«Este blanco me sabe a libertad»
En el aperitivo y el tardeo, los bares de Vitoria esbozan una sonrisa pese a la reticencia a acodarse en las barras abiertas
Unos suspiraron de gozo con las croquetas del Zabala. Los hay que se zamparon de un bocado el kimuchi de vieiras del Manolenta ... . O quienes se refrescaron con una rubia en la terraza del Jauja. El primer finde de la fase 3, o el penúltimo antes de desterrar el estado de alarma, insufló renovadas esperanzas a la hostelería alavesa, tan necesitada de buenas nuevas como el resto de la sociedad, y fiable termómetro del ánimo ciudadano.
Bien lo saben Vicky y Olatz, «amigas y casi hermanas» que en compañía de sus hijas Bego y Noa intercambiaban confidencias en la terraza del Riojanito, tasca con label chino de la populosa calle Reyes de Navarra. «Este blanco me sabe a libertad», soltó la primera entre solemne y guasona. «La verdad que al principio sí me ha dado algo de reparo ver tanta gente», admitió su camarada.
Aunque intermitente, ese reparo se replicó por el resto del municipio. Con una regla no escrita; terrazas rebosantes y establecimientos a medio gas. «Con lo del rebrote (de Txagorritxu) esta semana sí se ha notado un pequeño bajón. Esto es una incertidumbre diaria», radiografió Koldo, alma máter del Jauja, colorida taberna de la calle Rioja, otra arteria ideal para el poteo a la luz del día. Acodados en su barra, Alfonso y Blanca no lo veían así. «Somos de salir a tomar algo por las mañanas y sabe a gloria hacerlo de nuevo», enfatizó ella verdejo en mano.
Con el centro a punto de colgar el 'No hay billetes', la duda era si en los barrios se viviría semejante resurgir o no sería para tanto. En la barra del Brasilia se impuso el sí. Este clásico de Pío XII rezumaba alegría. La de sus parroquianos por recuperar hábitos perdidos por la dictadura del coronavirus. «Abrimos el 25 de mayo y casi estamos como 'antes'», compartió Mateo San Martín, preboste de este templo del mús y el tute. «Los clientes nos piden que les dejemos jugar a las cartas, habrá que esperar».
Cuando la clientela es mayor
Noe, al frente del Riojanito, advirtió no obstante que «se percibe cierto temor. Ten en cuenta que tenemos mucha gente mayor. Hoy (por ayer) habrá clientela dentro del local porque juega el Alavés», trazó.
Porque si disponer de velador ha dado oxígeno a muchos establecimientos, ha estrangulado a los huéfanos de este extra. Esa es la condena del Bodega San Vicente, feudo del porrón desde 1957. «¿Qué tal? Pues mal. Se nota el miedo. Abrimos el día 1 y a muchos clientes fijos aún no les hemos visto. Son mayores y no se atreven a bajar», dibujó Charo, a los mandos de este local de Simón de Anda. Blas (64 tacos) y Carlos (74) le devolvieron la sonrisa. «Venimos a verla porque tanto ella como su socia son muy majas y ya echábamos de menos tomar una en la barra».
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