Ama Lur
He leído una entrada malísima en la Wikipedia sobre qué es Ama Lur. Habla de mitología, cuando no debe hacerlo, y del Padre Barandiarán.
Se ... entiende por mitología una construcción literaria escrita que trata de responder a las grandes preguntas que el ser humano se hace sobre sí mismo y lo que le rodea. Es habitual que el escritor recurra al empleo de historias sencillas, mitos, para divulgar mejor esta respuesta, siempre muy compleja y oscura. El padre José Miguel Barandiarán trató de formular una mitología vasca, pero no lo consiguió. Le hubiera gustado ser como Homero, Hesiodo, para tener el papel aglutinador que, dicen, tuvieron estos escritores de fantasías respecto a la unidad de los griegos, pero no lo logró. No lo consiguió porque, para que contar con una mitología vasca, debería haber habido primero un protagonista vasco que la hubiera elaborado. Homero o Hesiodo recogieron los mitos que circulaban entre los griegos, que afectaban a todos los griegos, y les dieron forma literaria para presentar a todos los griegos y, al final, a todo el mundo que hemos leído sus obras, una completa explicación del porqué de las cosas. Algo similar a lo que hizo quien comenzó diciendo: 'En el principio...'.
Barandiarán no pudo hacer algo parecido porque los vascos ya tenían una mitología, la bíblica, de la que él mismo era valedor como sacerdote. Por eso no pudo pasar de recoger algunas historias, narradas la mayoría solo en la zona del País Vasco donde él las escuchó, y darles valor de 'mitos', cuando en la mayor parte de los casos no llegan ni a ese nivel.
Ama Lur, la Tierra madre, sí puede conectarse con la mitología. Con la mitología tan primitiva y universal que ni siquiera ha sido escrita. Da la impresión de que el ser humano, casi desde que lo fue, estableció una relación entre el útero de la madre mujer y el de la madre tierra. Hay infinidad de pruebas de ello. Yo mismo puedo dar fe de ese sentimiento especial que une al ser humano con su Madre.
De pequeño, me acostaba en la tierra madre y medio dormido en ella disfrutaba de su acogida mucho más cálida, lo siento, que la que nunca me proporcionó mi propia madre. De pie sobre sus pechos-montaña me he sentido bien, que es decir mucho más que lo que se dice. Viendo debajo las tierras, mis tierras. Sin necesidad de huir, he sentido el bosque tras de mí y lo he disfrutado. Lo mismo en las entrañas de la comedora de selva que en las aristeces fuertes del encinar antiguo, o bajo la sombra del robusto rey de reyes. Me resulta muy complicado explicar lo que significa para mí la Ama Lur. Pienso que me resultaría más fácil si pudiera conectar ahora con todos los que sienten lo mismo. Ya digo, sin zarandajas mendigoizales. Con todos los que sienten el pulso de la vida de la madre en el más ingenuo de los arroyos, en el interior embudo de sus covas, zulos, lezes...
Me tira la tierra, la que ha de comerme y en la que he vivido. Y la mía es la tierra vasca, en versión alavesa
Recuerdo una vez, en la cueva de San León, Puerto de Herrera. Me aparté del resto de compañeros chicos. Había una cavidad pequeña, de suelo arenoso. Me tumbé y, no me dormí; ensoñé, sin más. Recuerdo una vez en una encina grande, muy centenaria. Me subí a ella, como siempre hacía en todas las que podía, y me adormecí en su seno uterino He visto despertarse el Amboto a golpe de las luces aurorales que lo alumbraban. He visto el mundo como una enorme masa informe, blanca, desde la cruz del Gorbea. He visto... y he sentido mi madre tierra, Ama Lur.
Quizás por eso me solivianta tanto que haya quienes la mancillen utilizándola en su interés y, lo que más, que escondan esos intereses bajo disimulaciones baratas del tipo: qué felices seremos cuando esta tierra nuestra sea libre, lo que quiera decir sea nuestra. Para poder sacarle el provecho que nos convenga.
s posible que haya dicho alguna vez que mi oficio de verdad es el de arqueólogo. Como tal, he violentado infinidad de tumbas. Lugares en los que alguien, con todo el cariño, había 'dado tierra' a sus seres queridos. Cuando se trataba de niños/as la parte anímica ha superado con creces a la científica. Porque es tremendo. Como escribieron unos padres romanos en la estela funeraria de su hijo pequeño muerto: '¡Ojalá que la tierra sea ligera para ti que apenas llegaste a pesar sobre ella! Nosotros, tus desventurados padres, deberíamos estar aquí y no tú...'
Pensando en ello/ellos he tratado de aclarar a mis 'seguidores', quiero decir a los que no se habrán muerto como yo -no confundir con los de otro tipo-, cómo me gustaría ser enterrado. Lo primero que me ha venido a la memoria ha sido: cuando yo me muera tengo ya dispuesto en el testamento que me han de enterrar, en una bodega, al pie de una cuba con un grano de uva en el paladar. Pero eso era cosa de hace muchos, muchos años. Luego me he refinado un poco más, por algo pude huir de los clérigos de San Viator y refugiarme en los 'Marias'. Así que he recordado el disco que nos ponían en la clases de francés y he cantado con George Brassens que me gustaría ser enterrado en un 'cementerio marítimo': «Juste au bord de la mer à deux pas des flots bleus...». Como yo también nací en el Mediterráneo he soñado a menudo perderme en su paz amable pero al final me resisto. Me tira la tierra, la que ha de comerme y en la que he vivido. Yo quiero ser el que ocupe la tierra, el que la estercola. Porque si voy a la tierra de la tierra soy; para siempre. En este caso, de la mía, Y la mía es la tierra vasca, en versión alavesa. Por eso, como Donnay: quisiera que me enterraran en el borde un de un bello camino de los campos alaveses que mi alma siempre adoró.
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