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Álava. Personas, territorio, instituciones

Hoy hace 30 años apoyé la modificación de la norma de elecciones a Juntas Generales. Me equivoqué

Sábado, 19 de mayo 2018, 01:03

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Hoy hace treinta años apoyé la propuesta de modificación de la norma de elecciones a Juntas Generales. El argumento era claro, sentar en el legislativo foral la voluntad de las personas y no de los territorios representados en las Cuadrillas alavesas que lo organizan administrativamente. Una persona un voto, pureza democrática.

La perspectiva del tiempo concluye tajante: me equivoqué.

No hay tiempos decisivos, todos lo son. Las respuestas de cada momento dejan huella, condicionan el tiempo por llegar. Hoy vivimos también un tiempo determinante. Las decisiones pasadas comprometen la propia viabilidad del planeta y las generaciones que nos sucederán deben, y nosotros con ellas, conciliar la difícil ecuación entre desarrollo humano y viabilidad del planeta. Es evidente que nuestro ecosistema se encuentra al límite de su capacidad de asimilación ecológica. Nuestro modelo global de desarrollo es incompatible con la capacidad de absorción y respuesta del medio natural que nos alberga.

Álava es un territorio diverso y con un importante nivel de conservación que, frente a lo que pueda pensarse, es fruto de una singular y sabia manera de interpretarlo y manejarlo; hoy, podemos afirmar que unas prácticas ancestrales pero cotidianas en los pueblos alaveses han dejado una herencia a las generaciones postindustriales que deberíamos saber apreciar en todo su valor y en todas sus potencialidades presentes y futuras.

Esas prácticas y usos encierran un enorme valor innovador; y no hay contradicción en los términos, al contrario, tenemos ante nosotros un saber acuñado y acumulado tan rico que su preservación se antoja como una tarea merecedora de los mejores esfuerzos y las más acertadas decisiones. Nuestro modelo de titularidad de los bienes y nuestro sistema administrativo, concejos, municipios y cuadrillas tiene mucho que ver, aún más, son los responsables. Quienes en su día no lo supimos ver, nos equivocamos.

Además, el territorio alavés es una experiencia cultural que nos enseña la íntima esencia de la interacción del ser humano con su medio; una magnífica experiencia de antropización cuyo estudio y rescate nos dejan ejemplos tan significativos como las Salinas de Añana, los castillos de Ocio y Portilla o los paisajes de la Rioja Alavesa, por citar algunos ejemplos.

En definitiva, debemos aceptar que el territorio debe ser un agente importante que informe las políticas que, sí o sí, le afectan, porque toda acción humana deja huella en él y, en los más de los casos, irreversible. Sin embargo, esa intervención territorial en la información de las políticas debe hacerse a través de un sabio entramado administrativo e institucional que no necesitamos inventar, pero sí recuperar, liberándolo de prácticas que lo desvirtúen, cierto también. En definitiva, aceptar que los alaveses tienen derecho a herramientas políticas y legislativas que les den voz en la ordenación de un territorio cuya custodia con tanto amor y acierto, con tanta inteligencia, han sabido llevar a buen fin.

Por ello, no necesitamos sólo nuevos paradigmas de interacción con el medio; necesitamos, también, pararnos y reflexionar si no estamos abandonando modelos de intervención idóneos y adecuados a nuestra contemporaneidad; si, también, no estamos abandonando modelos institucionales que los amparaban y protegían.

Es seguro que deberemos dotarnos de nuevas formulaciones, nuevas figuras, nuevos objetivos, pero el territorio es un elemento de enorme valor contemporáneo y nuestra tradición social e institucional nos puede enseñar mucho, mucho, sobre el cómo relacion arnos con él.

Pero esa reivindicación es hoy urgente.

Rectifiquemos

Álava tiene un problema clave que desde Vitoria no se va a solucionar, se despuebla, no sólo envejece, se vacía. Nuestra capacidad de sustentación territorial hoy está en grave crisis y sus efectos pueden ser realmente irreparables. Nuestro valor territorial trae causa de personas inteligentes que tradicionalmente acuñaron modelos e instituciones eficientes para la convivencia vecinal y la conservación del territorio; no lo olvidemos, no desdeñemos ese magnífico legado.

Ese despoblamiento gradual debe revertirse. Residencia, empleo, modelos de intervención social… deben obedecer a una realidad diversa que en su representación institucional hoy se agota, prácticamente, en la realidad de Vitoria y eso, manifiestamente, es un error que nos condena a una contumacia de corto plazo que no hará sino agrandar el problema.

«El Parlamento foral alavés no puede ser una segunda cámara del Ayuntamiento de Vitoria»

Las voces que objetan una cámara foral territorial son las mismas que se alzan cuando el principio de 'una persona un voto' quiere llevarse al Parlamento vasco, y es aquí donde sí existe una flagrante contradicción que a otros toca explicar, en su caso.

La Cámara foral alavesa no puede ser una segunda cámara del Ayuntamiento de Vitoria, que tendrá que tener su representación e importancia cierta, pero equilibrada.

Hoy reivindicar un nuevo modelo de representación en las Juntas Generales de Álava es una tarea urgente porque urgente es reconocer que las potencialidades de nuestro territorio son tan excepcionales como grave es el riesgo que sobre él proyecta la ensimismada visión de Vitoria, incapaz de conocer primero y reconocer después que ese valor territorial es también parte importante de sus oportunidades como ciudad. No se trata de contraponer, sino de integrar sobre la base del adecuado reparto de los instrumentos políticos e institucionales.

Esa llamada a la reflexión es especialmente exigida a los alaveses de Vitoria; nuestros abuelos de Maeztu o de Elosu, nuestras abuelas de Vírgala o de Urrunaga, de donde fueran, nos enseñaron que el territorio y sus instituciones son importantes. Hoy sus nietos vitorianos deben recordar que más allá de los lindes de una ciudad que debe encontrar su norte, existe un territorio que reclama su capacidad para seguir existiendo.

Nos equivocamos, rectifiquemos.

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