Las alavesas son las más longevas del país, con 86,9 años de esperanza de vida
En 1975 llegaban hasta los 77 y los expertos creen que en la subida influye desde la calidad de vida a la tranquilidad. Es «un éxito social»
Si existe un secreto de la longevidad hay que buscarlo entre las alavesas. Su esperanza de vida se estira ya hasta los 86,9 años ... y se mantiene como la mayor de Euskadi (86,4 en Gipuzkoa y 86,1 en Bizkaia) y del conjunto del Estado a pesar de que el covid le ha arañado unos cuantos meses. En 2019 rondaba los 87,6. Ellos, sus hermanos, sus amigos, sus vecinos, viven algo menos, hasta los 81,3 de media, un año más que en las otras dos provincias vascas y por detrás, por ejemplo, de los tinerfeños. Los expertos en demografía no encuentran una sola explicación sino «muchos factores» que ayudan a que en Álava se alcancen estas edades. Desde «la calidad de vida» apoyada en una potente red de recursos sociales a «la unión con lo rural y la naturaleza y esa tranquilidad tan presente aquí», retrata el antropólogo Jesús Prieto Mendaza.
El progresivo aumento de la esperanza de vida de los alaveses, y especialmente de las alavesas, es «una constante» desde hace tiempo, apunta Unai Martín, doctor en Sociología y profesor de la UPV/EHU. En 1975, por ejemplo, era de 77,2 para las mujeres y de 69,5 para los hombres -unos diez años menos que en 2020, la última cifra que arroja el Eustat y que publicó este miércoles- y desde la década de los 80 no baja para ellas de los ochenta años. El sociólogo recalca que el envejecimiento de la población supone «un éxito social». «Vivir muchos años y, sobre todo, que la mayoría de la población llegue a mayor es una buena noticia. Nunca hemos estado mejor», resume. La pirámide demográfica peina unas cuantas canas, cada vez más, pero además se desangra en su parte más baja, con la natalidad en caída libre. De hecho, el Instituto Vasco de Estadística revela la menor tasa en tres lustros: 1,29 hijos por madre en Álava. En 2019 era 1,35 y en 2017 había subido a 1,49.
Cada mujer tiene 1,29 hijos, la menor cifra en tres lustros, y da a luz por primera vez con 32,4 años
«La natalidad ha bajado de forma muy imperceptible, pero sin parar, desde antes del cambio de milenio. En Euskadi incluso hemos sido pioneros en esto», recuerda Prieto Mendaza. Y las razones son muy variadas. «El cambio de costumbres, el acceso de la mujer al trabajo, la secularización de la sociedad...», enumera. Las alavesas, sin embargo, mantienen la cifra más alta de la comunidad autónoma (frente a 1,26 en Gipuzkoa y 1,15 en Bizkaia) y tienen a su primer hijo antes que el resto aunque, eso sí, pasada la treintena, a los 32,4 años. Hace un cuarto de siglo se estrenaban en el paritorio justo antes de los 29. El profesor de la UPV/EHU insiste en que «no existe un número ideal de nacimientos» pero reconoce que le «preocupa» que no haya tantos como se quisiera. La media ansiada es de dos, bastante lejos de la actual por la falta de «una estructura económica», marcada por la precariedad laboral, que sostenga ese deseo.
Relaciones «sin compromiso»
La juventud, ahonda el antropólogo, ha alterado «su forma de comportarse», con más relaciones «donde no se pretende el compromiso», y no sólo ha retrasado la maternidad sino también el matrimonio. «Antes te casabas con treinta y eras el último de la cuadrilla», recuerda. Ahora, recoge el Eustat, los alaveses se dan el sí quiero por primera vez a los 38,2 años, los más tardíos de Euskadi. A mediados de los ochenta, por ejemplo, eran los primeros en casarse y se convertían en marido y mujer antes de los 28. La mayoría, por el altar y aún faltaban un par de décadas para que se aprobaran los enlaces entre personas del mismo sexo.
«Hay una generación de jóvenes escasos y muy valiosos, son oro»
La pirámide poblacional quita el sueño a los demógrafos a medida que ven que cada vez se afila un poco más por su base. En los años noventa, cuenta el doctor en Sociología Unai Martín, la natalidad se desplomó hasta los 0,9 hijos por mujer y aquellos niños, algunos hoy ya treintañeros, conforman «una generación de muy poco tamaño, escasa y muy valiosa, son oro». Y el mercado laboral, con una estructura «muy envejecida», necesita relevo. El antropólogo Jesús Prieto Mendaza no esconde su preocupación por esa sociedad añosa y se muestra convencido de que será «el gran problema de los próximos años». «Y no somos conscientes de ello», remata. El reto demográfico, coincide el sociólogo, es «el relevo generacional».
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