«Chernóbil tuvo unas consecuencias sociales silenciosas pero terribles»

El periodista donostiarra Ander Izagirre viajó hace tres años a Chernóbil con la intención de contar cómo es ahora la vida en aquella zona arrasada por el accidente nuclear más grave de la historia. A su regreso publicó un extenso reportaje en la revista digital Jot Down y en noviembre de 2014 vio la luz Regreso a Chernóbil (Txernobil txiki bat etxe bakoitzean en euskera), una novela de lectura sencilla surgida a raíz de la crónica en la que describe el lugar de la tragedia y narra las historias de los supervivientes. Hoy hablará sobre su libro y sobre el movimiento Lectura Fácil a partir de las 19.00 horas en la biblioteca del centro cívico El Pilar dentro de la programación de la red municipal de bibliotecas.

Izagirre recuerda que al embarcarse en esta nueva aventura «me interesaba sobre todo contar cómo vive la gente treinta años después. El accidente se conoce pero me intrigaban las consecuencias sociales, que son silenciosas pero terribles. Al margen de la radiación y los problemas de salud, se destruyeron pueblos enteros y miles de personas se quedaron sin hogar, se vieron desplazadas y en una zona muy pobre». La situación actual no ha cambiado demasiado. «Ahora hay muchos casos de alcoholismo, violencia en el hogar, agresiones sexuales El panorama social es desastroso. Es una especie de catástrofe silenciosa que ha durado muchos años», describe.

A pesar de esta realidad, los movimientos gubernamentales para tratar de mejorar la situación de los supervivientes y las nuevas generaciones son mínimos. «Se han organizado ellos mismos, por parte del Estado la ayuda siempre ha sido bastante precaria y con la situación actual de Ucrania por las guerras es todavía más difícil. Hay gente con mucha energía y con ayuda de asociaciones europeas se organizan para, por ejemplo, sacar a los chavales de allí un par de meses al año», explica. En la novela relata la historia de Julia, una joven que vivió el accidente a los 13 años y regresa a la zona para escribir un reportaje sobre ello. En el viaje cuenta con la ayuda de Igor, un soldado que estuvo trabajando en el lugar de los hechos.

Para todos los públicos

Para la narración, Izagirre se ha servido del relato de los lugareños, aquellos que le abrieron las puertas de su casa cuando acompañado por un guía local tocaba la puerta libreta y cámara en mano. «Me quedo con las historias que me contó la gente de los pueblos de la zona, con lo que vivieron los veteranos, es menos espectacular que ver el reactor o las ciudades deshabitadas pero más interesante. Tuvimos como taxista a un hombre que estuvo trabajando como liquidador en la catástrofe y él mismo nos contó sus vivencias, también hay quien prefiere no recordar su drama. Poco a poco te vas enterando de lo que vivieron».

Gracias a su trabajo con la editorial Gaumin, el relato ha podido llegar a numerosos lectores con problemas de comprensión, algo que para el periodista supone una «gran alegría». Para ello, ha tenido que adaptar su manera de escribir a las necesidades de personas con dislexia, senilidad, discapacidad intelectual o escaso dominio del idioma.

El movimiento Lectura Fácil se fundó en países escandinavos en los 70 y llegó a Euskadi en 2014. Persigue facilitar el acceso a la literatura a todo tipo de públicos ya que se estima que a un 30% de la población le cuesta mucho comprender lo que lee. «Me parece un idea muy bonita y para mí fue un reto, estoy acostumbrado a usar unos recursos y esta vez tuvieron que ser mínimos. La historia tenía que ser lineal, las frases sencillas e incluso tuve que cambiar los nombres de los personajes para que fueran más fáciles».