La bolsa y la fila
El tragaluz ·
Un tapón humano dificultó la entrada a la plaza por el reparto gratuito de bolsas de tela en plena guerra sin cuartel al plásticoQue el mercado agrícola de Navidad tiene tirón es irrebatible. Me bastó encontrarme este jueves en la plaza de España con tres enfermos, como servidor, ... de un deporte tan adictivo que hasta dudo de que pueda rendir beneficios al alma y al cuerpo. Algunos lo juegan y otros lo perpetramos. En vez de darle a la pelota en uno de esos extraños -por luminoso- mediodía vitoriano me los encuentro ahí, avanzando a medio kilómetro por hora, entre los puestos que ejercen de imán el jueves previo a Nochebuena. Esto, claro, después de reponerme del primer susto de la mañana.
Cualquiera que buscase el ingreso en el cuadrado perfecto que diseñó Olaguíbel desde la Virgen Blanca se topaba de bruces con un tapón. El de la cola que formaba un número ingente de personas para… que les dieran el desplegable de tela de la Fundación Vital que la encargada de repartir junto al cartel declarante de la guerra sin cuartel al plástico extraía de enormes dispensarios de… plástico. Quien esté libre de pecado que tire el primer envase. En vez de la bolsa o la vida pensé que estábamos ante la bolsa y la fila. No me negarán que semejante ejercicio de paciencia mal contenida cuadra bien con el carácter local. Vale, soy de aquí. Diez minutos y ciento cincuenta metros gasté para llevarme el trofeo. En el entreacto, conversaciones del tipo «ya podían regalar un bolígrafo, que es más efectivo» y la pregunta recurrente del día: «¿Para qué es esta cola?».
Ya una vez dentro de la figura geométrica a cielo abierto tiro hacia las aves que atraen miradas y concitan atenciones. Destaca por su exuberancia el faisán dorado que reúne los colores de la paleta entera y vuelvo a cuestionarme, y van…, acerca de la paradoja animalista por la que una fauna se estresa en Vitoria y cinco gallos hermosos arracimados en una jaula, no. Curioso, o caprichoso, el baremo discriminador. Bueno -me digo para los adentros-, recorre los puestos y empápate de feria. Sí, la que trae cada año el campo a la ciudad con moderneces que resultarían anacrónicas hace un cuarto de siglo. Por ejemplo, el rótulo colgado de la farola que anuncia barra libre de 'wifi' municipal.
Esto es una quedada multitudinaria y no otras. Y con ciertas reminiscencias a Benidorm por la reiteración de saludos que empiezan por «coño» y siguen con un «¿tú por aquí?». Y es que la cita navideña reúne a gente que no se ha visto en todo el año. Dicen que parecemos un tanto secos o poco dulces, pero no será por falta de oferta repostera en la plaza. Un lugar donde también abundan los embutidos y los quesos, las conservas, las garrapiñadas que saben a infancia. Un sitio al que hay que echarle huevos para avanzar, como los hermosos que venden, y un enclave por el que te dan morcilla a las primeras de cambio. El día D y la hora H donde se aprende lo que no está en los escritos. Toda la vida identificando a los 'kiwis' con los naturales de Nueva Zelanda -en parte por el influjo del rugby- y resulta que puedes comprar ejemplares de Gordexola.
Fiel a la cita ahí está nuestra medallista de lucha Maider Unda ofreciendo el queso que elabora en su caserío de Olaeta. ¿Productos locales? Unos cuantos, desde luego, como el vino y el aceite de la Rioja Alavesa, la miel del Gorbea o las cervezas artesanales que elaboran nuestros vecinos. A punto de irme reparo en el desfile de gorros, gorras, txapelas y bastones. Y esquivo las sillas de ruedas o de niños. Escucho la típica conversación matrimonial tras años largos de convivencia. «Nos hemos saltado todo eso», dice ella. «Tú tira por donde quieras, que yo voy detrás de ti». La cartesiana y el resignado, o el obediente, o el 'piensa tú por mí'. Cachito a pedazo de muestras gratuitas veo a gente se va almorzada y al abandonar la plaza reparo que la fila por la bolsa, lejos de decaer, aumenta.
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