El botín sustraído en la joyería Frida de Vitoria se ocultó en ositos de peluche en un piso en Bilbao

J. R. F. compareció ayer escoltado por dos ertzainas en una de las salas del Juzgado de lo Penal 1 de Vitoria en la que debían juzgarse estos hechos, por los que la Fiscalía pide cinco años de prisión y el reembolso de cerca de 69.000 euros a las aseguradoras que sufragaron las indemnizaciones. Pero no hubo juicio. La falta de una prueba pericial considerada importante y la incomparecencia de su presunto compinche -que no consiguió ser localizado y para el que se activará una orden de busca y captura-, llevaron a la titular de la sala a decretar el aplazamiento hasta septiembre.

Será entonces cuando se escuchen en vista oral algunos de los detalles de una investigación concienzuda liderada por la comisaría de la Ertzaintza en Vitoria, en colaboración con la de Bilbao. Detalles que ha podido conocer este periódico y que revelan, además, el perfil peculiar del ladrón hoy en prisión preventiva; un tipo «profesional», de trato correcto y amante del lujo, al que se vincula con una banda que operaba en Bizkaia; grupo al que supuestamente también pertenecería el fugado. Dos viejos conocidos -en su currículo figuran varias condenas por robo con fuerza- para un cuerpo policial que puso sobre ellos el foco nada más producirse el primero de los asaltos a la joyería vitoriana. El video captado por una cámara del local fue una de las primeras pistas. Tres personas -una de ellas no ha sido identificada- ocultas con pasamontañas rompen la cristalera y, a la carrera -la escena dura un minuto- arrasan con 90.000 euros en joyas. Dos meses después, los ladrones regresaron al mismo establecimiento. Similar modus operandi (igual de fugaz) y 90 piezas a sus bolsas tasadas en 58.000 euros.

Seguir el rastro de las pruebas fue laborioso. En el vehículo propiedad del arrestado, un BMW, se halló durante una inspección una pequeña etiqueta que sería identificada como propia por los responsables de la joyería. Las pesquisas llevarían a los agentes hasta Bilbao, donde tenía fijada su residencia. En una vivienda se encontró una gran cantidad de ropa, firmada por conocidos diseñadores, que habían sido sustraídas en Bizkaia.

Los vínculos definitivos con los robos en la joyería serían, sustancialmente dos: en un cacheo se le vio portando un reloj de más de 5.000 euros que estaba en el inventario. Luego llegaría el hallazgo en las 'tripas' de los peluches. Ayer, en la sala, conversó relajado con dos personas que previamente se habían identificado ante la jueza como testigos con sus números de agentes policiales. «Al final cumplí con lo del coche ¿eh? Arreglado», les comentó en tono distendido a la vista de todos. Se refería al turismo robado para la huida. Se enteró de que había dejado sin coche a un señor de avanzada edad al que le hizo una buena faena. El vehículo apareció poco después en impecable estado.