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La casa sin drenar

La casa sin drenar

El tragaluz ·

Ángel Resa

Jueves, 12 de abril 2018

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Unos por otros, la casa sin drenar. Cuando alguien pide explicaciones a raíz de un conflicto tiende a remitírsele al maestro armero. Y en este caso custodia la munición el Gobierno vasco, que dota fondos a su agencia del agua (URA) para acometer las obras a las que se comprometió para evitar las inundaciones en Vitoria y su entorno. Y subsidiariamente también cabe dirigir la vista al Ayuntamiento, la otra parte contratante en el intento de que tierras, parcelas y vías urbanas no queden anegadas cada vez que el Zadorra y ríos menores se tributen un homenaje en forma de borrachera de agua por caudal excesivo. ¿Cómo? Pues preguntado a Lakua qué hay de lo mío sin dejar que el asunto lo pierda el exceso de humedad. Que, como ocurre a menudo y en diferentes ámbitos, recordamos a Santa Bárbara cuando truena. O en este abril de grifos permanentemente abiertos a los que se les ha averiado el mecanismo de cierre.

El Ejecutivo autonómico y la municipalidad firmaron en su día un acuerdo de prevención de desbordamientos nocivos para propiedades, medio natural y la propia vida de la gente damnificada por las crecidas fluviales. Pues bien, o mal peor dicho, tras cinco años de vigencia del pacto y a dos de su conclusión sólo se ha ejecutado -no en el sentido criminal del término- la cuarta parte de lo previsto. O sea, que los responsables del convenio conocen la teoría de memoria, pero andan escasos en el cumplimiento de las prácticas. Eso o que nadie encuentra el trabajo final del máster dedicado a contener los empantanamientos reiterados. Reconociendo, vaya por delante, que se trata de complejas y rigurosas intervenciones de ingeniería nada proclives a las bromas.

Llámenme mal pensado, y posiblemente acertarán, pero tengo para mí que estas obras tan necesarias resultan poco vistosas y figuran en el escaparate como con calzador. Vamos, que parecen difícilmente vendibles en la algarabía del mercado político y cuesta traducirlas en votos contantes, sonantes y a salvo de las riadas electorales. Vale, díganme suspicaz.

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