Ver fotos
Cementerios de Álava para quedarse eternamente
Recorremos algunos de los lugares de enterramiento más singulares por sus vistas o por sus moradores. En esta lista hay lugar hasta para los ateos
Lápidas llenas de flores y recién adecentadas. La estampa se repite cada 1 de noviembre en los cementerios de todos los pueblos alaveses. Comparten su ... función de ser hogar eterno para los difuntos y refugio de cariño y memoria para los vivos. Pero no todos son iguales. Algunos destacan por curiosidades que los convierten en singulares, por sus vistas, o por los apellidos inscritos en las sepulturas. Recorremos Rioja Alavesa, Valdegovía y el valle de Ayala para conocer algunos de los camposantos más especiales del territorio. Lugares donde quedarse para toda la eternidad.
Villabuena de Álava
Cenizas entre viñedos
Rodeado de viñedos, en lo alto de un pequeño monte, Ibaola Harriak se antoja un lugar idílico para reposar sin límite de tiempo. Este 'cementerio ateo' a un kilómetro y medio de Villabuena de Álava es creación de Joseba Ibáñez y allí reposan desde 2012 las cenizas de una decena de personas entre olivos y menhires. «Desde hace tiempo tenía la idea de hacerme un dolmen para que me pudieran enterrar allí porque los cementerios siempre me han parecido muy tétricos», explica este agricultor de 56 años. A otros les gustó su idea y se unieron. Ahora las piedras están talladas y en algunas se observan dibujos o inscripciones que representan a los difuntos.
«Me gusta la estética y la forma de los monumentos megalíticos y creo que este lugar quedará como un vestigio de los que un día pasamos por aquí», reflexiona Joseba. Los precios de las piedras, de entre uno y dos metros de altura, oscilan entre 500 y 1.000 euros en función del tamaño. Con la compra del menhir se entrega un documento que garantiza la permanencia en este singular cementerio por un periodo de 20 años, «aunque es posible que quede en la parcela indefinidamente», avisa.
Sobrón Alto
La enigmática tumba de un soldado alemán
En la trasera de la ahora en ruinas iglesia de la Inmaculada Concepción en Sobrón Alto se ubica un pequeño cementerio en el que destaca una tumba con una inscripción en alemán. Es la del soldado nacido en el Tirol Johann Mungenast y fallecido en el balneario de Sobrón el 29 de junio de 1945. Se acercaba el final de la II Guerra Mundial cuando muchos miembros del ejército nazi desertaron y algunos llegaron al balneario ubicado en este enclave del municipio de Lantarón. En la sepultura se puede leer 'Hier ruht in Gott unser guter kamerad mein lieber gatte Johann Mungenast' (Aquí descansa en Dios nuestro buen compañero, mi mejor amigo, Johann Mungenast). A su lado encuentra reposo la pequeña Milagritos, que también exhaló su último suspiro en las cercanas termas con tan solo 11 años y dejando «desolados» a sus padres.
Al pueblo, que en invierno cuenta con tres casas habitadas, no es extraño que lleguen visitantes preguntando por la ubicación del cementerio. «Viene gente interesada en ver la tumba del soldado alemán, curiosos que conocen la historia», confirma Luis, que regenta una casa rural.
Angosto
Cementerio conventual
Religiosos de todo el país pertenecientes a la congregación de los Pasionistas viajan hasta este cementerio ubicado en un entorno espectacular, en las proximidades del Parque Natural de Valderejo, para reposar eternamente. Allí son enterrados a los pies de una gran estatua que recuerda al fundador de la orden, San Pablo de la Cruz, y muy próximos al santuario de construcción gótica y a la Escuela de Espiritualidad.
Bajo el camposanto se encuentra la gruta de la Virgen de Angosto, cercana al río Tumecillo, que baja caudaloso estos días. Según cuenta la leyenda, un día de 1089 se produjo una tormenta con truenos y relámpagos que alcanzó en el campo con sus ovejas al pastorcillo Hernando Martín. El joven encontró una imagen de la Virgen flotando en el agua durante la riada que fue trasladada a la ermita de San Pedro, hoy desaparecida. Ahora se le recuerda en el lugar exacto donde fue avistada.
Llanteno
Mármol de Carrara y entrada privada
La iglesia parroquial de Llanteno, dedicada a Santiago Apóstol, y el cementerio contiguo forman un conjunto de especial belleza en este enclave del valle de Ayala. En el camposanto destaca el mausoleo neogótico de la familia Murga, Marqueses de Linares y Vizcondes de Llanteno, una de las estirpes más acaudaladas de la zona.
Se trata de una capilla sencilla pero que impone nada más cruzar la verja, rematada con cuatro esculturas de mármol de Carrara, símbolo de ostentación en aquella época y que todavía aportan un aire majestuoso al conjunto.
El panteón preside un conjunto diseñado a finales del siglo XIX por Martín Saracíbar, autor del Palacio de la Diputación Foral de Álava, y que se consideró como uno de los mejores cementerios de la provincia. Más tarde fue ampliado con un nuevo panteón de la familia Garay. «Al parecer, se construyeron su propio acceso para entrar directamente a su panteón, sin pasar por otras áreas. Una pequeña puerta frente a la que aparcaban el carruaje cuando llegaban al cementerio», relata Arturo Gorbea, vecino de Llanteno, mientras ayudado por una escoba retira las hojas secas del panteón de su familia.
Villanañe
Con vistas a la torre de los Varona
Por encima de la tapia más baja y a través de un enrejado ventanuco donde la pared es más alta se observa a lo lejos la torre-palacio de los Varona. El cementerio de Villanañe, reformado recientemente, acoge en un panteón entre cipreses los restos de los herederos de la familia instalada en este pueblo del municipio de Valdegovía desde el siglo XII. Las vistas impresionan y suponen un viaje a épocas remotas, de batallas y fortificaciones medievales. La puerta al pequeño camposanto está abierta al visitante y en la cercana torre se ofrecen visitas guiadas.
El cementerio al que sólo se puede entrar por la iglesia
Ubicado en Rioja Alavesa, el pequeño pueblo de Labraza conserva un aspecto que retrotrae al visitante hasta el siglo XII cuando fue fundado por el rey Sancho VII de Navarra. El recinto amurallado es el más pequeño de todas las villas medievales vascas y solo tiene tres calles. Pero esta no es la única singularidad que alberga Labraza. Para acceder a su cementerio es necesario atravesar la iglesia del arcángel San Miguel y es que, a diferencia de lo que suele ser habitual, el recinto donde reposan cerca de medio centenar de almas no tiene puerta al exterior.
En el pueblo sólo posee la llave de la iglesia Fredesbinda Quintana, que toma la reliquia de hierro forjado y camina apoyada en su bastón los escasos metros que separan su casa del templo. Abre la puerta y recorre las tumbas de este peculiar camposanto a los pies de una torre de estilo barroco construida por Martin Beratua de Abadiano en 1769. «Aquí cada uno se hace cargo de lo suyo. Algunos lo tienen muy cuidado y otros sólo aparecen la víspera de Todos los Santos», cuenta 'Fredes' junto a la tumba de su marido Urbano Requibatiz.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión