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Ana Herrero, madre de Borja Lázaro, el vitoriano de 34 años que desapareció en Colombia en 2014, declarará a su hijo como fallecido en enero. « ... Las familias nunca lo querríamos hacer, pero es un paso judicial necesario» para poder gestionar sus bienes, y no dejarle el problema a su hermano en el futuro. Borja vivía en Luxemburgo y tenía allí un piso, del que su madre se ha tenido que responsabilizar a miles de kilómetros de distancia, «a parte del susto y del dolor por la pérdida». Son «diez años sin tener nada. Nos tenemos que temer lo peor», asume.
La única esperanza que aún alimenta la madre del joven vitoriano es «saber qué pasó». Ella le da vueltas y ha llegado a la conclusión de que Borja tuvo que tener un «incidente». «Que haya sido voluntario está descartado porque él era un viajero empedernido y siempre comunicaba cuando se movía». Sus blogs, en los que colgaba fotos de su viajes, quedaron congelados hace una década y sus cuentas bancarias bloqueadas. En palabras de Paco Lobatón, la desaparición es «una muerte tacaña, que no te deja llorar ni enterrar a tu ser querido».
La de Borja Lázaro es una de las desapariciones sin resolver que se mantienen en Euskadi. Los agentes de la Unidad Central de Investigación de la Ertzaintza no se olvidan de los casos. Una aplicación les recuerda cada cierto tiempo si no han documentado ninguna novedad en ese expediente. La más antigua, desde que se tiene un registro informático, data de 1976. Según los últimos datos de la Ertzaintza, de las 4.354 desapariciones notificadas en Euskadi, 3.432 son de menores y la mayoría son fugas de centros de centros.
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