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Iñigo Linaje
Sábado, 10 de mayo 2025, 01:03
Después de doce ediciones, el festival Poetas en Mayo, en el que colabora EL CORREO, se ha convertido en una cita obligada para los amantes ... de la poesía de este país. Comparable por su historial -por aquí han pasado Gamoneda, Miriam Reyes o Alfonso Armada- con otros eventos dedicados exclusivamente a este género, como Voix Vives, en Toledo, o Expoesía de Soria, el certamen alavés es el más extenso de todos ellos, ya que -a lo largo de cuatro semanas- combina propuestas minoritarias con encuentros multitudinarios dentro de un programa tan variado y original como desmesurado.
Uno de los actos más atractivos de esta edición -a la que vuelven Estrella Morente, Paco Ibáñez y Luis Alberto de Cuenca- tendrá lugar esta tarde, a partir de las 16.00 horas, en el Palacio Europa. Allí se reunirán, bajo el epígrafe 'Encuentro 100 poetas', más de setenta vates nacionales e internacionales (abundan las autoras canarias y vizcaínas) para declamar sus versos. Sin el aura legendaria de los anteriormente citados, que, por sus trayectorias artísticas concitan el interés de un mayor número de público, el aficionado podrá disfrutar de un puñado de voces llegadas de todas las partes del mundo como las de Ángeles Mora, Subrho Bandopadhay, Mireya Ortega, Julio Pavanetti, la polaca Alijca Kubaska o Ahmad Yamiani. Hablamos con este último -poeta y traductor egipcio afincado en España- vía correo electrónico.
- Ha participado en festivales de todo el mundo. ¿Qué cree que le falta a este tipo de eventos para tener una mayor transcendencia social?
- A mi modo de ver, a los festivales de poesía les falta cierta comunicación con la gente. Entiendo que la poesía es difícil de percibir en un recital, aunque los poetas intenten elegir poemas más sonoros y menos complicados. Sin embargo, la poesía no tiene un gran público. En mi opinión, la poesía está hecha para leerse en voz alta y, tal vez, acompañarla con música o con algún tipo de espectáculo podría atraer más público.
Ahmad Yamani (El Cairo, 55 años) llegó a España en 2001 y estudió Filología árabe en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad trabaja en Radio Exterior de España y ultima la edición de su próximo poemario, el sexto de su carrera. Una antología en castellano de sus trabajos apareció en 2015 bajo el título 'Refugio de huesos' (Editorial Olifante). Habitual en festivales poéticos de todo el mundo, como el Hay de Cartagena (que le nombró uno de los autores más relevantes de las letras árabes contemporáneas), Yamani ha traducido a su lengua a César Vallejo, Adolfo Bioy Casares, Roberto Bolaño o Ángel Guinda.
- Lleva viviendo más de veinte años en España. ¿Qué significa para usted la palabra exilio?
- En realidad no soy un exiliado ni un refugiado político. Vivo en España porque me gusta vivir aquí, y si mañana decido volver a Egipto lo haré sin ningún problema. Por lo tanto, tengo la libertad de elegir. Y eso es una gran suerte porque no está al alcance de todo el mundo. Digamos que el mío es un exilio voluntario. Vine aquí con mi expareja española para experimentar la vida en España, igual que habíamos hecho en Egipto, pero los años pasaron tan rápido que a duras penas lo puedo creer.
- La casa, como espacio físico y simbólico, está muy presente en sus poemas. ¿Cuál es la verdadera casa de un ser humano?
- Diría que la verdadera casa es el lenguaje, como afirma Heidegger: «El lenguaje es la casa del ser». Sin embargo, el lugar físico es de una importancia vital, «porque la casa es nuestro rincón del mundo», como dice Gastón Bachelard. Es cierto que el tema de la casa es recurrente en mis poemas, y creo que está relacionado con el concepto de tumba, tal como lo entendía César Vallejo. Me di cuenta de esta relación en mis poemas cuando leí el poema de Vallejo.
- El desarraigo da sentido a muchos de sus versos. ¿Qué dejó en su país natal que ya es irrecuperable? ¿Qué ha encontrado aquí?
- La emigración tiene un precio que hay que pagar: te aporta mucho y a la vez te quita mucho. Te aporta el desafío de aprender un idioma y vivir en una cultura distinta, aunque en mi caso nunca me he sentido ajeno a la cultura española u occidental, ya que forma parte del pensamiento intelectual árabe. Lo que se pierde es irreversible, como, por ejemplo, la muerte de seres queridos sin poder estar con ellos. Cuando mi madre murió en El Cairo estando yo en Madrid, sufrí una crisis brutal: una herida que nunca se puede curar. Estas son las grandes pérdidas de la vida del emigrante. Pero las condiciones en las que viví en España eran favorables. Vine aquí rodeado de una familia maravillosa y de amigos. Por esa razón me enamoré de este país y de su gente desde el primer día. Me considero un inmigrante cultural, si se puede decir así. Suelo decir en las entrevistas para la prensa árabe que España me ha dado todo: mucho amor y amistad. Aquí me siento totalmente en casa.
- Uno de los primeros escritores a los que conoció en Madrid fue Ángel Guinda. ¿Cómo lo recuerda? ¿Qué significó su amistad para usted?
- Me resulta complicado hablar de mis grandes amigos. Es imposible resumir en cuatro palabras a las grandes personas de nuestras vidas. Ángel Guinda ha sido un padre y un gran maestro en la literatura y en la vida. El amigo más generoso que he tenido jamás y el poeta por excelencia que nunca quiso de la poesía sino seguir escribiendo, sin competir ni por premios ni por fama con nadie.
- ¿Qué proyectos literarios y vitales tiene en este momento?
- Acabo de recibir el Premio Sargon Boulus en reconocimiento a mi trayectoria de tres décadas y estoy preparando un poemario en árabe que saldrá pronto. En cuanto a mi trabajo en Radio Exterior de España, sigo haciendo programas que unen España y el mundo árabe, tanto en el pasado como en el presente.
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