Bertsolaris con traducción simultánea en el hogar extremeño
Las casas regionales en Vitoria arrancan un ciclo que pretende «acercar culturas» y compartir el arte de la improvisación
Maqueto, manchurriano, coreano. Son los adjetivos que se han repetido como un mantra dirigido a quienes tienen otro acento. Quienes emigraron desde otro punto de ... la geografía española al País Vasco para mejorar su día a día. Para evitar que le llamaran así, el bertsolari Jon Maia (Urretxu, 1972) ocultó su origen durante mucho tiempo. Se avergonzaba de sus apellidos: Mesa Soria Herrero Valderrama. En los noventa se hizo con el premio Xenpelar en Errenteria. Sus padres bajaron de la grada para felicitarle y los esquivó. Quería evitar que el resto se enterara de que hablaba en castellano con su familia. Más tarde, a los 25 años, comenzó su recital en la Txapelketa de Anoeta ante 10.000 personas aludiendo a sus orígenes. 'Ama Extremadura aita Zamoratik' (Mi madre, de Extremadura; mi padre, Zamora) fue el primer verso. Fue como «salir del armario», dice.
Este jueves, Maia, uno de los bertsolaris más reconocidos, volvió a entonar esos versos ante un aforo más reducido. Alrededor de 70 asistentes acudieron al salón de actos del Hogar Extremeño de Vitoria y sintieron ese apunte biográfico como algo cercano en el encuentro 'Bertsolaris en las Casas Regionales' en el que también participó Amaia Agirre (Villabona, 1977), «ocho apellidos vascos, carrera de Filología Vasca y profesora de euskera». Estas actuaciones seguirán realizándose en diferentes centros en 2020.
Maia, hijo de zamorano y extremeña, volvió a entonar sus famosos bertsos sobre su origen
Integración
Lo especial del 'saio' que comenzó pasadas las siete de la tarde es que sus improvisaciones se tradujeron «simultáneamente» al castellano. Karlos Aizpurua se encargó de teclear los bertsos que se proyectaron en una pantalla y trataron temas como la migración o la matanza del 3 de marzo, propuestos por el presentador Rubén González. «Antes nos dábamos las espaldas, ahora estamos cara a cara y aplaudiendo», se congratulaba Amaia Agirre. En otro momento, Maia reivindicaba no avergonzarse de los orígenes de cada uno: «Mantened las raíces y florecer para hacer crecer las ramas».
Algo de eso sabían los espectadores. José Antonio Jilete, presidente de la Casa de Extremadura, se trasladó a Vitoria en 1973 desde un pueblo de Badajoz para «subsistir». «Ya ha llovido. Mis dos hijas son vascas y mi mujer vasca, de padres extremeños», contaba al acabar este recital de novedoso formato. «No había visto nada así». El objetivo es «disfrutar de todas las culturas», señalan desde Lanku, empresa que impulsa el encuentro. Uno de los antecedentes a estas traducciones es la velada de improvisadores (galeses, mexicanos...) que se celebró en San Sebastián en 2016.
Mónica Calvo, presidente de la Federación de Centros Regionales de Álava, señaló que el encuentro ejemplifica la integración. «La mayoría somos de terceras generaciones», afirma. ¿Extremeña también? «No, gallega». La actuación la cerró un grupo de folklore pacense con el baile de una rondeña de Orellana y Castilblanco, cerca de Cabeza de Buey, «el pueblo del bertsolari».
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