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«Cualquier día se le va a caer a alguien encima», señaló ayer Iker Landeta, de la pescadería Toñi. Él se encontró a primera hora ... de la mañana con un desprendimiento del revestimiento del techo, que obligó a acordonar la zona hasta que se limpiaron los cascotes. A esa hora no había nadie en el mercado de abastos y no se produjeron daños personales, pero los comerciantes del mercado llodiano temen que «un día, tengamos un disgusto».
La causa del desprendimiento son las filtraciones de agua que tiene la plaza desde hace años. El agua llega al techo del pórtico que alberga los puestos desde la plataforma superior. En 2014 se abordó la última reforma de este espacio para resolver esos mismos problemas de filtración, «pero en vez de poner una capa de tela asfáltica, se hizo con pintura y antes de terminar la obra, ya había goteras otra vez», aseguran los afectados, que piden «por lo menos, el arreglo de la zona donde trabajamos».
Ante la falta de reparaciones, el problema ha ido agravándose con el tiempo. «Yo he tenido que poner una solución provisional para recoger el agua y evitar que caiga encima de los clientes», explica Landeta.
La plaza de abastos de Llodio cumplirá 70 años el próximo 26 de junio. Desde su inauguración, en 1952, no ha sufrido intervenciones de calado salvo la de 2014. Las demás, han abordado sobre todo cuestiones estéticas. Unai Usía y Gentzane Martínez regentan las charcuterías Ana Mari y Mari Paz, que llevan abiertas en el mismo lugar desde 1958 y 1953 respectivamente. Ya casi han perdido la esperanza de ver renovado el mercado. «No nos merece la pena porque tendríamos que trasladar la tienda a otro lugar, y luego, volver a montarla aquí. Dos traslados en poco tiempo, con el coste que eso supone», señalan. Desde la pescadería, Landeta comparte su argumento. Son los únicos que quedan de los ocho puestos que tenía la plaza.
Los sucesivos proyectos han caído en saco roto y en 2021 se intentó conseguir fondos europeos para abordar su reforma, pero las perspectivas no son buenas. «Nos dicen que no hay dinero. Tenemos que esperar a ver si hay alguna renuncia», señaló el teniente de alcalde, Ander Larrinaga. La idea es ejecutar el proyecto ganador del concurso convocado en 2010 que suponía el derribo de la plaza actual y de la plazuela de la iglesia para eliminar todas las escaleras del entorno y sustituirlas por rampas. Aquel proyecto, de 1,5 millones de euros, dio lugar a un amplio movimiento vecinal en contra de la desaparición de la plazuela de la iglesia.
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