchar. ¿Algo así funcionaría en Vitoria? Merecería la pena intentarlo. Para evitar que esta ciudad se quede sin escaparates.
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